No todos los días se tiene la oportunidad de escuchar a ponentes con la relevancia de Esperanza Aguirre hablar de uno de los grandes males que amenaza la democracia liberal en el siglo XXI,como ya lo hiciera en el siglo XX: el populismo y sus riesgos para la democracia.
Esperanza Aguirre atendiendo a los medios a la entrada de la UIMP de Valencia |
Pero, antes de nada, mi más sincero agradecimiento a la Red Floridablanca por organizar en la sede valenciana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo su primer curso político, con el sugestivo título de "Globalización y responsabilidad: Nuevos horizontes de la democracia liberal", que ha contado entre sus ponentes con un variado elenco de académicos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación y políticos de reconocido prestigio.
Esperanza Aguirre e Isabel Benjumea, Directora de la Red Floridablanca |
Esperanza Aguirre comenzó señalando que el virus del totalitarismo revive en nuevas cepas y hasta es contemplado con simpatía por algunos. Siendo una de sus manifestaciones actuales el islamismo, que no cesa de atacar al mundo libre donde y cuando puede; sometiendo, masacrando e invadiendo países que no se pliegan a sus dictados. Como apunte personal del que escribe esta crónica, no exagera en absoluto respecto al peligro islamista. A día de hoy, el 82% de los conflictos armados son de base islamista. Lo peor es los apoyos que recibe por parte de personas que odian la democracia liberal, producto del fracaso de sus quimeras comunistas. Otro foco de violencia en que puede mutar el virus del totalitarismo es el nacionalismo, como bien conocemos en España por el caso de ETA.
Centrándose ya en el tema concreto de su conferencia, fue tajante al afirmar que el populismo es otra de las cepas en que muta el virus del totalitarismo. Y pasa a definirlo como un conjunto de estrategias o trucos para lograr el poder e imponer un proyecto totalitario y perpetuarse indefinidamente en el poder. Da igual que se trate de un populismo de izquierdas o derechas, puntualiza.
Enumeró una serie de elementos que concurren en todos los populismos y permite reconocerlos:
- Crisis real o figurada, como pudiera ser el caso de la Rusia Zarista en la Primera Guerra Mundial o la quema del Reichstag en 1933, o casos de corrupción magnificados, como las acusaciones nazis a políticos liberales y centristas de la Alemania de Weimar.
- Sensación de que los políticos (no populistas, entiéndase), además de corruptos, son ineficaces e incapaces de resolver los problemas que aquejan al pueblo.
- En relación con lo anterior, predican que se necesita una nueva política, que nunca definen ni concretan.
- Se ofrecen soluciones simples a problemas muy complicados.
- Se crea un enemigo interno o externo, al que se culpa de todo: la burguesía para los comunistas, la casta o los inmigrantes para los diferentes movimientos nacionalistas excluyentes. El mundo se divide en buenos y malos.
- Los buenos son "el pueblo" (los descamisados de Perón, por poner un ejemplo), que está llamado a hacer cosas grandes, pero los pérfidos políticos se lo impiden.
Recordó la paradoja que esta estrategia populista sólo se produce en marcos democráticos. Pero cuando un partido populista alcanza el poder en una democracia liberal, lo primero que hace es destruir todos los mecanismos de control que le ponen cortapisas (Hitler se dio poderes dictatoriales con el Decreto del Presidente del Reich para la Protección del pueblo y del Estado tras el incendio del Reichstag o los plenos poderes de que se ha dotado el Presidente Maduro para evitar que la oposición gobierne).
Advirtió que, hoy día, los populismos han encontrado una herramienta de control más sutil: la democracia permanente (nombre que suena aparentemente bien), con movilización permanente y plebiscitos constantes. La razón es simple, las connotaciones negativas de la palabra comunismo lleva a que lo camuflen en el término "democracia participativa". Se obvia que, con las preguntas adecuadas y el control de los plebiscitos, se puede obtener la respuesta que se quiera.
Esperanza Aguirre durante su intervención en la UIMP de Valencia junto a Agustín Moratalla, Director de la misma |
Lanzó una interesante pregunta al aire que invita a la reflexión: ¿Qué ha pasado en España para que el segundo partido (de haber habido nuevas elecciones y se hubieran cumplido los últimos sondeos del CIS) sea un híbrido entre el populismo bolivariano y el comunismo de facultad? ¿Qué hay que hacer para que no consigan sus objetivos?
La victoria de Donald Trump en la carrera a la Casa Blanca, le sirvió para poder aplicar la lista de elementos antes mencionada y descubrir sinos encontramos en presencia de un verdadero populista.
Lo primero que hizo fue una crítica a la prensa a la hora de transmitir información sobre el largo proceso electoral. En buena medida recibimos la opinión de las dos costas, pero se olvida el resto del país, lo que hace muy difícil comprender su victoria y hasta que punto su particular estilo político es populista en sentido estricto.
Para comenzar, no se cumplen las condiciones de crisis económica y social profunda. De hecho, su nivel de desempleo era de un 4,9% el pasado mes de octubre. Por otro lado, tampoco parece darse una corrupción generalizada ni un proceso de descomposición de las instituciones (con independencia del hartazgo respecto de la casta política. En este sentido, la elección de Hillary Clinton como candidata fue un error).
Sí que es cierto que Trump se ha servido de trucos populistas, dramatizando y exagerando los problemas de la población blanca y creando un enemigo exterior, personalizado en la inmigración. Con todo, habrá que ver como acaba actuando. Tampoco han sido del agrado de Aguirre las declaraciones de Trump contra el libre comercio, pero esto, matiza, no le convierte en populista, sino en un no-liberal.
Por último, nos instó a no olvidar que Trump ha llegado hasta la presidencia pasando por toda una serie de filtros democráticos: primarias, el aparato del Partido Republicano, la prensa y otros mecanismos institucionales de control del poder político.
Ya en el turno de preguntas, describió de modo muy gráfico el populismo como ir al curandero para curar una enfermedad grave: éste te prometerá que no pasarás por tratamientos duros para tratar la enfermedad. Al final, como es lógico, no te curarás con las hierbas que te mande. El populismo nunca ha servido para mejorar las condiciones sociales, económicas o educativas de un país. Además, añadió, los populismo ponen el énfasis en la cuestión de la desigualdad y no en la pobreza. Sin embargo, nadie ha muerto de desigualdad, sino de pobreza; y los países pobres son precisamente los más iguales.
Confío en que les haya resultado interesante y les invitó a comentar para hacer sus propias reflexiones. Como advertencia final, aunque me he ajustado a la estructura de la exposición y sus palabras, no se trata de una transcripción literal de la ponencia, si bien sirve como crónica bastante ajustada.
Yo también asistí a la conferencia de Esperanza Aguirre, una de las mujeres de la política que más me gustan de este país, (o quizá la única). Puede ser porque somos de la misma quinta, hemos asistido a la universidad en el mismo momento del final del franquismo, y hemos vivido los mismos acontecimientos desde el mismo prisma socio-cultural. Habló sobre el liberalismo político, y me quedé con ganas en el turno de preguntas, de saber su opinión de por que no existe en España ningún partido liberal como tal, por que nadie ha recogido nunca el testigo del Partido Liberal (1976-1989) de D. Enrique Larroque (al que pertenecimos, en su momento, la Señora Aguirre y la que escribe). Me entró la timidez, yo que no suelo serlo, y me quedé callada.
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