Quizás no sea la obra más conocida de Joseph Conrad, pero este libro, que fue publicado en 1911, en el intervalo entre la fallida revolución rusa de 1905 y el inicio de la Gran Guerra, y describe con un notable dinamismo y verosimilitud el característico ambiente de intrigas nacionalistas y revolucionarias rusas de inicios del siglo XX. Pero no sólo eso, Conrad ahonda además en las diferencias entre la mentalidad rusa y la occidental; diferencias que cualquier lector de clásicos rusos puede percibir con facilidad. Una tendencia a la introspección, al conflicto interno y la huida de la racionalidad, que es sustituida por un sentimentalismo apasionado extremo (y alcohol, mucho alcohol). El narrador, un anciano profesor de literatura inglés, es el contrapunto racional y occidental de la historia, contándola de modo objetivo y desapasionado.
Joseph Conrad en 1904. Fuente: Wikipedia |
Si bien una lectura superficial de la obra podría llevarnos a pensar que se trata de una novela dramática de intriga, cambiando ligeramente la perspectiva, nos encontramos con una comedia plagada de humor negro. De modo similar a lo que ocurriera en "El hombre que fue jueves" de Chesterton, nada es lo que parece, o sí, pero no por las razones que se presumen. El destino, la casualidad o la simple mala suerte dan lugar a situaciones con un punto de esperpento.
El estudiante Razumov, protagonista a su pesar de esta historia, es una persona tranquila, poco habladora y con una mirada que parece penetrar en lo más profundo de aquel con quien se cruza, amén de inspirar una confianza instantánea. Su mayor objetivo en la vida es mantenerse alejado de los lios, vivir tranquilamente y ascender en sus estudios de filosofía, acabando como académico. El problema radica en que su noble porte e introspección le granjea un respeto y una confianza no solicitada por parte de terceras personas. Así, cuando Razumov vuelve un día a la habitación donde vive alquilado, se encuentra con un inesperado huesped, Haldin, un agitador con el que sólo habló en una ocasión (para ser más precisos, aguantó el monólogo que le soltó) y al que había causado una honda impresión; tan honda que, cuando Haldin comete un atentado y busca refugio para esconderse temporalmente, no duda en dirigirse a su residencia.
El encuentro con Haldin le acabará llevando a Ginebra, donde reside una amplia comunidad de exiliados rusos. Una parte de éstos son "revolucionarios", al menos de boquilla, con los que acabará tomando contacto, destacando entre ellos Pedro Ivanovich, "el gran feminista", una suerte de Rasputín sobrevalorado y pomposo, dotado de una verborrea envidiable, pero vacua e incoherente con sus acciones y que vive de una vieja dama de la aristocracia rusa que le idolatra y de la que depende económicamente. Muchos más personajes aparecen, cada cual con su propio pasado y motivaciones, pero lo que importa para el lector que ya conoce la verdad, son los múltiples equívocos de los diálogos. Razumov se ajusta siempre a la verdad, pero sin contar demasiado, son las asunciones implícitas de los demás las que llevan a interpretaciones erróneas que, para mayor pesar del protagonista, elevan su opinión personal sobre él.
Hasta aquí lo que puedo contar sin reventarles la trama entera. No creo que sea una novela menor de Conrad, es más, considero que sigue siendo plenamente actual y que su lectura a la luz de los acontecimientos de los últimos cien años en Europa arroja luz sobre las motivaciones tanto de los revolucionarios como sus contrapartes.
Fabuloso análisis de una obra que no conocía. Impele a leerla. Y a esperar que nos obsequies con otra reseña. Gracias 😘
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Hay algo que atrapa en el modo de narrar de Conrad. Por suerte, todavía me quedan novelas suyas por leer. :)
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