En vista de la campaña "Marcaje al diputado" (o, más popularmente ahora, Escrache), puesta en marcha por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y la reflexión en torno a la misma que ha hecho un joven compañero, Fernando Ntutumu, politólogo en ciernes, en su blog, me he planteado desarrollar algunas ideas sobre determinadas críticas planteadas hacia la democracia representativa y la mal llamada clase política.
Soy un firme defensor de la democracia representativa, como ya he defendido con anterioridad, y más bien poco inclinado hacia la democracia asamblearia, por ser muy poco operativa en cualquier sociedad compleja y mínimamente poblada. Hagan ustedes mismos los cálculos de lo que supondría escuchar sólo cinco minutos a cada ciudadano mayor de edad en un país como España y se darán cuenta que no es practicable. Además, como pueden imaginar, habrá repeticiones e incluso gente que no quiera intervenir por ver sus puntos de vista representados en otros; sí, representados. En última instancia, en cualquier sociedad organizada los individuos tienden a delegar la defensa de opiniones y puntos de vista en gente en la que confían, por pura comodidad y operatividad. Tampoco el sistema de referendos al estilo suizo debería ser considerado tan modélico, pues gracias a él las mujeres fueron excluidas del voto en todo el país hasta 1958, y las últimas que pudieron votar obtuiveron tal derecho en fechas tan recientes como 1971.
Una de las imágenes más icónica de la PAH |
Soy un firme defensor de la democracia representativa, como ya he defendido con anterioridad, y más bien poco inclinado hacia la democracia asamblearia, por ser muy poco operativa en cualquier sociedad compleja y mínimamente poblada. Hagan ustedes mismos los cálculos de lo que supondría escuchar sólo cinco minutos a cada ciudadano mayor de edad en un país como España y se darán cuenta que no es practicable. Además, como pueden imaginar, habrá repeticiones e incluso gente que no quiera intervenir por ver sus puntos de vista representados en otros; sí, representados. En última instancia, en cualquier sociedad organizada los individuos tienden a delegar la defensa de opiniones y puntos de vista en gente en la que confían, por pura comodidad y operatividad. Tampoco el sistema de referendos al estilo suizo debería ser considerado tan modélico, pues gracias a él las mujeres fueron excluidas del voto en todo el país hasta 1958, y las últimas que pudieron votar obtuiveron tal derecho en fechas tan recientes como 1971.
¿Significa lo anterior que los ciudadanos individualmente considerados carecen de valor en la democracia representativa, o su valor se encuentra supeditado únicamente al ejercicio del voto? No. Los ciudadanos son la base de la Democracia y lo único que la legitima. Sin embargo, en la actualidad muchos están perdiendo la fe en ella porque no se consideran representados. No todos, claro está, pero un sector demasiado numeroso y que, en todo caso, debería hacer que se encendieran todas las alarmas, pues si el sistema de la democracia representativa liberal es imperfecto (pero funciona razonablemente), las alternativas históricas no son recordadas precisamente con nostalgia (o sí, pero eso da casi más miedo).
Voy a hacer una afirmación que, dadas las circunstancias, parece extraña: el político es una persona, un ciudadano más. Utilizar el lenguaje para crear una impresión de separación del político con el resto de la sociedad que le circunda hablando de "clase política", "casta política" o, directamente "panda de mangantes", sólo sirve para cosificar al adversario. Además, la cuasipersonificación de "el político", que engloba todo tipo de cargo en todos los niveles, desde la aldea hasta el Congreso, lleva a confusión y a producir bulos como el del medio millón de políticos en España, que luego se extienden como el fuego por las redes sociales; reenviar una noticia sin contrastar es fácil cuando aquel al que se refiere está desacreditado ante tus ojos.
Lamentablemente, los desahucios existen y son un drama humano. Lo eran antes de la crisis, durante y lo serán después. Como buena noticia en este frente, hemos conocido hace apenas unas semanas la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que, respondiendo a una cuestión prejudicial planteada en 2007 por un tribunal de Barcelona, declara incompatible la legislación española sobre ejecución hipotecaria con la directiva europea sobre claúsulas abusivas. Esto permitirá, sin duda, paralizar cautelarmente muchos procedimientos. Sin embargo, no debemos olvidar que dicha directiva es de 1993 y nuestra Ley Hipotecaria de 1946. Por otro lado, la sentencia del TJUE no declara la nulidad de la ley como pretenden muchos, sino la incompatibilidad de unos puntos determinados con la legislación europea, lo que es perfectamente subsanable. ¿No ha habido oportunidad de realiza cambios antes? ¿Por qué no ha habido antes movilizaciones para exigir su reforma?
