No sé si el panorama político catalán es el espejo en que hay que mirarse tras las elecciones generales del 20D, pero es con seguridad, salvando las distancias, un buen indicador de lo que puede ocurrir: vernos abocados a unas nuevas elecciones.
Foto de Jordi Boixareu con licencia Creative Commons |
Brevemente, veamos las semejanzas y diferencias
SEMEJANZAS | DIFERENCIAS |
El partido más votado no obtiene
mayoría suficiente (ni en escaños ni en votos, esto último
serviría como mucho para declararse vencedor moral) para gobernar
en solitario
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En Cataluña, el partido más
votado se encuentra a gran distancia de los demás y relativamente
cerca de la mayoría parlamentaria. En las Generales, el partido
más votado se encuentra muy lejos de la mayoría
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Se depende de terceros partidos
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En Cataluña, un único partido
podría otorgar la mayoría. En el Parlamento nacional, ninguna
combinación otorgaría una mayoría clara y estable
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Aunque formalmente la CUP haya dejado en manos de sus afiliados la decisión de investir o no a Artur Mas, el proceso seguido (con varias votaciones, empate casi imposible y votación final de su ejecutiva) muestra a las claras que la intención de la directiva era lograr un sí. Al fin y al cabo les une un mismo proyecto, aunque en lo demás sean diametralmente opuestos ideológicamente. La dimisión de Antonio Baños al darse el no definitivo lo evidencia.
En cualquier caso, el no de la CUP y la convocatoria de nuevas elecciones puede ser algo tremendamente positivo. Es muy probable que se dé una bajada (las encuestas ya apuntan a un desgaste del movimiento independentista) en el voto de fuerzas favorables a la independencia catalana, debido a que la falta de acuerdo y la discusión pública de los problemas asociados a una declaración unilateral de independencia ha dado lugar a la reflexión de muchos votantes sobre las razones y las verdaderas consecuencias de su voto. Al interno de Convergència, muchos respiran aliviados de no internarse más en un berenjenal que cada vez les resta más apoyos, que acaban principalmente en ERC. A esto se debe añadir que el Partido Popular ya no cuenta con mayoría absoluta ni hay visos de recuperarla a corto y medio plazo, lo que impedirá el uso de la estrategia de confrontación basada en "el inmovilismo de Madrid".
Una nueva distribución de fuerzas en el Parlamento catalán, con una clara mayoría no independentista, sumado a un gobierno en minoría en Madrid, debería apaciguar por una temporada el enfrentamiento y devolver la cuestión independentista a la senda del diálogo y, sobre todo, del sentido común.
Todo el anterior análisis parte de la base previsible, pero no inevitable, de nuevas elecciones en Cataluña. Pero las cosas pueden cambiar en cualquier momento. Artur Mas es un enterrador político, porque todo aquel al que convence para participar en su particular huida hacia delante; quemando puentes y puntos de encuentro; disfrazando la realidad mediante acusaciones de trato discriminatorio a Madrid (fuente de todos los males del imaginario colectivo independentista), para no asumir que no ha sabido hacer frente a los problemas reales de la sociedad catalana durante los años de crisis; acaba pagando las consecuencias. El fin de Convergència i Unió y la pérdida de votos elección tras elección desde hace cuatro años lo dicen todo.
Aún con esos precedentes, Mas ha recalcado por activa y por pasiva tras el no definitivo de la CUP, que tiene hasta el día 11 para firmar el decreto de convocatoria de nuevas elecciones, e incluso que ni siquiera le hacen falta todos los votos de la formación antisistema, cinco que voten a favor y cinco que se abstengan le resulta suficiente. Puede parecer una maniobra desesperada, que lo es, para mendigar los apoyos que necesita. Sin embargo, deja en el tejado de la CUP toda la responsabilidad de no llevar adelante el proceso independentista.
Vista la situación en conjunto, parece más sencillo investir presidente del gobierno español a Mariano Rajoy, si el PSOE entra en razón, se deja de amistades peligrosas y se abstiene en segunda votación durante la investidura, que lograr investir a Mas antes del día 11. Siendo realistas, cualquier pacto con Podemos sólo puede acabar fagocitándoles, como ya ha pasado con Izquierda Unida... y eso sin pacto.
¿Alguna apuesta sobre que pasará?
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