domingo, 26 de mayo de 2013

Suecia: ¿Es su estado del bienestar causante de una integración fallida?

Los recientes disturbios en Husby me llenan de pesar. Yo mismo viví durante mi etapa de estudiante en Suecia en uno de estos barrios, producto del Miljonprogrammet (Programa de vivienda impulsado por los socialdemócratas suecos de 1965 a 1974). En un esfuerzo por lograr que no se convirtiera en un verdadero gueto, parte de los edificios eran alquilados a estudiantes. Hasta cierto punto se lograba el objetivo, decir que se vivía en Nacksta no suponía un tabú, pero los inmigrantes que vivían en el resto del complejo y los estudiantes suecos y de intercambio apenas teníamos relación.En cualquier caso, hablamos de una zona muy segura y tranquila, con construcciones sólidas, equipamientos públicos y buenos accesos.

Nacksta desde Norra Berget
En los últimos años hemos pasado por situaciones similares en Francia y Reino Unido, pero pocos se esperaban este estallido de violencia en la idílica y tranquila Suecia; ¿o quizás sí? ¿Acaso nos hemos olvidado ya de similares incidentes en Malmö en abril de 2010? De Suecia se habla mucho, la mayoría de veces de oidas y, casi siempre, mitificando un "modelo sueco" que ha sufrido profundas modificaciones desde los años noventa. Así pues, quizás toque hacer un poco de historia.

Desarrollo y crisis del Estado del Bienestar en Suecia

El modelo sueco del bienestar, como tantos otros de la Europa Occidental, comienza a gestarse a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. El hecho de haberse mantenido neutral le facilitó mucho las cosas, pues no había que reconstruir primero el país, que mantenía intactas su industria e infraestructuras, capaces de proveer de bienes y servicios a una Europa destruida. Una situación de virtual pleno empleo y de crecimiento sostenido medio del 4% anual, que duró hasta las crisis del petroleo de los años setenta, permitieron el desarrollo de un estado del bienestar más que generoso, con un nivel de presión fiscal relativamente bajo. Sin embargo, el aumento de la inflación y el desempleo, hicieron crecer el gasto público (que aumentó un 100%  entre 1960 y 1990, del 31% al 60%), los impuestos (con tipos del 56%) y la deuda pública. 

Con todo, los suecos no se plantearon todavía realizar cambios para afrontar la situación. Como dijo Kjell-Olof Feldt, político socialdemócrata y, en aquel entonces, Presidente de la Junta de Gobernadores del Banco de Suecia, en 1997 en un discurso ante el Círculo de Empresarios en Madrid, sobre las lecciones aprendidas en relación a la reforma del estado del Bienestar: "no puede llevarse a cabo ningún trabajo eficaz de reforma hasta que los síntomas del mal funcionamiento del Estado de Bienestar sean muy obvios y hayan producido un grave daño al tejido social y económico de la nación." Eso fue lo que efectivamente ocurrió. Una cobertura tan amplia y generosa necesitaba, forzosamente, un alto nivel de crecimiento económico (estancado en un 2% anual desde 1975) que la mayoría de la población trabajase, y con niveles de renta adecuados para poder ser gravados con impuestos. Una vez el paro pasa del 3% al 12% (entre 1991-1994), se da la puntilla a un sistema que, tal como estaba constituido, era insostenible. 

¿Qué medidas se tomaron? Como es lógico, lo primero fue una reducción del gasto público, buscando un uso más eficiente de los recursos de que se disponía y reduciendo algunas prestaciones que se podían considerar excesivas, como la prestación por desempleo, que era del 100%, pasó al 75%. Asimismo, se liberalizaron anteriores monopolios, como las telecomunicaciones (parece raro pensar en un país tan abierto y democrático que la televisión por satélite no llegó hasta 1987 y los canales privados hasta 1992), transportes, energía e incluso correos. Se introdujo también la libertad de elección y la posiblidad de prestación por empresas privadas de los servicios del estado del bienestar, particularmente a través del cheque sanitario y el cheque escolar. Esto permitía a los ciudadanos elegir el hospital o centro donde querían ser tratados y la escuela a la que deseaban que acudieran sus hijos; hasta ese momento los niños debían ir al centro que su área tuviera asignado.

