domingo, 24 de marzo de 2013

Ley Lasalle: una soberana estupidez

Generalmente me considero una persona calmada y que, si me lo propongo, puedo aburrir hasta a las ovejas (o irritarlas por mi tono de voz, según me dicen algunos), pero ahora mismo estoy molesto, tremendamente molesto, con el anteproyecto de la nueva ley de propiedad intelectual, la ya tristemente célebre Ley Lasalle. ¿Por qué? Porque, francamente, me parece una absoluta tomadura de pelo por parte de las entidades de gestión y de un gobierno que, en este caso concreto, ha metido la pata hasta el fondo en un pozal lleno de excrementos. Aunque normalmente hablemos de la SGAE, no es la única, en el ámbito de los libros, por ejemplo, es CEDRO la gran beneficiada. En breve explicaré por qué. No entraré en los detalles sobre la persecución a las páginas que ofrezcan enlaces a páginas que redirijan a contenidos protegidos, ni la indefensión en que se encuentran muchas páginas que no hacen nada ilegal, pero no se les deja apenas tiempo ni medios para defenderse..

La foto no tiene nada que ver con el tema, pero es plenamente mia. Espero que no venga alguna entidad a cobrarme por fotografiar señales de tráfico de su repertorio de obras
Haciendo un poco de memoria, todos recordaremos el famoso canon digital de 1996, que acabó siendo tumbado en 2010 por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJCE) gracias a la Sentencia Padawan. Pero hay mucho más. Aunque menos conocida, está la pretensión de CEDRO de imponer un canon a las universidades por las reproducciones digitales o reprográficas de libros. Las universidades españolas no se negaban a pagar, lo que cuestionaban era el método de pago. Mientras que la entidad de gestión defendía a capa y espada la imposición de una tarifa plana por alumno, las universidades pidieron ver el repertorio de que disponían y pagar por las obras que efectivamente usaran del mismo. Como ya pueden ustedes imaginar si recuerdan un poco las tácticas de la SGAE, se negaron a aportar el mismo. No hay que ser demasiado espabilado para entender que, dado que su catálogo está compuesto de unos cuatro millones de obras, con menos de 20.000 socios, y las universidades tienen un repertorio de más de 29 millones, sobrepasando los 100.000 autores en activo, muchos de los cuales no están, obviamente, asociados a CEDRO, quedaría en franca evidencia su falta de representatividad y, sobre todo, disminuirían sus ingresos. Además, este sistema de pago por lo efectivamente usado, obligaría a la entidad a pagar directamente a los autores, con lo que se evitaría la apropiación indebida de ingresos que no les corresponden. Lo malo de la nueva ley es que, además, dota a CEDRO de la gestión de los derechos de autor del open access (Sin que los propios autores puedan decir nada en contra. Es de locos), obligando a los centros y entidades que lo usan a pagarle una determinada cantidad. Literalmente es ganar dinero por el trabajo de otros. 

Por cierto, a cuenta de la idea anterior, me ha venido a la cabeza un libro de reciente publicación en España: Parásitos: Cómo los oportunistas digitales están destruyendo el negocio de la cultura, de Robert Levine, que parece financiado íntegramente por la SGAE (aunque la versión americana). Tiene su interés, porque expone con gran detalle todos los argumentos de la industria audiovisual y editoriales. Con todo, una lectura atenta permite ver debilidades en algunos planteamientos y, si bien no falséa datos, si que toma los que le interesan. En la reseña del libro aparecida en el periódico británico The Guardian, firmada por Evgeny Morozov, se señalan algunas de ellas, como el uso que hace de un estudio de 2010 que señalaba como el 25% del tráfico total de internet está relacionado con la piratería, pero "olvidando" señalar que las películas que están disponibles para su compra o visionado de pago en streaming en internet son pirateadas mucho menos. Ello estaría pues en contradicción con su afirmación que "las compañías de medios tradicionales no están en problemas porque no están dando a los consumidores lo que quieren". Yo más bien diría lo contrario, la falta de adaptación a los nuevos tiempos es lo que les provoca pérdidas. 

