viernes, 11 de enero de 2013

La Venezuela que deja Chávez (reedición)

Todos cometemos errores, y yo el primero. Ayer, cual simple principiante, borré accidentalmente la entrada ya publicada de "la Venezuela que deja Chávez" y me veo obligado a reescribirla. Aunque el contenido es, sustancialmente el mismo, aprovecho en todo caso para incluir algunos de los acontecimientos de los últimos días, como el pronunciamiento de la corte Suprema sobre la necesidad o no de jurar su cargo, y darle nueva forma.

Que la salud de Chávez es cuanto menos delicada, es un hecho. Sin embargo, los partes oficiales del gobierno no arrojan demasiada luz y se han negado reiteradamente a la formación de una junta médica que dictamine oficialmente si el mandatario venezolano se encuentra capacitado para continuar en el cargo o hay que declarar, por fin, la incapacidad permanente. Todo esto hace pensar que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está intentando ganar todo el tiempo posible para preparar una transición a un chavismo sin Chávez antes de que se produzca el inevitable desenlace. 

De momento, ya han logrado que el Tribunal Supremo de Justicia dictamine a favor del gobierno, en el sentido que, al tratarse de un presidente reelecto, existe continuidad y no es necesario que jure su cargo, con lo que Maduro asumiría la presidencia al tratarse de una "falta temporal", por un periodo de 90 días prorrogable, causa prevista en el artículo 234 de la Constitución. Así, no se aplicaría la segunda opción, preferida por la oposición, que era la del artículo 233 y suponía que la presidencia pasaba al presidente de la Asamblea Nacional, quien debía convocar elecciones en un plazo de 30 días. El propio Maduro se preocupó ya de lanzar mensajes públicos a la oposición y al propio Cabello de que tal cosa no iba a ocurrir, amén de compararlo con un golpe de estado encubierto. La decisión del Supremo no es casual en ningún caso, aparte de no haber fallado contra el gobierno en los últimos diez años. En diciembre del pasado año fueron destituidos siete de los magistrados más críticos con Chávez, dejando allanado el camino para salvar la jura del 10 de enero. El culto a la personalidad del presidente, evidente ya antes de su enfermedad, está siendo exacerbado a toda prisa, a fin de que los simpatizantes chavistas no sientan su ausencia, ya que el proyecto bolivariano está intrínsecamente unido a la figura de Chávez. Los proyectos populistas rara vez sobreviven a su creador.


De Izquierda a Derecha: Nicolás Maduro y Hernesto Capriles
En cualquier caso, la Venezuela que se encuentre Nicolás Maduro, delfín de Chávez, no será ya la de su predecesor en el cargo, pues las cosas han cambiado en muchos aspectos.
En el ámbito político, se encuentra con una oposición más unida que nunca y encabezada por la figura de un líder sólido y con gancho, Hernesto Capriles, que es percibido como una alternativa real frente a Chávez, y no como un mero candidato anti-Chavez al que se vota porque no hay nada mejor. Es verdad que las últimas elecciones a gobernador fueron un verdadero fiasco para la oposición, en que perdieron cuatro de los siete estados que controlaban, ganando Capriles en Miranda y afianzando así su posición en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Con todo, es un hecho el ascenso que ha experimentado desde 2006, ganando cada vez más votos (una media de un millón por elección) y quedando en las presidenciales de 2012 a apenas diez puntos de Chávez, frente a 25 en 2006. Toda una proeza si se considera el control de los medios por parte del chavismo y el uso del aparato estatal como instrumento de campaña y coerción. Mención aparte merece la amenaza velada de violencia de Chávez si se votaba a la oposición, expresada en la jornada de reflexión, que no respetó. No cabe duda tampoco de la nula capacidad de diálogo con la oposición, que con el 42% de los escaños en la Asamblea, ha quedado excluida de todos los cargos de la misma.

Al interno del PSUV, se da ahora un delicado equilibrio entre la parte civil, encabezada por el Vicepresidente Nicolás Maduro, y la militar, cuyo máximo exponente es el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. El primero, designado por Chávez, es un hombre campechano de formas, pero le falta carisma y dotes de orador; además es muy próximo al régimen cubano, que ejerce gran influencia en Venezuela y se calcula que tiene a unos 60.000 efectivos, civiles y militares, en el país. Cabello, por otro lado, participó en el intento de golpe de estado de 4 de febrero de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Hombre serio y buen orador, no parece proclive a la presencia cubana en el país. 

