martes, 11 de septiembre de 2018

La fórmula preferida del profesor: un viaje a la matemática de la felicidad

¿Qué es lo que hace que un libro nos atrape desde la primera línea? ¿En qué consiste esa cualidad que convierte la lectura en una experiencia grata y reconfortante? Aprecio como el que más una historia compleja, con múltiples escenarios y personajes con una rica vida interior. Sin embargo, la clave radica en la sencillez y la humanidad; huir de la afectación y la artificiosidad. Nada como un relato de tono costumbrista en el que aparentemente no pasa nada, pero que engancha por el modo en que nos identificamos con los personajes y podemos practicamente sentir palpitar su corazón.


Yoko Ogawa (1962) estudió en la prestigiosa universidad de Waseda y se dedica de modo profesional a la escritura desde 1988, habiendo obtenido importantes galardones y reconocimiento internacional. Sus obras han sido traducidas a múltiples lenguas, entre ellas el español. Su prosa no es proclive a las florituras, ni lo necesita. Construye con detalle mundos plausibles, especialmente el reflejo de la sociedad japonesa contemporánea y el papel de las mujeres.

Los elementos principales de La formula preferida del profesor (2003), situada a comienzos de los años noventa, apenas a unos meses del inicio de las olimpiadas de Barcelona 92, son de un delicioso minimalismo: una madre soltera, que a través de la agencia de servicio doméstico para la que trabaja, acaba al servicio de un antiguo profesor universitario de matemáticas. La agencia que la envía considera al cliente problemático. A raiz de un accidente de tráfico años atrás, el profesor sufrió severos daños en la memoria, que quedó anclada en ese día. En su estado actual, no puede generar nuevos recuerdos y su memoria a corto plazo dura 80 minutos. Para acordarse de aquello que considera importante, utiliza un ingenioso sistema de notas manuscritas enganchadas mediante imperdibles a su chaqueta.

No tardará en surgir entre ambos una relación de mutuo afecto que se reforzará con la inclusión de Root (raiz cuadrada), apodo cariñoso con el que el profesor se dirige al hijo de la asistenta. Entre los tres iniciarán un viaje de descubrimiento mutuo, para el que las matemáticas del profesor servirán de vehículo de comunicación. Además, el profesor actuará a la vez de abuelo y padre de Root, con quien comparte también la pasión por el beisbol (un deporte aburrido, pero maravilloso a la hora de usar la estadística)

Sencillez no implica personajes planos y sin matices, ni que no puedan cambiar las impresiones iniciales. Con el transcurso de la historia, algunos pequeños secretos casi olvidados de la vida del profesor previa al accidente se van desvelando. Nada vergonzoso o mezquino, pero lo suficientemente relevante como para que la aparente mezquindad de un secundario esencial de esta historia, la cuñada del profesor, pueda ser vista con nuevos ojos como una expresión de preocupación y de sincero y puro amor, mezclado con un dolor contenido por verle en esa situación.

En Japón, la expresión pública de sentimientos no es lo habitual. Cuenta más en la mayoría de ocasiones lo que no se dice. Para el lector occidental, los silencios entre los personajes o su hercúlea resistencia a revelar lo que realmente desean y sienten, se hace difícilmente comprensible. Pero tienen sentimientos, posiblemente más valiosos y profundos si cabe, porque su modo de expresión son antes los hechos que las palabras.

La ternura que desprende la historia, lejos de convertirla en una forzada ñoñería almibarada, es perfectamente natural y coherente. Cada línea, cada párrafo y cada página, nos acercan a unos personajes con los que nos identificamos y cuyo calor podemos sentir. Intuimos la tristeza por un final anunciado, pero no dramático ni dramatizado, simplemente el fluir del tiempo y la naturaleza; tristeza impregnada de un profundo agradecimiento por haber conocido al profesor y compartido entre todos una especial vida familiar.

El libro tiene una segunda virtud que le ha valido numerosos premios y reconocimientos: la divulgación matemática. Así lo ha reconocido, entre otros, la Sociedad Japonesa de Matématicas en 2004. Hoy, demasiada gente huye de cualquier cosa que tenga que ver con los números, dándose por vencidos antes siquiera de haber intentado comprenderlos. Las referencias a hitos y personajes conocidos de la historia de las matemáticas salpican todo la historia, pero buscando crear curiosidad por ellos y accesibilidad. La naturalidad con que el profesor relaciona las matemáticas con cosas tan corrientes como la talla de zapatos de la asistenta o su número de teléfono conduce a querer aprender más o, al menos, a reconocer que los números y símbolos matemáticos "no muerden".

El libro ha conocido diversas adaptaciones en radio, cómic y cine. Si ya lo han leido, les ruego que vean la película de 2006 de Takashi Koizumi. La imagen mental que tenía del profesor, la asistenta y Root al leerlo, es exactamente la que me encontré, así como lo que sentí al ver representadas las escenas y diálogos. Era un sabor agridulce que no cambiaría por nada.

Y a ustedes, ¿qué libro les ha inspirado más ternura?

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