Este conjunto de medidas y algunas más que no menciono por abreviar, contribuyeron a una bajada del gasto público, que permitió también una bajada de impuestos y el aumento de la renta disponible a las familias. Además, permitió flexibilizar el modelo económico sueco y hacerlo más resistente a futuras crisis económicas.

Integración de los inmigrantes. ¿Una asignatura pendiente?

Esta cuestión es importante responderla concediendo al Estado sueco el absoluto reconocimiento de su esfuerzo para lograr la integración de los recién llegados. Su política de asilo es, además, una de las más avanzadas del mundo. Prueba de ello es la cantidad de solicitudes de asilo que recibe cada año (43.887 el pasado año, según datos del Instituto Nacional de Estadística sueco (SCB). Hoy, el 20,1% de la población sueca tiene origen extranjero y, de ellos, aproximadamente la mitad cuenta con pasaporte sueco.

Una vez en Suecia, suponiendo que se tenga la residencia legal por poseer un permiso de trabajo, haber sido concedido el asilo o cualquier otra causa válida por el Migrationsverket (Comité de Inmigración), se tiene derecho a solicitar un personnummer en el Skatteverket (Agencia Tributaria), lo que a su vez permite inscribirse en el Arbetsförmedlingen (Servicio Público de Empleo) y el Försäkringkassan (Seguridad Social), que da acceso a todos los beneficios sociales de los que disfruta un ciudadano sueco. 

Para facilitar la integración, todos los municipios de una cierta envergadura ofrecen cursos de sueco, divididos en cuatro niveles, para inmigrantes (Svenska För Invandrare - SFI), siendo el Skolverket (Dirección Nacional Sueca para la Educación) quien realiza los exámenes a nivel nacional. Existe incluso un incentivo económico libre de impuestos, el SFI-Bonus, que podría llegar a las 12.000 coronas suecas en el último nivel (1.400 euros al cambio actual). Lo cierto es conviene tener el título, puesto que la mayoría de los empleadores exigen tener el SFI. Si bien tenerlo no garantiza la obtención de un puesto de trabajo, no tenerlo lo dificulta notablemente. 

Pero la lengua no lo es todo. No hay que olvidar formación. La demanda de mano de obra con una baja cualificación es muy baja en Suecia. Los recién llegados sin cualificación o que no tengan su título homologado (de educación superior, formación profesional o similares), no podrán acceder a puestos bien remunerados. Pero el Estado sueco provee de educación gratuita a todos los niveles a sus nacionales (y en la superior, los ciudadanos miembros de la UE/EEE están también exentos del pago de los derechos de matrícula). Los alumnos adultos cuentan además con una extensa red de escuelas para adultos, que están enfocadas a la preparación para continuar con estudios de un nivel superior.

Hasta aquí, todo parece ideal. Entonces, ¿qué ha fallado?

El Estado del Bienestar sueco está pensado para ayudar de modo temporal a aquellos que lo necesiten, con la idea de dotarles de una red de seguridad que les permita volver a integrarse en el mercado laboral y salir de las zonas de exclusión. El problema radica en que nunca se imaginó que determinadas ayudas se cronificaran en el tiempo y en colectivos determinados. De hecho, un estudio de del Institute for the Study of Labor (IZA) de 2011, titulado "Disparities in Social Assistance Receipt between Immigrants and Natives in Sweden" señala otro hecho a tener en cuenta: "Muchos inmigrantes residen desproporcionalmente en lugares donde un número relativamente alto de hogares reciben asistencia social, y esto puede aumentar el conocimiento sobre el programa, además de disminuir el estigma de convertirse en receptor (de la ayuda)" (pag.15).

Por otro lado, la expansión del Estado del Bienestar y de varias generaciones que han nacido dentro de él, ha hecho desaparecer en gran medida el deseo de autosuficiencia, de intentar valerse por uno mismo, sin pedir ayuda a los demás a menos que realmente se necesite; ciudadanos que se enfrenten a los cambios sin mirar constantemente al Estado. Ahora, se toma como natural el hecho de ser sujeto de derechos, por el mero hecho de ser persona, pero parecen soslayarse las obligaciones. La responsabilidad individual por los propios actos se diluye en una responsabilidad global del Estado por nuestras decisiones, buenas o malas. Hasta la familia, sobre todo las personas mayores, es una "carga" que debe ser asumida por el Estado. 