Este descrédito es el que sirve de legitimación moral a la campaña
impulsada por la PAH pero, ¿es de verdad justificable? ¿No nos
encontramos ante un burdo y vil chantaje que puede estar creando un
precedente peligroso? Ahora se pretende presionar con un verdadero acoso y caza al hombre de los diputados del Partido Popular, dado que tienen la mayoría, para que apoyen la nueva normativa sobre desahucios con contemplando sus pretensiones, pero lo hecho, por ejemplo, en el caso de Esteban González Pons en su domicilio de Valencia, es puro intento de intimidación. Ahora es por los hipotecas, pero mañana puede ser por casi cualquier otra causa y utilizando medios incluso más graves.
Entiendo que se pueda querer influir en nuestros representantes políticos, pero no todos los medios sirven ni son aceptables. Si se participa en el sistema político, se puede influir en la toma de decisiones desde dentro como simpatizante, afiliado, e incluso como político de un partido. ¿o acaso alguien cree que todos los individuos que conforman un partido piensan lo mismo? Sólo las dictaduras pretenden tener la legitimación de todos sus ciudadanos (rehenes más bien, pues no son libres). Pero hay vida más allá de los partidos que tiene influencia en el proceso de toma de decisiones: Grupos de presión de todo signo, medios de comunicación, asociaciones, ONGs, Think-Tanks, universidades, líderes de opinión y otros. En suma, existen modos de participar en la vida política y hacer llegar cualquier mensaje a nuestros representantes. Sé que habrá quien me oponga que una vez elegidos nuestros representantes, particularmente en Congreso y Senado, responden a la disciplina de partido y no ante el ciudadano y, por ello, no existe una verdadera democracia. No puedo estar más en desacuerdo y me veo obligado a recordar que la democracia no significa que gobierne el partido por el que uno a votado. La democracia implica que puede ganar otro partido, que tendrá que gobernar para todos y supone una serie de reglas de juego iguales para todos y que permiten la posibilidad de alternancia política a través de elecciones competitivas periódicas y frecuentes (Pero no tanto como las italianas, ¡por Dios!).
¿Conduce nuestro sistema electoral a un bipartidismo hegemónico? El diseño que se dió a nuestro sistema electoral durante la transición se basaba en la búsqueda de mayorías suficientes que evitaran la fragmentación excesiva y, sobre todo, la inestabilidad que caracterizó el periodo de la Segunda República. Ha pasado ya mucho tiempo, la democracia se encuentra asentada y determinados miedos del pasado no tiene sentido, además de que llevamos mucho tiempo dándonos cuenta de la existencia de efectos secundarios no deseados ¿Puede mejorarse el sistema electoral para lograr una mayor representatividad? Sí. Por cierto, las listas abiertas no son la panacea, incluso en aquellos países que existen, un porcentaje muy reducido de ciudadanos realizan cambios. Lo que si se consigue es que el proceso de recuento sea mucho más costoso y complicado, pero sé que todos estamos dispuestos a pasarnos hasta las cuatro de la madrugada recontando votos, ¿verdad? En realidad, una reforma debería ir más en la vía del cambio en el modelo de circunscripción electoral. El actual hace, como es bien sabido, que los partidos con apoyo concentrado en unas pocas provincias obtengan muchos más escaños que aquellos partidos nacionales con más votos, pero de apoyo difuso en el territorio nacional. El reparto de un cierto número de escañosa través de una circunscripción nacional única, manteniendo para los demás la provincia, podría mitigar este problema y reducir el peso de los nacionalistas, a la vez que se permite la creación de verdaderos partidos bisagra de ámbito nacional que hicieran a los grandes partidos menos dependientes de los apoyos nacionalistas cuando cuentan con mayoría simple. No entro a valorar la fórmula electoral, pues la mayor o menor proporcionalidad de la ley D´hont está en relación directa con el tamaño de la circunscripción.
Aunque aún no las había mencionado, al ciudadano le queda también el recurso a la huelga, a la manifestación y a la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Respecto a la manifestación, añadiré "las debidamente convocadas". ¿Por qué? Porque quizás el manifestante medio, henchido de autolegitimidad moral y cabreo contra el sistema olvida que el derecho de manifestación está regulado, como el de huelga, porque afecta a derechos fundamentales de los demás ciudadanos. El Estado debe garantizar a los que lo piden su derecho a manifestarse, pero debe garantizar a aquellos ciudadanos que no se manifiestan su derecho de libre circulación, de acceso a servicios, de trabajo, seguridad y otros muchos más. Es por esta colisión de derechos que hay que intentar conjugar de algún modo, que se requiere planificación y autorización. En relación a la ILPs, quizás debería hacerse más ágil el proceso para que, una vez recogidas las firmas necesarias, fuera debatida la medida en el Parlamento, pero eso no significa que se vaya a aprobar. Medio millón de firmas son muchas, pero los principales partidos superan de largo esa cifra en votos.
Creo que las cosas pueden, y deben, cambiarse desde dentro. El recurso a la pancarta y al eslogan fácil queda muy bien para expresar disgusto, pero hay que trabajar por cambiar las cosas si se quiere de verdad (y la coacción no es un medio válido). Hay políticos muy capaces y honestos y ciudadanos muy comprometidos, cada cual desde su particular visión del mundo. La democracia es el menos malo de los sistemas que conocemos, sigamos creyendo en él.
