lunes, 15 de febrero de 2016

La política es juego. La teoría de juegos aplicada al tablero político

Este blog surgió con, entre otros, un claro objetivo de divulgación. Por ello, cuando cae en mis manos un libro como "Prisioneros con dilemas y estrategias dominantes" de Jordi Deulofeu, que trata de modo bastante accesible la teoría de juegos, no puedo evitar la tentación de reseñarlo. Si bien reconozco que algunos de los aspectos matemáticos me resultan arduos, los capítulos dedicados a la teoría matemática de juegos y a las aplicaciones en el mundo real son bastante claros. 
 

La teoría de juegos primigénea era un divertimento matemático reducido a los juegos de azar, que intentaba hallar las mejores jugadas o determinar la estrategia que permite salir siempre vencedor. Sin embargo el autor advierte que "esto es teóricamente posible en los juegos finitos sin intervención del azar, aunque la magnitud del juego puede impedir hallar una estrategia definitiva que permita solucionar el juego". La vida real se parece más a esto último: infinidad de variables e información incompleta.

El máximo exponente de la teoría de juegos, tal como hoy la conocemos, fue el matemático John von Neumann, con la publicación en 1944, junto con Oskar Morgenstern, del libro "Theory of games and economic behaviour", que desarrollaba artículos publicados en 1928. En él, partía de juegos abstractos en los que intervienen dos o más jugadores, habiéndose determinado previamente lo que puede ganar o perder cada jugador en función de las jugadas del conjunto. Las jugadas son simultáneas y en condiciones de información imperfecta, esto es, sin conocer la estrategia del adversario. Con el análisis matemático de los resultados, se busca determinar las estrategias óptimas para cada jugador: estrategía minimax (se elige la opción que permite reducir al mínimo la pérdida máxima esperada, suponiendo que el oponente elegirá la peor opción para el otro).
Inicialmente se trataba de juegos de suma cero centrados en la economía, donde lo ganado por unos lo perdían los demás. Son situaciones de conflicto total en que las máximas ganancias de uno, pasan por las máximas pérdidas del otro. La introducción de la idea de cooperación, en pugna con la de competencia, genera modelos más realistas y complejos que conducen a soluciones más abiertas. Nos encontraremos con situaciones de conflicto parcial y conflicto entre estrategias cooperativas y no cooperativas. Si bien, como norma general, la cooperación dará mejores resultados que la confrontación total, en la medida que todo depende de la decisión de la otra parte, se planteará un dilema al jugador que intente cooperar y vea como el contrario, que opta por la confrontación, se lleva los beneficios.

Descartados los extremos de juegos de suma cero totalmente cooperativos o totalmente competitivos, la mayoría se encuentran en posiciones intermedias, donde los participantes pueden tener intereses compartidos conviviendo con otros diametralmente opuestos. El ejemplo de la compraventa de pisos ilustra bien esta situación: comprador y vendedor quieren llegar a un acuerdo, pero uno quiere pagar lo menos posible y el otro quiere que le paguen lo máximo posible.

Al trabajo de Neumann y Morgenstern le siguió un gran desarrollo en los años cincuenta del siglo pasado, apareciendo el conocido dilema del prisionero donde se puede ver la aplicación del denominado equilibrio de Nash. Este equilibrio permitía elegir la estrategía óptima en un juego con un número indeterminado de participantes, partiendo de la base que cada jugador adopta la estrategia que más lefavorece y que todos conocen las de los demás. La teoría de juegos ha sido aplicada también a otros campos que nada tenían que ver con la economía, como la biología.

En la política española post-20D nos encontramos ante una aplicación práctica del dilema del prisionero. Aunque la solución más lógica sería algún tipo de cooperación, los diferentes actores políticos han optado por estrategias que la excluyen: El PP no apoyará ninguna investidura en que no sean candidatos, Podemos no negociará con Sánchez si éste no da la espalda a Ciudadanos, El PSOE no apoyará en ningún caso al PP y Ciudadanos tampoco a un gobierno donde esté Podemos. Y los partidos más pequeños, además, serían necesarios para un hipotético gobierno de izquierdas, haciendo aún más compleja la situación. Sin embargo, esas estrategias podrían ser perfectamente lógicas si en realidad lo que se busca es forzar unas nuevas elecciones, con la esperanza de lograr un mayor número de escaños por parte de ciertos partidos, que les permita estar en mejor posición para negociar la formación de gobierno o lograr una mayoría clara de alguno de los bloques.

Esta repetición del dilema del prisionero tiene ciertas ventajas, como se menciona en el libro de Deulofeu, "cuando el juego se repite varias veces ya es posible basar las estrategias en las anteriores interacciones, fundamentándolas en la reciprocidad: si el contrario ha cooperado a menudo,lo mejor es también cooperar con asiduidad, pero si aquel no lo hace, no vale la pena intentarlo.". Si les suena a un "ojo por ojo" es que es exactamente así. Con unos resultados que, previsiblemente no se moverán demasiado, la repetición beneficiará sobre todo a Ciudadanos, el único de los grandes que se ha ofrecido a cooperar desde el primer momento, PP y PSOE, que aunque tengan sus diferencias, comparten una visión nacional y no rupturista del país y, junto con ciudadanos, representarían a un porcentaje nada desdeñable de la población española. En cualquier caso, todo depende de la confianza y de factores intangibles (como las formas con que Podemos presentasus propuestas) a la hora de tomar decisiones. Aquí la matemática pura ya no basta.

¿Hacen sus apuestas?


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