Yukio
Mishima es uno de esos escritores dotados de una rara clarividencia y
habilidad para detectar y plasmar el ambiente social de una época.
Su tetralogía, El mar de la fertilidad, compuesta por las
novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y
La corrupción de un ángel, es un perfecto reflejo del Japón de
finales de la era Meiji ("Era del culto a las reglas"1868-1912),
el inicio de la breve era Taisho ("Era de la gran rectitud",
1912-1926) y buena parte del largo periodo Showa (1926-1989),
llamado, irónicamente, "periodo de paz ilustrada".
Nieve en Miyajima de Koitsu Tsuchida. Fuente: Ukiyoe-gallery |
A través de
la figura del abogado Honda, al que seguimos desde sus orígenes como
estudiante, su ascenso en la carrera judicial y posterior renuncia
para ejercer privadamente, hasta su final escarnio público por
voyeur. En ocasiones se entremezcla lo real con lo onírico, lo
pragmático con lo trascendental y no faltan ocasiones para mostrar
lo sexual, desde la sensualidad más pura a actos más burdos y
carentes de todo lirismo. Mishima es un maestro de la estética, y
sabe transmitir como nadie las impresiones del mundo de los sentidos.
En total,
abarca un periodo de más de 60 años en que asistimos a una
transformación radical del país en que había nacido y que lo hacía
irreconocible para muchos japoneses que, sin llegar al extremo del
suicidio ritual como Mishima, lamentaban lo que consideraban como una
pérdida de los valores propiamente japoneses.
Nieve de
primavera comienza en los estertores de la era Meiji, durante la
cual Japón había pasado de ser un país cerrado, débil y atrasado,
obligado a capitular ante los barcos negros (nombre dado por
los japoneses a los modernos barcos de guerra acorazados
occidentales) y abrirse al mundo mediante la firma de vergonzosos
tratados desiguales con las principales potencias occidentales, a
convertirse por derecho propio en una verdadera potencia regional.
Potencia capaz de vencer en conflictos armados a otras potencias,
como en el caso de la primera guerra sino-japonesa (1894-1895) y la
guerra ruso-japonesa (1904-1905). Lamentablemente, estas victorias
produjeron un ascenso del sentimiento nacionalista y del militarismo
que están en la base de posteriores conflictos.
Este primer
libro refleja las contradicciones inherentes a una sociedad que ha
evolucionado mucho en muy poco tiempo, abrazando lo moderno sin
abandonar lo tradicional, pero intuyendo que ambos mundos no
convivirán para siempre.
La nostalgia
por un pasado mitificado y el convencimiento de que es posible
"despertar" por medios violentos a la población para que
rechace lo occidental, lo ajeno, y castigue a los traidores,
volviendo a lo que consideran los valores tradicionales, es lo que se
recoge en la segunda parte de la tetralogía, Caballos desbocados,
ambientado en la era Taisho, muestra como un reducido de jóvenes
idealistas, siguiendo un intento también fallido de principios de la
era Meiji.
El periodo
Taisho se caracterizó por su carácter liberal, con un
fortalecimiento de la Dieta japonesa y del papel de los partidos
políticos en detrimento de los anteriores grupos de poder. Sin
embargo, no estuvo exento de problemas, como la gran agitación
social y política, ya fuera por parte de la izquierda de carácter
comunista o de grupos patrióticos de inspiración nacionalista;
consecuencias bastante previsibles, por otro lado, de la acelerada
transición de su particular edad media al periodo de la revolución
industrial.
Con El
templo del alba nos adentramos
en la vorágine militarista de los inicios de la era Showa, con un
estamento militar muy crecido e influyente, que permite vislumbrar
todas las señales de un incipiente conflicto a nivel regional
(Invasión de Manchuria,
1931-1945; 2ª guerra
sino-japonesa, 1937-1945) y más tarde global, por un temerario
exceso de confianza al atacar Pearl Harbour. Honda sigue asistiendo
como un espectador externo y desapasionado a los acontecimientos que
se suceden en torno suyo, prestando más atención a sus particulares
estudios sobre religión.
Se
pasa de puntillas sobre el periodo de la 2ª Guerra Mundial, para
continuar con la descripción de la vida cotidiana en un país
ocupado y en reconstrucción, donde las cosas han cambiado, pero la
vida continúa. Fueron estos años vitales para consolidar la
democracia en Japón, sobre todo gracias al General MacArthur. Este
dirigió durante más de 5 años las fuerzas de ocupación y tuvo la
suficiente visión como para no forzar una abdicación del emperador
Hirohito, sino reconvertirle de figura usada por los militares, a
símbolo de unidad del nuevo Japón democrático, si
bien perdiendo su carácter divino y pasando a ocupar funciones
protocolarias.
La
corrupción de un ángel,
cierra el círculo y
marca el declive definitivo de un Honda acomodado, en el ocaso de su
vida y cada día más
meditabundo sobre la muerte. La guerra y la posguerra parecen quedar
muy lejos ya, como un sueño lejano, y
vuelven las memorias de una juventud que parecía olvidada. El
mundo moderno, vulgar y falto de belleza, ha perdido todo atractivo.
De algún modo esta novela
representa la opinión que Mishima tenía del Japón de la época y
que, en un acto de coherencia brutal con sus ideas, llevó al extremo
practicando el seppuku el mismo día que terminó de escribirla. Un
final trágico para un hombre con un genio
innato para la palabra
escrita.
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