En la primera parte de esta entrada me he centrado en una sociedad del miedo muy concreta, la antigua unión Soviética, y en las causas que explican su hundimiento, inesperado por parte incluso de los analistas internacionales más avezados. Aunque lo importante no es que finalmente cayera, sino que podría haber caido mucho antes de haber llevado a cabo las políticas de presión adecuadas, basadas en hacer depender cualquier tipo de ayuda o colaboración del respeto a los derechos humanos.
¿Y qué relación tiene todo esto con la primavera árabe? Durante años, se ha estado apoyando a regímenes que, si bien podían no ser tan cruentos como sus respectivas alternativas (No perdamos de vista el contexto de Guerra Fria anterior a 1991), distaban mucho de ser democráticos. Se consideraba la existencia de un dictador fuerte como la mejor opción para la estabilidad. Si, de algún modo, se hubiera hecho como con la Unión Soviética, haciendo depender la cooperación técnica y económica del cumplimiento de los derechos humanos y la implantación de reformas que construyeran una sociedad civil sólida y unas instituciones confiables y relativamente transparentes, a buen seguro nos encontraríamos con un escenario diferente. Como aprendió Sharanski de su gran mentor, Sajarov, "el mundo no puede depender de líderes que no dependen de su propio pueblo".
¿Y qué relación tiene todo esto con la primavera árabe? Durante años, se ha estado apoyando a regímenes que, si bien podían no ser tan cruentos como sus respectivas alternativas (No perdamos de vista el contexto de Guerra Fria anterior a 1991), distaban mucho de ser democráticos. Se consideraba la existencia de un dictador fuerte como la mejor opción para la estabilidad. Si, de algún modo, se hubiera hecho como con la Unión Soviética, haciendo depender la cooperación técnica y económica del cumplimiento de los derechos humanos y la implantación de reformas que construyeran una sociedad civil sólida y unas instituciones confiables y relativamente transparentes, a buen seguro nos encontraríamos con un escenario diferente. Como aprendió Sharanski de su gran mentor, Sajarov, "el mundo no puede depender de líderes que no dependen de su propio pueblo".
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Isaac Rabin, Yaser Arafat y Bill Clinton durante la firma de los acuerdos de Oslo el 13 de septiembre de 1993 en Washington D.C. Quien más sonríe es quien menos iba a cumplir de los acuerdos. Fuente: Wikipedia |