Los militares son los verdaderos árbitros de la transición venezolana. Durante 14 años de chavismo, han sido colocados en lugares claves del Estado y del sistema paraestatal de asistencia social, dotándoles de una singular influencia económica y social. Además, 11 de los 20 estados gobernados por el PSUV, lo son por militares. Seguramente no buscarán el pronunciamiento militar, pero intentarán favorecer la posición de Cabello sobre la de Maduro. 
En el ámbito internacional, la preocupación por la estabilidad de la Venezuela post-Chavez, ha generado ya los primeros contactos con Estados Unidos. Recordemos que ambos países retiraron sus embajadores en 2010 y habían reducido al mínimo su contacto diplomático. Pero también preocupa a sus países amigos del ALBA, del cual Venezuela es su cimiento y gran benefactor. La relación con Colombia, tras la elección de Juan Manuel Santos, se ha vuelto extrañamente cooperativa y relajada, en contraste con la tensión que caracterizó las relaciones durante la presidencia de Álvaro Uribe. Hay quien afirma que el contenido sensible para el gobierno Venezolano de determinadas informaciónes contenidas en los ordenadores del líder de las FARC, Raul Reyes, descubiertos en el transcurso de la Operación Fenix, tienen algo que ver (Aunque eso supone adentrarse en el mundo de la rumorología). Europa sigue en su habitual posición de esperar y observar el desarrollo de los acontecimientos.

En el ámbito económico, la gestión económica de Chávez deja en una posición muy delicada a una Venezuela que basa el 95% de su PIB en el petróleo y que depende como nunca de las importaciones de alimentos y otros productos básicos desde el exterior, habiéndose multiplicado éstas por cuatro desde 2003. Las divisas se están terminando y no habrá con que pagar. La falta de inversión en la industria petrolera y la bajada de precios del crudo, han reducido los ingresos. No se ha generado una industria interna ni mejorado el sector agrícola y ganadero, amén de haber ha puesto todo tipo de trabas al sector privado. La falta de seguridad jurídica ha hecho huir a la inversión extranjera.  El empleo público, artificialmente alto, oculta parcialmente el alto índice de desempleo venezolano. Su moneda está abocada a una devaluación sin remedio. Se han desaprovechado los ingresos del petroleo en prácticamente regalarlo a países amigos (como Cuba), además de la compra de cantidades difícilmente justificables por un Estado que no esté en guerra de armamento militar a Rusia (11.000 millones de dólares en los últimos cinco años), como ya señalé en declaraciones al Rusiahoy. La carestía de vivienda sigue siendo un problema acuciante y las promesas del presidente Chávez de construir tres millones de viviendas no han comenzado a ver la luz hasta un año antes de las elecciones presidenciales, no llegando siquiera a una quinta parte de lo prometido. La supuesta mejora de las condiciones de vida de los venezolanos, se ha visto acompañada de un incremento exponencial de la inseguridad ciudadana, hasta llegar a unos niveles de muertes violentas por cada 100.000 habitantes que nada tienen que envidiar a Colombia en sus peores tiempos con las FARC. el ELN y los paramilitares juntos.

La libertad de expresión y de información ha sufrido como nunca durante toda la etapa chavista. Si bien la Constitución la permite, la práctica está permeada de una coerción constante. Muchos medios críticos con el gobierno han sido cerrados, como Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, aprobada en 2004, da al gobierno la posibilidad de controlar el contenido a su antojo, convirtiéndose en una verdadera ley mordaza. Sonado fue el cierre de Radio Caracas Televisión en 2007, la revocavión de 32 licencias de radio a emisoras críticas en 2010 o la multa millonaria a Globovisión. La retórica habitual desde el gobierno es intentar deslegitimar a estos medios y acusarles de querer desestabilizar el país y promover un golpe estado, como volvió a hacer recientemente Mario Silva (Canal 8), al calificar de reporteros de guerra a la prensa extranjera acreditada para la toma de posesión, que al final no tuvo lugar, del presidente Chávez el día 10 de enero. Desde España, Cayo Lara y Willy Meyer les siguen el juego e incluso se refieren a los siempre socorridos "poderes fácticos" y las "oligarquías y grandes corporaciones". Permítanme ser un tanto socarrón y recordar que la oposición no está, en ningún país democrático, para aplaudir con las orejas todas y cada de las acciones del gobierno. Así pues, ¿qué problema hay en que critiquen?

Con casi total seguridad, el gobierno chavista en 2013 tendrá que tomar decisiones muy duras y, si no quieren desestabilizar el país, se verán obligados a tomar en consideración a la oposición y llegar a pactos. Deberán ser capaces de explicar a sus votantes por qué con Chávez todo iba, aparentemente, bien y por qué deja de ser así. Muerto Chávez aflorarán las tensiones dentro del PSUV entre la parte civil y la militar, la pro-cubana y la nacionalista esto puede degenerar en violencia por parte de las milicias bolivarianas (unos 120.000 efectivos), integradas por los más extremistas seguidores de Chávez y que se ven a sí mismos como una especie de guardia pretoriana de la revolución.

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