Frank Herbert (1920-1986), nos dejó más obras de interés aparte de la saga Dune, aunque no necesariamente con el mejor de los acabados. Este es el caso de "Los ojos de Heisenberg", una novela de ciencia ficción dura publicada en 1966, sólo un año después de Dune y finalista del premio Nébula del mismo año.
La historia se sitúa en un futuro distante, dominado por los optimen (una suerte de humanos inmortales merced a la manipulación genética, pero que no pueden tener descendencia), que mantienen el control de una sociedad fuertemente estratificada en que sólo unos pocos individuos son autorizados para procrear, siendo estériles la mayoría. Existen resistencias dentro de dicha sociedad, como los ciborgs y los padres clandestinos, pero el verdadero desencadenante de la acción es la aparición de un embrión único, con potencialidad de optimen pero no afectado por su esterilidad. A partir de ahí se desencadena una persecución trepidante y se desestabiliza un sistema que ha durado miles de años.
Sin embargo, como decía el propio Miquel Barceló en el prólogo a la edición española de NOVA, la novela puede resultar algo decepcionante en su final, quizá demasiado precipitado. Coincido en que éste resulta algo forzado, como un cierre apresurado de una novela que sería el preludio de otra más larga o de una serie, pero no por ello exento de interés.
Herbert trata uno de sus temas favoritos, el de la manipulación genética, que era una verdadera novedad en su época. No hay que olvidar que fue en 1953 cuando se descubrió finalmente la estructura de doble hélice del ADN y se abrió un nuevo mundo de posibilidades para la detección y el tratamiento de todo tipo de enfermedades o, posiblemente más inquietante, la manipulación genética para la elección a la carta de ciertas particularidades fisiológicas o de inteligencia. Otros elementos que vemos en la saga Dune, como la posibilidad de que se transmitan los recuerdos de modo genético, aparece como una suerte de desideratum.
Los paralelismos con "Un mundo feliz" (1932), de Aldous Huxley, no son meramente implícitos, sino que además se hace mención expresa al mismo en el texto. En esta sociedad fuertemente estratificada, sus integrantes son condicionados de tal modo que no sientan que lo están ni pongan en duda el mando de los optimen; los disensos que ocasionalmente ocurren, son generalmente resueltos de modo discreto.
La novela me ha gustado, pero lamentablemente creo que le falta algo. Los personajes creo que requieren un poco más de desarrollo y el final, que ya he calificado de abrupto, considero que lo es porque realmente el proyecto inicial de Herbert fue más largo. Estoy seguro que otras trescientas páginas habrían permitido una novela brillante y sin crítica. En todo caso, la obra muestra el genio del creador de Dune, quien se fue demasiado pronto.

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