Si alguna
vez busca uno la definición de cinismo, creo que aparecerá la declaración institucional de Carles Puigdemont en respuesta al
discurso del Rey Felipe VI. Con una cuidada escenografía, con la que
intentaba dar la impresión de gran jefe de estado, lanzó un mensaje
emocional en que obviaba las cuestiones legales, que le son
completamente adversas. Claro, no vende igual decir que siempre pudo
convocar elecciones y medir así el apoyo real de los catalanes a sus
planes, pero decidió convocar un referendum ilegal en la forma y el
fondo que, ateniéndose a las cifras que han aportado, ni siquiera
representan al 40% de los catalanes.
Además de
mantener que el pueblo catalán es una piña, no ahorró en
referencias al diálogo, al civismo, la paz y la defensa de los
derechos civiles; al gran seguimiento de la huelga, sin entrar en que
fue auspiciada desde el Govern y que en sectores como la educación
se forzaba más que se daba opción de elegir; y, por supuesto, a la
"represión sin precedentes" y a la admiración que está
recogiendo Cataluña como pueblo. En suma, ha pintado un escenario
idílico en el que el independentismo es virtuoso y moralmente
superior a todos aquellos que se intentan oponer a él.
Una
afirmación en particular me ha resultado más cínica que las demás,
que lo único que hace es seguir "el camino democráticamente
marcado por los catalanes". Calla el hecho de que este camino es
el elegido por una parte de los catalanes, y ni siquiera la
mayoritaria. Y una referencia posterior a la "sociedad
cohesionada en la diversidad", olvida, para variar, que los no
independentistas hace tiempo que se sienten desplazados y
abandonados, con miedo de expresarse por la virulencia de unas
posiciones independentistas que han llevado a la sociedad catalana a
una división como nunca habían padecido. Puede estar cohesionada
una parte de la sociedad, pero el pueblo de Cataluña al que tanto
menciona debería incluir todos los catalanes, y no sólo los que le
son afectos. Velar por los derechos de los ciudadanos, cosa de la que
presume, no es actuar al margen de los que no te apoyan.
Igual
debería haberse callado la referencia a los apoyos que asegura estar
recibiendo del resto de España (muy minoritarios, seamos realistas)
y de fuera. Los apoyos internacionales a que hace referencia vienen
de fuentes tan demócratas como Nigel Farage o Geert Wilders. No sé
yo si es para presumir de ello. Ni el Parlamento Europeo, ni la
Comisión, ni ningún país europeo le apoya.
Tras varios
minutos de ponerse medallas, tocó la necesaria referencia al
discurso del Rey. Para intentar desacreditarlo, le acusó de hacer
suyo el discurso de Rajoy. La táctica de Puigdemont pasa siempre por
atacar a Rajoy y al PP, lo que sabe le puede aportar simpatías, sin
mencionar sus incumplimientos de la legalidad vigente. También lo
tachó de inadecuado y de haber decepcionado a mucha gente en
Cataluña. En parte estoy de acuerdo, pero esa decepción viene
porque apeló a la necesaria defensa de la legalidad (como no podía
ser de otra manera) y recordó al Govern una verdad incómoda: que ha
socavado la armonía y la convivencia de la sociedad catalana,
dividiéndola de tal modo que hoy está fracturada y enfrentada.
Vuelve a
buscar la internacionalización del desafío al estado, pidiendo un
proceso de mediación. Con bastante buen criterio, desde Europa se
entiende que es un problema interno y se posicionan por el
cumplimiento de la legalidad vigente. Las referencias a anteriores
intentos de diálogo que dice haber llevado a cabo sin recibir
respuesta positiva del estado, no se sostienen si se hace una simple
consulta a la hemeroteca. Lo único que hay son desplantes.
Para
finalizar, y en línea con el secretismo que ha caracterizado todo el
procés, no ha dicho claramente nada sobre la probable declaración
unilateral de independencia el lunes que viene, sólo una vaga y
ambigua frase en la que decía que haría lo que han hecho antes
otros pueblos. Vamos, una referencia velada al mantenimiento de su
hoja de ruta.
Acusen a
Rajoy de inmovilista si quieren, pero la ley y el sentido común
indican que quizá hay un sordo peligroso al otro lado que en su mano
tiene reducir la tensión.
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