Otros antes que yo han explicado con gran detalle y precisión fallos y peligros de la Ley Lasalle. Entre los más brillantes, les aconsejo los artículos de Javier de la Cueva en El Diario y en Naukas. Creo que ayudan a hacerse una composición de lugar de donde estamos y hacia donde vamos. Tal zurullo de ley es sólo cuestión de tiempo que sea declarada incompatible con el derecho de la Unión Europea por el TJCE. Lo peor es que ya lo saben y pretenden continuar con su proceso de aprobación. Si no hay cambios sustanciales en el borrador de la ley antes de la votación en el Congreso (no soy optimista sobre este punto), estaremos dando vigencia a una ley infame. Es verdad que recoge novedades positivas, como un mayor control sobre las propias entidades y prohibiciones para evitar la picaresca, pero dudo de su efectividad práctica.

No tengo ningún problema con que a un autor se le pague por su trabajo. Lo que no puedo soportar es que se recaude de modo indiscriminado en nombre de unos socios, que no son todos los autores, y por unas obras que se niegan a relacionar. Y eso sin entrar en el método de reparto de esos ingresos. En cualquier caso, y al igual que pasaba con el canon digital, nos encontramos con que se paga lo que no se debe, a quien no se debe y en concepto de dios sabe qué. Como fotógrafo aficionado, por ejemplo, siempre me he preguntado por qué debería de pagar un canon por las tarjetas de memoria para la cámara y por los dispositivos de almacenamiento externos en los que guardar de modo más permamente las fotos. Todavía estoy esperando que me devuelvan un dinero indebidamente cobrado.



4 comentarios

  1. Estamos en la reproducción del aprovechamiento de posición, como es imposible ponerse de acuerdo en el concepto de justicia, bien porque no se quiere bien porque no se pueda, pues "ancha es Castilla". La industria se ha cargado el modelo de cultura y ya no lo van a recuperar, quiero pensar que ahora todo será más selectivo, buscaremos más y evitaremos pagar por aquello que no nos parezca justo, de una u otras manera.

    Un saludo

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    1. Francamente, en parte creo que la situación va a derivar en lo que dices. Como comentaba, verdaderamente no creo que tuviéramos especiales problemas en pagar algo por las obras efectivamente utilizadas de su catálogo, pero esa asunción de que, las usemos o no, todos debemos pagar, me parece demencial. Intentan poner puertas al campo en lugar de adaptarse y crear nuevos modelos de negocio. Por ejemplo, Netflix es un modelo exitoso de adaptación de la industria audiovisual que, por una tarifa plana moderada, permite acceso a un catálogo amplísimo de series y películas en streaming. curiosamente no está disponible en España porque no hubo manera de que aquí las entidades de derechos de gestión entendieran y aceptaran que ya no podrían tener una porción tan grande de la tarta como antes.

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  2. Comunicado íntegro de la posición liberal libertaria en España sobre la Ley Lassalle, antigua Ley Sinde-Wert: http://bit.ly/102EmcX El P-LIB ha realizado un primer análisis a partir del borrador que se había filtrado en la red. Aquí podéis consultar el informe resultado del análisis: http://bit.ly/11DtjYC

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    1. El análisis es interesante y bastante coincidente con lo que expresaba. Aparte de la criminalización de prácticamente todos los usuarios de internet (y de los sitios web ni hablamos), la indefensión jurídica que provoca puede, como bien decis, provocar situaciones de verdadera censura en la práctica. Soy liberal y creo firmemente en la libertad individual, y si se aprueba esta ley con el texto del borrador que ya conocemos, será un día triste para todos. Si quieren, que hasta cierto punto me parece normal, que se compense a los autores cuyas obras efectivamente se usan, primero, que enseñen su catálogo y, segundo, que efectivamente paguen a los autores, porque la práctica de dónde va el dinero dice otra cosa.

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