sábado, 24 de agosto de 2013

Alegato por la democracia: nadie desea vivir en una sociedad del terror (I) El hundimiento de la URSS

Quiero compartir con ustedes un libro que he releido recientemente y que, tanto antes como ahora, fue para mi como una revelación: antes, porque aportaba claridad moral y guías para distinguir las sociedades libres de las sociedades del miedo; y ahora, porque ayuda a explicar en buena medida el por qué de las revueltas en el mundo árabe y hacia dónde deberían dirigirse los esfuerzos de la comunidad internacional si no queremos repetir los errores del pasado.

Partamos de un principio básico: todos desean vivir en un regimen de libertad antes que en uno del terror y, como consecuencia lógica, ninguna sociedad es a priori incompatible con la democracia. Sobre esta última idea, echemos la vista atrás y recordemos como en los años 30 del siglo pasado, la joven democracia liberal se encontraba en crisis y al borde del colapso en buena parte del mundo. El breve experimento democrático en la Rusia zarista había sido cortado de raiz por los bolcheviques; en Japón, un nacionalismo militarista y expansionista asfixiaba la vida política; y en Alemania e Italia, regímenes totalitarios se habían encargado de finiquitar todo rescoldo democrático. Parecía que la democracia liberal era algo no exportable más allá de los países en que había nacido. Sin embargo, ¿deseaban los ciudadanos de estos países estar sometidos? Por supuesto que no. Es más, cuando cambiaron las circunstancias, todos abrazaron con entusiasmo la democracia

Natan Sharanski junto a las portadas de la edición americana y española de su libro.
¿Cómo es posible? Aquí es donde una de las figuras empleadas por Natan Sharansky en su libro "Alegato por la Democracia" cobra especial relevancia: el doblepensador. Para contextualizarlo mejor, Sharansky divide en tres categorías a los ciudadanos de las sociedades del miedo: los creyentes, adictos al régimen, los disidentes, que dicen abiertamente lo que piensan sobre el régimen a riesgo de su integridad personal, y los doblepensadores, la categoría más amplia, que externamente parecen seguir las directrices de un régimen al que no apoyan, pero no tienen el valor suficiente para externalizarlo. Cuanta más fuerte sea la represión en una sociedad del miedo, mayor será el número de doblepensadores.

¿Cómo se puede hacer que aumente la cantidad de doblepensadores y, por consiguiente, su paso natural: la disidencia? Ante todo, no contemporizando con las sociedades del miedo. Sharansky, como antiguo disidente de la Unión Soviética, que pasó nueve años en la cárcel bajo una acusación de espionaje absolutamente falsa(incluso públicamente negada por el ex-presidente norteamericano Jimmy Carter), sabe muy bien de lo que habla.

Las sociedades del miedo requieren para su estabilidad interna de la creación de un enemigo externo al que poder culpar de todos sus males (lean la "Rebelión en la granja" de George Orwell para verlo con claridad. El "sabotaje" del capítulo VI es de antología) y que permita acallar las críticas internas. Pero esto supone ejercer un control inmenso y crear un sistema cerrado y represor que no se puede mantener indefinidamente. La URSS estaba abocada al fracaso, porque la ingente cantidad de recursos que utilizaba para someter a su propio pueblo y continuar con su política de confrontación con Occidente, la detraía directamente de su bienestar. Los diferentes acuerdos de limitación de la carrera de armamento no convencional firmados por los soviéticos fueron meros movimientos tácticos, destinados a encubrir bajo un barniz de buenas intenciones y "pacifismo" el hecho de no poder seguir el mismo ritmo que sus competidores. El aparente buen trabajo de la diplomacia al "reducir la tensión" entre el Este y el Oeste, era un balón de oxígeno que Occidente regalaba a la dictadura comunista.

En Estados Unidos, el congresista Henry Jackson había logrado la aprobación en 1974 de la que sería conocida como Enmienda Jackson-Vanik, y que negaba el estatus de nación más favorecida a aquellos países sin economías de mercado que restringieran la libertad de emigración y otros derechos humanos. Algunos seguidores del realismo político, como Henry Kissinger, no estaban a favor de esta enmienda, por considerar que era más conveniente la política de la détente (distensión), acabo mostrándose como un poderoso instrumento de presión. Aunque inicialmente pensada para defender el derecho a emigrar de los judios rusos, otros muchos grupos étnicos de la Unión Soviética se adscribieron a la iniciativa y el Partido Comunista se enfrentó a un descontento creciente. Esta enmienda se vio reforzada internacionalmente con la firma en 1975 del Acta Final de Helsinki, en que se trataba explícitamente el respeto a los derechos humanos, incluso en el bloque soviético (aunque es verdad que no había ningún órgano de seguimiento oficial o sanciones previstas en caso de incumplimiento), los dirigentes de la URSS no se dieron cuenta que habían cavado su propia tumba; nunca pensaron que unos acuerdos que planeaban incumplir acabaran teniendo tanta fuerza.

La Glastnost (Política de transparencia) de Gorbachov no fue en ningún momento un genuino intento de democratización de una Unión Soviética en franca decadencia; no nos engañemos, todavía creía posible salvar el sistema comunista, dándole una cara más humana como reclamaban los llamados eurocomunistas. Pero este aperturismo dio rienda suelta a muchos doblepensadores para que expresaran lo que sentían y darse cuenta que eran millones. Por otro lado, los propios dirigentes de la URSS descubrieron con horror, no sólo que no podían competir con el reto de la "Guerra de las Galaxias" de Reagan, sino el calamitoso estado de una economía que se caía a pedazos, una industria deficitaria y una tecnología obsoleta. Tantos años de mentirse a sí mismos y no dar datos reales, por miedo a dar la impresión que el paraiso socialista, quizás no lo era tanto, había logrado una total desinformación de aquellos que debieran tomar las decisiones para corregir los defectos. El colapso era ya cuestión de tiempo. Por fin, mostrarse firme y no dar un respiro a la sociedad del miedo, dio sus frutos.

Esperen a la segunda parte, en la que les explicaré qué relación tiene todo esto con las primaveras árabes y la claridad moral.

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