miércoles, 4 de octubre de 2017

Cinismo: un análisis del discurso de Puigdemont

Si alguna vez busca uno la definición de cinismo, creo que aparecerá la declaración institucional de Carles Puigdemont en respuesta al discurso del Rey Felipe VI. Con una cuidada escenografía, con la que intentaba dar la impresión de gran jefe de estado, lanzó un mensaje emocional en que obviaba las cuestiones legales, que le son completamente adversas. Claro, no vende igual decir que siempre pudo convocar elecciones y medir así el apoyo real de los catalanes a sus planes, pero decidió convocar un referendum ilegal en la forma y el fondo que, ateniéndose a las cifras que han aportado, ni siquiera representan al 40% de los catalanes.



Además de mantener que el pueblo catalán es una piña, no ahorró en referencias al diálogo, al civismo, la paz y la defensa de los derechos civiles; al gran seguimiento de la huelga, sin entrar en que fue auspiciada desde el Govern y que en sectores como la educación se forzaba más que se daba opción de elegir; y, por supuesto, a la "represión sin precedentes" y a la admiración que está recogiendo Cataluña como pueblo. En suma, ha pintado un escenario idílico en el que el independentismo es virtuoso y moralmente superior a todos aquellos que se intentan oponer a él.

Una afirmación en particular me ha resultado más cínica que las demás, que lo único que hace es seguir "el camino democráticamente marcado por los catalanes". Calla el hecho de que este camino es el elegido por una parte de los catalanes, y ni siquiera la mayoritaria. Y una referencia posterior a la "sociedad cohesionada en la diversidad", olvida, para variar, que los no independentistas hace tiempo que se sienten desplazados y abandonados, con miedo de expresarse por la virulencia de unas posiciones independentistas que han llevado a la sociedad catalana a una división como nunca habían padecido. Puede estar cohesionada una parte de la sociedad, pero el pueblo de Cataluña al que tanto menciona debería incluir todos los catalanes, y no sólo los que le son afectos. Velar por los derechos de los ciudadanos, cosa de la que presume, no es actuar al margen de los que no te apoyan.

Igual debería haberse callado la referencia a los apoyos que asegura estar recibiendo del resto de España (muy minoritarios, seamos realistas) y de fuera. Los apoyos internacionales a que hace referencia vienen de fuentes tan demócratas como Nigel Farage o Geert Wilders. No sé yo si es para presumir de ello. Ni el Parlamento Europeo, ni la Comisión, ni ningún país europeo le apoya.

Tras varios minutos de ponerse medallas, tocó la necesaria referencia al discurso del Rey. Para intentar desacreditarlo, le acusó de hacer suyo el discurso de Rajoy. La táctica de Puigdemont pasa siempre por atacar a Rajoy y al PP, lo que sabe le puede aportar simpatías, sin mencionar sus incumplimientos de la legalidad vigente. También lo tachó de inadecuado y de haber decepcionado a mucha gente en Cataluña. En parte estoy de acuerdo, pero esa decepción viene porque apeló a la necesaria defensa de la legalidad (como no podía ser de otra manera) y recordó al Govern una verdad incómoda: que ha socavado la armonía y la convivencia de la sociedad catalana, dividiéndola de tal modo que hoy está fracturada y enfrentada.

Vuelve a buscar la internacionalización del desafío al estado, pidiendo un proceso de mediación. Con bastante buen criterio, desde Europa se entiende que es un problema interno y se posicionan por el cumplimiento de la legalidad vigente. Las referencias a anteriores intentos de diálogo que dice haber llevado a cabo sin recibir respuesta positiva del estado, no se sostienen si se hace una simple consulta a la hemeroteca. Lo único que hay son desplantes.

Para finalizar, y en línea con el secretismo que ha caracterizado todo el procés, no ha dicho claramente nada sobre la probable declaración unilateral de independencia el lunes que viene, sólo una vaga y ambigua frase en la que decía que haría lo que han hecho antes otros pueblos. Vamos, una referencia velada al mantenimiento de su hoja de ruta.

Acusen a Rajoy de inmovilista si quieren, pero la ley y el sentido común indican que quizá hay un sordo peligroso al otro lado que en su mano tiene reducir la tensión.

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