Entiendo que se pueda querer influir en nuestros representantes políticos, pero no todos los medios sirven ni son aceptables. Si se participa en el sistema político, se puede influir en la toma de decisiones desde dentro como simpatizante, afiliado, e incluso como político de un partido. ¿o acaso alguien cree que todos los individuos que conforman un partido piensan lo mismo? Sólo las dictaduras pretenden tener la legitimación de todos sus ciudadanos (rehenes más bien, pues no son libres). Pero hay vida más allá de los partidos que tiene influencia en el proceso de toma de decisiones: Grupos de presión de todo signo, medios de comunicación, asociaciones, ONGs, Think-Tanks, universidades, líderes de opinión y otros. En suma, existen modos de participar en la vida política y hacer llegar cualquier mensaje a nuestros representantes. Sé que habrá quien me oponga que una vez elegidos nuestros representantes, particularmente en Congreso y Senado, responden a la disciplina de partido y no ante el ciudadano y, por ello, no existe una verdadera democracia. No puedo estar más en desacuerdo y me veo obligado a recordar que la democracia no significa que gobierne el partido por el que uno a votado. La democracia implica que puede ganar otro partido, que tendrá que gobernar para todos y supone una serie de reglas de juego iguales para todos y que permiten la posibilidad de alternancia política a través de elecciones competitivas periódicas y frecuentes (Pero no tanto como las italianas, ¡por Dios!).
¿Conduce nuestro sistema electoral a un bipartidismo hegemónico? El diseño que se dió a nuestro sistema electoral durante la transición se basaba en la búsqueda de mayorías suficientes que evitaran la fragmentación excesiva y, sobre todo, la inestabilidad que caracterizó el periodo de la Segunda República. Ha pasado ya mucho tiempo, la democracia se encuentra asentada y determinados miedos del pasado no tiene sentido, además de que llevamos mucho tiempo dándonos cuenta de la existencia de efectos secundarios no deseados ¿Puede mejorarse el sistema electoral para lograr una mayor representatividad? Sí. Por cierto, las listas abiertas no son la panacea, incluso en aquellos países que existen, un porcentaje muy reducido de ciudadanos realizan cambios. Lo que si se consigue es que el proceso de recuento sea mucho más costoso y complicado, pero sé que todos estamos dispuestos a pasarnos hasta las cuatro de la madrugada recontando votos, ¿verdad? En realidad, una reforma debería ir más en la vía del cambio en el modelo de circunscripción electoral. El actual hace, como es bien sabido, que los partidos con apoyo concentrado en unas pocas provincias obtengan muchos más escaños que aquellos partidos nacionales con más votos, pero de apoyo difuso en el territorio nacional. El reparto de un cierto número de escañosa través de una circunscripción nacional única, manteniendo para los demás la provincia, podría mitigar este problema y reducir el peso de los nacionalistas, a la vez que se permite la creación de verdaderos partidos bisagra de ámbito nacional que hicieran a los grandes partidos menos dependientes de los apoyos nacionalistas cuando cuentan con mayoría simple. No entro a valorar la fórmula electoral, pues la mayor o menor proporcionalidad de la ley D´hont está en relación directa con el tamaño de la circunscripción.
Aunque aún no las había mencionado, al ciudadano le queda también el recurso a la huelga, a la manifestación y a la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Respecto a la manifestación, añadiré "las debidamente convocadas". ¿Por qué? Porque quizás el manifestante medio, henchido de autolegitimidad moral y cabreo contra el sistema olvida que el derecho de manifestación está regulado, como el de huelga, porque afecta a derechos fundamentales de los demás ciudadanos. El Estado debe garantizar a los que lo piden su derecho a manifestarse, pero debe garantizar a aquellos ciudadanos que no se manifiestan su derecho de libre circulación, de acceso a servicios, de trabajo, seguridad y otros muchos más. Es por esta colisión de derechos que hay que intentar conjugar de algún modo, que se requiere planificación y autorización. En relación a la ILPs, quizás debería hacerse más ágil el proceso para que, una vez recogidas las firmas necesarias, fuera debatida la medida en el Parlamento, pero eso no significa que se vaya a aprobar. Medio millón de firmas son muchas, pero los principales partidos superan de largo esa cifra en votos.
Creo que las cosas pueden, y deben, cambiarse desde dentro. El recurso a la pancarta y al eslogan fácil queda muy bien para expresar disgusto, pero hay que trabajar por cambiar las cosas si se quiere de verdad (y la coacción no es un medio válido). Hay políticos muy capaces y honestos y ciudadanos muy comprometidos, cada cual desde su particular visión del mundo. La democracia es el menos malo de los sistemas que conocemos, sigamos creyendo en él.
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