¿Existe solución a la actual situación de tensión en Cataluña? Si, y pasa, además de por un frente común y firme de los principales partidos de ámbito nacional (cosa que parece difícil, a juzgar por la nueva jugada del PSOE para reprobar a la vicepresidenta; una curiosa manera de nadar y guardar la ropa), por algo tan simple y conveniente como unas elecciones autonómicas anticipadas, es decir, un proceso electoral legal y con garantías: un censo, una junta electoral, una campaña en que haya de verdad más de una parte y una (al menos relativa) imparcialidad en el uso de medios públicos. En suma, justo lo contrario de lo ocurrido en el mal llamado referendum, donde no se daban ninguno de los elementos anteriores, e incluso cambiaban las reglas de juego a mitad de partido sin el menor embarazo.
Por mucho que se presuma de un aplastante apoyo al sí, del que nadie dudaba, ya que los que apoyan el no se limitaron a no votar en un proceso absolutamente ilegal y que había prescindido de ellos, hasat el punto de negarles la condición de catalanes. Si Puigdemont, en un acto final de infamia, lleva a cabo la proclamación unilateral de la independencia, será con el apoyo de menos de un 40% del censo total, según los propios datos que ofrecen. Esto deja fuera al 60% de los catalanes. Incluso para la vergüenza que fue el referendum de Kosovo se exigió al menos unn 55% de síes y que votara un 50% de la población.
Puigdemont habla de violación de derechos por la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que se vieron obligadas a actuar ante la pasividad e inacción de quienes deberían haber cumplido las órdenes dictadas por los tribunales. Actuación que en general fue proporcionada y no provocó 892 heridos, sino atendidos (matización importante). E incluso se produjeron milagros, como el de cierta señorita que pasó de tener todos los dedos de la mano rota a ligeras molestias en uno (y mejor no entrar en los bulos que circularony siguen circulando). Pero toca hablar de los derechos pisoteados de los catalanes no independentistas, que ven coartada su libertad de opinión y expresión porque desde las instituciones se ha dado patente de corso a todo aquel que porte una estelada.
Pero creo que es ya una ficción que Puigdemont y el PdCat controlen el procés. Hace ya tiempo que éste ha pasado a manos de la ANC, la CUP y Omnium, que desde un activismo callejero y de agitación continua, han creado un ambiente irrespirable y viciado. Las coaliciones contra natura tienen estos riesgos. En una huida desesperada hacia adelante, obviando los casos de corrupción que salpicaban a la antigua Convergència y la mala gestión en tiempos de crisis económica, prefirieron buscar un enemigo externo en lugar de asumir sus responsabilidades y, cuando esto no fue suficiente, subirse al carro del independentismo para intentar paliar la sangría de votos que le arañaba ERC.
Vuelvan a la sensatez y convoquen elecciones. Permitan que, ahora sí, los ciudadanos catalanes, TODOS, se expresen y voten como en conciencia prefieran. No tomen de modo unilateral, ilegal y minoritario una decisión que afecta a los derechos de todos, incluidos aquellos, la mayoría, que no les apoyan.
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