Si bien no hay nada ilegítimo en el hecho de sostener una idea de independencia, ya que en Democracia se puede defender cualquier idea dentro de la legalidad, lo que no se puede hacer es manipular e intentar vender algo que no está en su mano, como bien le han hecho saber a Artur Mas en Bruselas al recriminarle la pregunta-trampa que lanzaría en referendum, de llevarse finalmente a cabo. Lógicamente, nadie en su sano juicio querría quedarse fuera de Europa, pero esa integración en la Unión Europea no es automática y está sujeta a una largo y complejo proceso de adhesión.
Conviene aclarar que el origen histórico del derecho de autodeterminación está íntimamente ligado al proceso descolonizador iniciado tras la Segunda Guerra Mundial. La Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, aprobada mediante Resolución 1514 de 1960 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha sido interpretada siempre en dicho sentido. Aunque posteriormente el artículo 1.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 establece que "Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural", sería ingenuo afirmar que los estados signatarios apoyen con ello la existencia de movimientos secesionistas en su propio territorio.
Las Naciones Unidas se han mostrado tradicionalmente contrarias al uso del derecho de autodeterminación cuando esto lleva a la secesión de un estado soberano miembro reconocido internacionalmente. Prima, pues, el principio de integridad territorial; siempre y cuando hablemos de Estados plenamente democráticos y representativos que no discriminen a parte de su población. Como curiosidad, mencionar que son los Estados surgidos de la descolonización los primeros interesados en una aplicación restrictiva del principio de autodeterminación, que cobra sentido si tenemos en cuenta la gran heterogeneidad al interno de los mismos y el origen artificial de la mayoría de sus fronteras.
Visto ya que la propuesta soberanista de Artur Mas no puede sustentarse sobre el principio de autodeterminación, debería plantearla abiertamente como lo que realmente es: una propuesta de secesión. Con todo, incluso así, tampoco reuniría ninguna de las condiciones básicas que sostienen esta opción:
- Protección de derechos y libertades fundamentales.
- Expolio económico por parte del resto del Estado. Llamar expolio a la redistribución de la riqueza nacional en base al principio de solidaridad territorial consagrado por el artículo 2 de la Constitución, y garantizado por el 138, no constituye un expolio real, además de olvidar las múltiples inversiones realizadas por el Estado central en Cataluña.
- Reparación de agravios pasados, presentes y futuros. La capacidad del nacionalismo cultural para ver agravios donde no los hay o tergiversar el pasado del modo más conveniente para sus fines es legendaria.
Por otro lado, la viabilidad económica de un posible Estado catalán independiente , está por ver. Su mayor ventaja competitiva a nivel económico radica en formar parte de España y, con ello, de la Unión Europea. Una eventual secesión les llevaría a tener que solicitar la adhesión, como cualquier otro país candidato en el pasado, y cumplir con todos los requisitos que se les exija en un proceso largo y tedioso, que ni siquiera les asegura la entrada. Mientras tanto, de cara la UE será un tercer Estado al que se le cargarán los aranceles correspondientes, cuyos nacionales no disfrutarán del derecho de libertad de circulación, establecimiento y trabajo al interno de la Unión, dejarán de formar parte del Euro y otras muchas desventajas.
Las empresas catalanas, del resto de España y extranjeras radicadas en Cataluña, se trasladarán a otras partes del territorio español y atraer inversión extranjera será, como mínimo, complicado. Tampoco hay que olvidar el factor humano. A nadie se le debe escapar que se producirá una emigración forzosa de catalanes que se sienten españoles y pueden sufrir discriminación en el nuevo Estado (Ironías de la vida, si alguna vez aspiraran a entrar en la UE, deberían garantizar los derechos de las minorías existentes en su territorio, lo que podría llevar a un restablecimiento de la línea educativa en castellano).
Francamente, considero inevitable un retroceso social, cultural, económico y político en el caso de una secesión, que sería a todas luces traumática. Buena parte de este discurso nacionalista exacerbado de Artur Mas no es más que pura estrategía política para arrancar votos. Muy posiblemente, la intensidad de ese discurso de enfrentamiento disminuirá después de las elecciones. Pero es una estrategia peligrosa e inadecuada en el largo plazo, porque cada vez que haya elecciones se verá obligado a radicalizar más sus posiciones. El resto de España no es enemiga de Cataluña, ni creemos que Cataluña lo sea de nosotros. Esperemos que la razón se imponga.
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