sábado, 30 de septiembre de 2017

Una vuelta al sentido común

La tensión es casi inaguantable y la cuerda está a punto de romperse. No creo que sea tarde para el diálogo, la cuestión es más bien las condiciones en que éste debe realizarse. Reducirlo todo a "no nos ha quedado más remedio que hacerlo así por la actitud de Rajoy o el inmovilismo de Madrid" es un reduccionismo maniqueo y no ajustado a la realidad.

Puigdemont y sus socios avanzan en una loca huida hacia delante, haciendo caso omiso de las advertencias que se le hacen y cualquier mano que se les tiende para que vuelvan a la senda de la legalidad. Pero lo más grave es que polarizan a la sociedad catalana y demonizan a aquel que se muestra crítico o contrario al procés, es decir, a más de la mitad de la población catalana. Por mucho que no se produzca la independencia (y peor aún si, a través de un proceso sin las debidas garantías e ilegal, rodeado de secretismo y del que no parece exigirse una participación mínima, deciden declarar unilateralmente la independencia) la fractura social y el ambiente enrarecido perdurarán mucho tiempo, recordando los peores tiempos del País Vasco, en que había que callar sobre ciertos temas.

El supuesto apoyo internacional del que presumen, no existe más que en su delirante imaginación. Ni la Unión Europea, ni las Naciones Unidas, ni ningún país de peso apoya la secesión unilateral de parte de un país democrático que ni se encuentra bajo dominación colonial ni en estado de guerra o de discriminación grave. Además, virtualmente ningún país reconoce el derecho de autodeterminación de parte de su territorio. Una Cataluña que se declare unilateralmente independiente, por mucho que llame a las puertas de la UE, difícilmente entrará, ya que no sólo España, sino países con potenciales problemas de secesionismo, como Francia o Italia, jamás darán su voto afirmativo.

Cuando el gobierno catalán habla de que existe un estado de excepción de facto y otras florituras por el estilo, lo hace retorciendo el significado de las palabras y la realidad hasta hacerlos irreconocibles. Comencemos con que las acciones policiales y judiciales son las estrictamente necesarias para impedir los actos de preparación y logística del referendum (declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, con lo que el uso de fondos públicos para celebrarlo constituye un delito de prevaricación). Por otro lado, la intervención de las cuentas catalanas por Montoro tienen el mismo objetivo. En suma, cometer un acto ilegal y expresar sorpresa porque se aplique la ley no es ingenuidad, es una tomadura de pelo.

Al independentismo catalán le viene de lujo que Rajoy y el Partido Popular estén en el poder: un gobierno de derechas al que resulta fácil descalificar como franquista, inmovilista y al que culpar de todos los males de Cataluña. Concedo, sin embargo, que harían lo mismo estando el Partido Socialista, sólo que a éste le temblaría mucho más el pulso a la hora de actuar. No son pocos los socialistas que respiran aliviados en privado por tener a Rajoy y no verse enfrentados a una situación en la que, hagas lo que hagas, pareces el malo por actuar de acuerdo al estado de derecho. Ciudadanos se ha posicionado sin fisuras en defensa de la legalidad, el PSOE también, pero con frecuentes pullas a Rajoy, IU se mantiene calladito y Podemos tiende cada vez más a la irrelevancia, arrinconado en su nicho de la izquierda y sin un claro proyecto político nacional. Dudo mucho que los votantes de Iglesias no le pasen factura por su actuación en relación al referendum

¿Pero cuáles son los males de Cataluña? Bastantes en realidad, pero no los que los independentistas creen. Son demasiados años de adoctrinamiento en las escuelas catalanas, que apenas se ha intentado atajar, en que se ha permitido la enseñanza de una historia de España mutilada e inexacta y se ha creado un sentimiento de lejanía y hostilidad hacia lo español. El pensamiento crítico del que algunos presumen, lo que en realidad quiere decir es "pensamiento independentista". El uso y manipulación de niños y adolescentes, que difícilmente pueden entender lo que la independencia signica en realidad y por qué deberían quererla, ha llegado a cotas repugnantes en los últimos tiempos.

Sobre la cuestión principal, la económica, el "saqueo" al que los independentistas se refieren con profusión, no es tal. Lo más en que se puede estar parcialmente de acuerdo es que se encuentra ligeramente peor financiada que otras comunidades autónomas. Que se trata de una región rica y motor económico, es cierto, pero gracias al conjunto del que forma parte, y no es ninguna razón válida para pretender una secesión. Todo estado democrático avanzado de nuestro entorno cuenta con regiones con mayor y menor renta, y con algún tipo de sistema redistributivo para paliar estas diferencias. Una Cataluña independiente, en las condiciones actuales, sufrirá un descalabro económico de proporciones bíblicas, sufriendo los aranceles como tercer estado en la UE y, al menos temporalmente, con una franca reducción del comercio con su principal mercado... que es el resto de España.

El problema económico de Cataluña es otro. Cuando llegó la crisis y, como en toda España, se llevaron a cabo recortes, la gestión de la crisis por parte del Govern no fue todo lo buena que hubiera podido ser. Las críticas llovieron sin cesar (y todos recordamos las escenas con Puigdemont y otros parlamentarios catalanes entrando y saliendo en helicóptero de la votación de los recortes en un Parlament sitiado por los del 15M) y en lugar de asumirlo, acudieron a buscar un chivo expiatorio: España ens roba. Que "cosillas" como el 3% o la fortuna del clan Pujol parezcan indicar que alguien de dentro, no precisamente un españolista convencido, se ha aprovechado de los catalanes, no ha sido suficiente para cambiar esta visión que los independentistas defienden.

Pero lo más grave, es la fisura sin precedentes en la sociedad catalana, antaño abierta y plural. Los independentistas han construido su imagen de "nosotros", por oposición al "vosotros". Nosotros somos los que luchamos por la libertad, por la democracia y la igualdad; vosotros sois los que nos oprimís y nos impedís ser libres y avanzar. Es el mundo al revés. Toca volver al sentido común, a mirar al otro, no con odio, sino como a un igual con una opinión diferente y, por supuesto desde la legalidad constitucional. Muchas cosas se pueden hablar con buena voluntad.


1 comentario

  1. Así es. Siempre se han tratado las veleidades de Cataluña con demasiada manga ancha. Lo peor es con todo, que la educación ha estado por entero manipulada, y ya se sabe, quien tiene en su poder la educación, tendrá a los ciudadanos del futuro aleccionados.

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