En un contexto así, no extraña que muchos inmigrantes, atraidos por el aura de divinidad del modelo sueco y ese retorcido sentido de la responsabilidad individual, se sientan defraudados cuando el Estado no responde a todas sus demandas. Se encuentran con que deben hablar buen sueco, estar formados o esforzarse en formarse (oportunidades no faltan, como he señalado antes) y, además, tomar la iniciativa en relación a la búsqueda de empleo, pues el Arbetsförmedlingen no vendrá hasta su puerta a ofrecerles un puesto de dirección precisamente.

Algunos de los alborotadores de Husby incluso se escudan en el supuesto racismo o xenofobia de Suecia. Acusación absolutamente infundada. No conozco sociedad más abierta y tolerante. Puedo entender el choque cultural que sufren inmigrantes provenientes de países con una pobre tradición democrática o donde otras fuerzas, como la tradición o la religión, tienen un gran peso. Pero eso no se resuelve recreando en el país de acogida los mismos vicios que hicieron del suyo un lugar poco agradable para vivir (los llamados "crímenes de honor", inexistentes hace apenas 20 años, aumentan cada año) sino viendo dónde estaban los fallos y abrazando con alegría la oportunidad de comenzar de nuevo. Destruir su propio vecindario no ayuda en nada a resolver sus problemas, y dan muy mala imagen de la mayoría de sus residentes, gente honrada y pacífica. 


El papel de la prensa y reacciones políticas. 

Es bien sabido que una foto sobrecogedora o un titular impactante contribuyen en mucho a vender y, en ocasiones, un medio pagará un buen dinero por ese material a terceros, si sus periodistas no han podido proporcionarlo. Sin embargo, de ahí a la acusación de algunos jóvenes vándalos vecinos que participaron en los disturbios, que supuestamente habrían quemado coches casi por encargo del Aftonbladet o del Expressen, hay un trecho.

En honor a la verdad, ni Estocolmo está ardiendo, ni hay razones para que países como Estados Unidos y Reino Unido lancen advertencias a sus ciudadanos que visiten el país estos días. Aunque muy llamativos, sobre todo por acontecer en Suecia, los disturbios de Husby no son comparables en gravedad con los ya mencionados de París en 2005 y Tottenham en 2011, aunque se hayan extendido a otros suburbios.

La mayoría de la clase política sueca ha reaccionado con bastante sentido común y llamadas a la calma y a no criminalizar colectivos enteros, y menos áun a todos los vecinos de Husby. Sin embargo, partidos con un discurso anti-inmigración (ilegal) muy marcado como el Sverigedemokraterna (Partido de los Demócratas Suecos) se frotan las manos de cara a próximas elecciones por el rédito electoral que les puede reportar.

Una conclusión.

El conjunto del sistema goza de buena salud, aunque sufra achaques. Entiendo necesaria la existencia de algún tipo de red asistencial que, cuando verdaderamente se necesite, permita no caer y volver a levantarse. Siempre habrá colectivos vulnerables que deban gozar de una especial protección, y a éstos hay que ayudarles especialmente para que logren ese espíritu de autosuficiencia e independencia que les motive para mejorar su situación.

La sociedad sueca es tolerante y abierta y hay muchísimos inmigrantes y asilados políticos que se han integrado a la perfección en la sociedad sueca, así como sus hijos. Las oportunidades ofrecidas para aprender el idioma y obtener cualificaciones académicas que permitan acceder a mejores trabajos, no tienen parangón en muchos países.

La integración pasa por abrazar los valores de la sociedad sueca. La tradición, religión o la falta de cultura democrática no pueden ser excusa para mantenerse aislado o pretender lograr un trato privilegiado. Será necesario un trabajo intensivo de concienciación de los colectivos más propensos a cerrarse en sí mismos para que comprendan que, determinados cambios, no atentan contra su cultura, sino que la mejoran; y que hay actitudes inaceptables y tradiciones criminales. No todo es aceptable en nombre del multiculturalismo.

1 comentario

  1. Articulo muy interesante. Le quería preguntar si me puede recomendar algun libro sobre la política y el estado del bienestar Sueco, y si puede ser que no sea Neoliberal, ni el del sr. Rojas.
    gracias!!

    Angel

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