viernes, 24 de junio de 2016

Brexit: el triunfo de la sinrazón

Los peores temores se han visto cumplidos: Reino Unido ha votado a favor de abandonar la Unión Europea y ya sólo resta consumar de facto el Brexit. Quién liderará esta salida no está claro todavía, lo único seguro es que no será David Cameron, quien ya ha anunciado que para octubre habrá nuevo Primer Ministro. Posiblemente nunca se le pasó por la cabeza al prometer en 2013 la celebración del referendum, que lo llegaría a perder. Y eso a pesar de haber firmado en febrero de 2016 un acuerdo verdaderamente infame con la UE, que socava principios comunitarios fundamentales como la libertad de circulación de trabajadores, a fin de dar su apoyo a la permanencia de Reino Unido en la Unión.

¿Acaso queremos volver a esta Europa? Imagen: Atlas portatil Justus Perther, 1907
Si bien es verdad que el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea establece la posibilidad para los Estados miembros de salir de la Unión, se trata de un proceso inédito en la historia de la UE con muchas dudas e interrogantes. El proceso de dos años prorrogables que se abre ahora está destinado únicamente a pactar las condiciones de la separación, no a determinar el nuevo estatus de las relaciones entre la Unión y Reino Unido tras ésta. Es decir, como cualquier tercer Estado, deberá negociar con la Unión desde cero. Lo normal es que, salvo que se pacte algo extraordinario, todos los acuerdos comerciales que la UE mantiene con terceros países dejen de ser aplicables a Reino Unido. Así pues, si bien una Unión Europea con un miembro menos del tamaño y la influencia de Reino Unido puede provocar incertidumbres en un potencial inversor, un Reino Unido que sea tercer Estado y que tenga que ganarse de nuevo un lugar en el mundo, está abocado a una larga travesía por el desierto.

A nivel interno, un resultado tan tremendamente ajustado, en el que el Brexit se ha impuesto por un 51,9% de los votos, evidencia una división brutal entre los británicos (y evidencia una enorme brecha generacional que hace pensar en un futuro referendum para reingresar en la UE) que dejará heridas abiertas durante mucho tiempo y que puede afectar a su propia integridad territorial. Si examinamos con atención la distribución de voto, se aprecia claramente que Gales e Inglaterra (con la excepción de Londres) se inclinaron mayoritariamente por la salida, mientras que Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar se inclinaron por la permanencia. Este no a Europa puede dar alas de nuevo al movimiento independentista escocés, que había perdido bastante fuelle en los últimos tiempos y, tras trescientos años de ocupación, devolver Gibraltar a su lugar natural: España. El futuro de Irlanda del norte es incierto, pudiendo pasar tanto por una unión con Irlanda como por la independencia para intentar entonces su entrada en la UE.

En cualquier caso, se acaba de abrir la caja de pandora. Otros movimientos populistas europeos anti-UE reclaman ya referendums similares en sus países (Marine Le Pen en Francia,Geert Wildes en Holanda o Matteo Salvini en Italia), afirmando el carácter "antidemocrático" de la Unión, en contra de las "élites eurófilas" y apelando a la recuperación de la libertad y la soberanía. La UE se convierte para ellos en el gran chivo expiatorio, alfa y omega de todos los problemas, reales o imaginarios, que creen que azotan sus países. 

Las consecuencias económicas en los mercados mundiales no se han hecho esperar, con bajadas pronunciadas en las principales bolsas internacionales y depreciación sin precedentes de la libra esterlina, que ha caido a niveles de 1985 tras perder un 10% de su valor frente al dolar: tampoco escapa el euro, que cae un 3%. Las bolsas de Londres y Frankurt pierden en su apertura en torno al 8% mientras que la bolsa española se desploma un 12%. La prima de riesgo española se ve afectada, subiendo hasta los 190 puntos.

Otro gran interrogante es qué pasará con los 3 millones de comunitarios que viven y trabajan en Reino Unido. Los partidarios del Brexit han defendido por activa y por pasiva que serán regularizados y no se verán afectados, pudiendo continuar como hasta ahora. Sin embargo, la cuestión no está tan clara. La libre circulación de trabajadores ha sido un pilar fundamental de la Unión Europea y principal punto al que se oponían sus detractores. Nada hace pensar que se van a volver más abiertos y tolerantes frente a esta población extranjera; menos aún si tenemos en cuenta que la contracción de la economía británica por la salida es un hecho virtualmente consumado. y no hay que olvidar que en España viven más de 200.000 británicos, principalmente jubilados, que han votado mayoritariamente a favor de la permanencia y para los que el brexit supone un serio mazazo por la pérdida de poder adquisitivo que representa y de la asistencia sanitaria española, de la que disfrutaban como ciudadanos de pleno derecho de la Unión.

¿Cómo se ha podido llegar a este punto? Resulta casi imposible imaginar como un país que había intentando entrar en la Comunidad Económica Europea en varias ocasiones (1963 y 1967, pero se toparon con el veto francés hasta entrar definitivamente en 1973) y que en 1975 apoyó mediante referendum la permanencia en la CEE por un 67% de los votos, vaya ahora a abandonar la UE.

La larga crisis que vivimos desde 2008 ha acentuado la sensación en grandes sectores de la población que la UE más que solución es causa de problemas, pues la cesión de competencias ha llevado a que desde Bruselas se impongan medidas de ajuste y control del gasto público sin que los parlamentos nacionales pudieran oponerse. Debo decir que esta es una gran paradoja de la Unión, pues esos mismos parlamentos no han dudado en colgarse medallas por políticas de la Unión cuando las cosas iban bien. Es, por poner un ejemplo, el típico caso de un niño ante un examen. Si aprueba, éste dirá "he aprobado", si suspende "me han suspendido". Sospecho que han captado la diferencia de matiz.

En momentos de crisis e incertidumbre, los populismos prometen soluciones fáciles y dan visiones maniqueas y torticeras de la realidad, además de ofrecer chivos expiatorios, como la UE. Además, apelan a las emociones, jamás al cerebro. Los defensores del Brexit nunca se olvidaban de recordar que Gran Bretaña era el segundo contribuyente neto al presupuesto de la Unión, pero callando como putas lo que les era devuelto en el famoso "cheque británico" ni lo que les beneficiaba ser parte de un mercado común como el europeo. En el caso británico, se notan las reminiscencias del pasado imperial británico y una cierta nostalgia por volver a él. Sin embargo, la realidad es que Reino Unido ha cometido un error garrafal que le conduce a la irrelevancia política y económica. Las circunstancias políticas y económicas que se daban cuando entró en la Unión en 1973 han cambiado y no va a recuperar el estatus que tenía en aquel momento.

Hoy es un día infame en el que la sinrazón ha triunfado. La Unión Europea tal como la conocíamos ha muerto, ¿larga vida a la Unión Europea?

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