lunes, 14 de marzo de 2016

Alemania, populismo y la idea de Europa

Las recientes elecciones en los parlamentos regionales de Baden-Württemberg, Renania-Palatinado y Sajonia-Anhalt han arrojado unos resultados en los que lo preocupante no es tanto la pérdida de apoyo de la CDU de Angela Merkel, el SPD e inclusive Die Linke, sino el ascenso de Alternative für Deutschland (AfD) a costa de un trasvase de votos de las formaciones políticas mencionadas. Este partido, liderado por Frauke Petry, que nación como un partido euroescéptico de corte liberal, se ha ido radicalizando cada vez mas, sobre todo desde que su sector más moderado saliera casi en bloque del partido en julio del año pasado.

Su discurso de carácter nacionalista y antieuropeista, centrado en la actualidad en el cierre de fronteras y la no admisión de más refugiados, ha recogido el voto de protesta alemán. Merkel ha sido penalizada por no poner un tope a los refugiados acogidos en Alemania y por intentar lograr una solución común a nivel europeo. Creo que, en cierto sentido, el fracaso electoral de Angela Merkel es un fracaso de Europa. Cuando la situación de la guerra civil en Siria (en la que tampoco ha habido una verdadera estrategia europea común y sí mucha hipocresía) se desbordó, con la llegada de cientos de miles de refugiados a Europa por cualquier medio y arriesgando sus vidas, no estuvimos a la altura. En lugar de hacer frente juntos al problema  y repartir la carga, se optó por decisiones egoistas y contrarias a la más elemental ética. Parece que se hubiera olvidado que la idea que subyace a la creación de la Unión Europea era la superación de las divisiones nacionales y la cooperación entre sus miembros.  

No he podido evitar que me asaltaran negros pensamientos y me viniera a la mente un fragmento de "El testigo ocular" de Ernst Weiss: "De golpe, Europa había dejado de existir. Las fronteras estaban cerradas y por todas partes corría la sangre. En el norte, en el este, en el sur y en el oeste. El cosmopolitismo se había acabado. Ya no había viajes al <<extranjero>>, ya no había derechos del individuo, libertad de prensa y por tanto libertad de pensamiento, ya no había libertad de investigación. No había crítica. No había razón. Reinaba el derecho de guerra, el estado de excepción, es decir, el derecho no existía."

Si bien es cierto que hace referencia al inicio de la I Guerra Mundial (el resto del libro, donde relata el ascenso de Hitler, es terrorífico), no faltan razones para temer lo que puede ocurrir si el populismo sigue su ascenso. Para el populista, la verdad es algo secundario. No busca apelar a la razón, sino al sentimiento. Contra eso, resulta muy difícil luchar: unas masas ciegas y entregadas son siempre impermeables a la realidad. Las instituciones y el derecho son algo instrumental y el populista se someterá a ellos mientras le resulte útil. Los fracasos serán siempre trasladados a factores externos. De hecho, en relación a esto último, le ha faltado tiempo a Frauke Petry para culpar a los medios de prensa de boicotear su campaña y de una conspiración contra el AfD. El discurso es simple y repetitivo, pero firme y sin dudas (reconocer las dificultades y que puede no haber solución sencilla es intelectualmente más honesto, pero no es el estilo populista). Se prometen cosas, aunque no dependan de ellos.

Es el momento de volver la vista atrás y recordar de dónde venimos. Europa ha pasado ya en demasiadas ocasiones por crisis y convulsiones políticas. Crisis en las que se atacaba la democracia de partidos liberales y se pretendía acabar con ellos y sustituirla por fórmulas mágicas o cuasimesiánicas que resolverían todos los problemas. El problema nunca ha sido unirse, sino la atomización; cerrarse a los demás e intentar adoptar estrategias individuales racionales desde el punto de vista de la teoría de juegos, pero que empobrece el conjunto. 

Toca plantearse qué queremos. Y lo que yo quiero es una Europa unida que esté a la altura.


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