martes, 14 de junio de 2016

13J: un debate descafeinado y sin azucar

Creo que nunca he sentido tamaña sensación de déjà vu en un debate electoral, pero tampoco se había dado en la historia reciente de nuestro país una convocatoria de elecciones por la incapacidad de formar gobierno. Por otro lado, no hay que poner el grito en el cielo por ello. Países de nuestro entorno, como Italia, cuentan con una larga tradición de gobiernos efímeros y Bélgica logró un verdadero record, 541 días sin gobierno entre 2010 y 2011, en que no les fue nada mal. Lo cierto es que, a la vista de lo oido en el debate, la perspectiva de que la crisis para formar mayorías estables continúe no es descabellada.

Sobrio diseño del plató del debate, con atriles para permitir tomar notas y dar mayor seguridad
La presencia esta vez del Presidente del Gobierno en Funciones, Mariano Rajoy, suponía un elemento diferenciador importante en relación al debate previo de hace apenas seis meses. Las preguntas que todos nos hacíamos eran si éste sería de carácter tan bronco como el cara a cara con Sánchez, si Iglesias volvería a ningunear a Sánchez o, en general, si habría un frente común contra Rajoy y éste aguantaría o no los embites. 

En relación al empleo, las posiciones de Podemos y PSOE fueron por la vía de derogar toda la reforma laboral del Partido Popular, luchar contra la precariedad laboral e incrementar el salario mínimo. Iglesias pinta un panorama especialmente apocalíptico y desolador de las condiciones de vida de los españoles. Rivera mostró un carácter más dialogante, que podría ser visto como un guiño al PP, en el sentido que no aboga por la derogación, sino por la reforma de aquello que no funciona. 

Rajoy recordó la situación que se encontró en 2011, las dificultades y duras decisiones para evitar un rescate que parecía inminente y que nos habría dejado en una situación como la griega, y los esfuerzos que han hecho los españoles. Propone perserverar en las políticas que han propiciado la recuperación, a fin de crear dos millones de nuevos puestos de trabajo. En relación a la precariedad laboral, hizo hincapie en que más del 70% de los trabajadores tienen contrato indefinido. Me pareció correcta la matización que hizo al explicar como un 93% de contratos temporales, no significa un 93% de personas con contrato temporal.

Los autónomos, esos superhombres de nuestro sistema productivo, recibieron una especial atención, con promesas por parte de los diferentes aspirantes de reducirles la cuota o no cobrársela en absoluto, según el nivel de ingresos. Ya no se promete que puedan cobrar el paro, pues esa posibilidad existe desde el 1 de enero de 2015 si se cumplen determinados requisitos.

Iglesias negó la mayor, que las políticas económicas de Rajoy hubieran logrado crear crecimiento y que, si éste se había producido, era más por el esfuerzo de "la gente" que por sus políticas. Rivera le echó en cara a Rajoy no haber tomado muchas de las medidas que propone cuando contó con mayoría absoluta, e incluso que tomara las contrarias (subida del IRPF e IVA), pero también tuvo palabras para Iglesias, al que acusó de enmascarar una seria subida de impuestos en su catálogo de Ikea electoral y le recordó el fracaso de Grecia. Sánchez no perdió la oportunidad de mencionar la amnistía fiscal que, según estima, ha supuesto una pérdida de recaudación de 10.000 millones de euros, los mismos que ahora reclama la UE en nuevos recortes. Defiende, a fin de mantener el sistema actual de Seguridad Social, un recargo de solidaridad a las grandes fortunas, como el que existe en otros países europeos, y reactivar el pacto de Toledo. Iglesias, habla abiertamente de subida de impuestos, aunque supuestamente limitada al 2% más rico (Rivera le quita rápidamente la máscara socialdemócrata), impuesto a las transacciones financieras y persecución del fraude fiscal. El escepticismo de Rajoy ante las recetas propuestas se hizo patente con comentarios como "todos dicen que van a arreglar las cosas como por arte de magia" y "gobernar es muy difícil, predicar es muy fácil", además de recordar que en el último año la recaudación había aumentado.

En cuestiones de política social, Pablo Iglesias sigue en un línea apocalíptica habitual y de promesas mesiánicas, mientras murmuraba a Sánchez un "se equivoca usted de adversario" y renovaba su "mano tendida" para un gobierno de progreso. Al fin y al cabo, y por una vez debo estar de acuerdo con el, nadie va a tener mayoría absoluta tras las elecciones. Sin embargo, encuentro bastante sorna y mucha mala baba en que dijera que "si tiene más votos que nosotros, le volveré a apoyar". Disculpenme si la memoria me falla, pero no recuerdo que le apoyase anteriormente. Rajoy le recordó que el 60% del presupuesto de las administraciones públicas se destina a gasto social y que 13 millones de españoles a día de hoy perciben alguna prestación (sobre todo pensiones). Insiste en que lo que se necesita es más españoles trabajando. Rivera, en un verdadero ejercicio de realismo político, señaló que "la mejor política social es la que se puede pagar", acusó a Iglesias de querer salir del euro y propuso una ley de igualdad, de modo que sanidad, educación y dependencia recibieran el mismo trato en todo el territorio español (Iglesias le echaría en cara posteriormente querer quitar competencias a las comunidades autónomas, aunque considero que unos estándares razonables a nivel nacional serían positivos para evitar desigualdades de trato a los ciudadanos según la comunidad autónoma a la que pertenezcan). Sánchez insistió de nuevo en el recargo de solidaridad, el fin del copago farmaceútico y volver a la universalidad de la cobertura sanitaria, así como revitalizar la ley de dependencia.

La cuestión indepentista del "derecho a decidir" mostró las graves contradicciones internas de Podemos, que por un lado se vende como un partido nacional, que reclama conceptos tales como patria, y que luego no se sonroja siquiera a la hora de sugerir la posibilidad de que determinadas partes del país puedan desgajarse del mismo. De hecho, no vaciló en culpar del ascenso independentista al "inmovilismo" de otras formaciones y apeló a reconocer el carácter plural de España (como si no fuera ya reconocido). Con todo, preguntado posteriormente si la cuestión del referendum era una línea roja para pactar con otras formaciones, dijo rotundamente que "en una negociación de gobierno nohay nunca líneas rojas", lo que puede haber sentado muy mal a sus socios independentistas. Aquí fue un claro todos contra Iglesias como en el anterior debate. Rajoy recogió bien la opinión de la mayoría, al afirmar que lo importante es que todos los españoles, y no sólo una parte, puedan decidir. Defiende el derecho a hablar de todo, pero dentro de unos límites.

El bloque dedicado a la regeneración democrática y reformas constitucionales fue algo más ágil que los demás, plagado de acusaciones mutuas. Algunas de las propuestas comunes fueron poner fin a las puertas giratorias, la financiación irregular y la corrupción de los partidos políticos, acabar con los aforamientos y endurecer el régimen de incompatibilidades al dejar el cargo. Se cruzaron acusaciones por corrupción y vimos a un Pablo Iglesias muy nervioso y enfadado cuando se habló de la financiación venezolana de su partido. Rajoy recordó que nunca se han aprobado tantos paquetes de medidas para luchar contra la corrupción como durante su gobierno y que, las últimas medidas propuestas, fueron tumbadas por el voto en contra del PSOE. Así mismo, negó que durante su mandato se hubiera concedido ningún indulto por temas de corrupción. Hizo bien en matizar que la cuestión de los aforamientos es discutible (éstos tienen un origen histórico y una razón de ser, además de no implicar ausencia de responsabilidad), pero q ue no implican en ningún caso que sean juzgados de modo más favorable o por jueces menos independientes. A todo esto, Sánchez rehuía mirar a la cara a Rajoy. Rivera fue tajante al afirmar que no puede haber un nuevo gobierno de España que no sea implacable con la corrupción o cuyo presidente no tenga autoridad moral para perseguirlo.

El bloque de política exterior pasó sin pena ni gloria. Sólo cabe destacar la referencia a terminar conlos paraisos fiscales y la cuestión de los refugiados. Iglesias, en un ejercicio de cinismo y arrogancia, puso como ejemplo la "actuación de las ciudades del cambio", que supuestamente habian habilitado espacios municipales para acogerlos. Debo recordar que nunca se ha pasado de meras declaraciones, sin llevarlas a la práctica.


El minuto de oro final fue decepcionante de pura sobriedad, casi como el papel de los pobre moderadores, en especial Pedro Piqueras, a quienes los candidatos no hacían demasiado caso ni contestaban sus preguntas.

No puedo decir que haya habido un claro ganador, pero sí que tampoco ha habido un perdedor tan claro como en el anterior debate a cuatro. Sánchez estuvo más solido, pero quedó la sensación de ser un convidado de piedra. Los reproches mutuos entre Iglesias y Sánchez no auguran un pacto fácil, de llevarse a cabo, tras las elecciones. Creo que la clave la tendrá ciudadanos, que puede suavizar las exigencias de derogación de las medidas tomadas por el PP que pide el PSOE, pero permitir la introducción de reformas profundas en un posible pacto a tres que no incluya a Podemos. El PP será, sin lugar a dudas, el más votado, y sería un error ningunearle.

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