martes, 5 de mayo de 2020

Reivindicando a Vicente Blasco Ibáñez

Escribir sobre la figura de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), supone quedarse con un regusto amargo en los labios. Resulta imposible comprender la desidia, rayana en un encubierto desprecio, con que las instituciones públicas (no) promocionan al más grande e internacional de nuestros escritores valencianos, quien llegó a dar nombre a un modo de hacer política: el blasquismo.


Hombre de personalidad fascinante y con una capacidad aparentemente innata para atraer la atención de las masas, desde muy joven practicó un activismo político muy intenso, de carácter republicano y anticlerical, que le valió la cárcel en diferentes ocasiones a lo largo de su vida; huidas al extranjero: París (1890) e Italia (1896); amén de casi costarle la vida cuando participó en un duelo en 1904 para dar satisfacción a unas fuerzas del orden ofendidas por sus manifestaciones. Sobrevivió milagrosamente, pues por dos veces disparó al aire, mientras que su oponente le acertó... con tan buena suerte para Blasco que la bala rebotó en la hebilla de su cinturón.

En una época en que la mayoría de los diputados eran apuntados de antemano, Blasco llegó a ser elegido como diputado por Valencia hasta siete veces entre 1898 y 1907, hasta que, según sus propias palabras, se cansó de serlo. No volvería a la arena política hasta la dictadura de Primo de Rivera, para combatirla desde su exilio francés en Menton; localidad de la costa azul cercana a la frontera con Italia en que le sobrevendría su prematuro fallecimiento, un día antes de cumplir los 61 años.

Fundó en noviembre de 1894, como altavoz de su pensamiento y difusor de sus obras literarias, el diario El Pueblo (los números que se conservan han sido digitalizados por la Biblioteca Valenciana y se pueden consultar aquí), que se publicaría ininterrumpidamente hasta el final de la Guerra Civil. Un joven Joaquín Sorolla sería el encargado de diseñar el cartel promocional del diario, que muestra una imagen de campesina valenciana con gorro frigio. Arroz y tartana sería la primera obra publicada en el diario, que por su precio, la mitad del habitual en aquella época, y la calidad de sus textos, llegó a tener una difusión nada desdeñable.

 
La aventura editorial sería ampliada y consolidada con la fundación de la mítica Sociedad Editorial Prometeo (1914-1939), que además de las propias obras de Blasco Ibáñez (el primer título publicado fue Los argonautas), lanzaría obras de Stendhal, Irving, Conan Doyle y otros muchos. Dejando un perdurable legado y recuerdo por sus ediciones.

Abandonada la actividad política, Blasco Ibáñez se centra en su carrera literaria y, con apenas un pequeño altibajo, consigue algo raro en un escritor: ganar dinero, mucho dinero, con su trabajo. El "altibajo" fue la experiencia fallida de colonización con campesinos valencianos de una remota región de la Patagonia argentina cercana al rio Paraná, entre 1911 y 1913. La idea era arrendarles las tierras durante diez años para que, al final de ese periodo, pudieran adquirirlas con los beneficiones obtenidos. No resultó, pero de esa experiencia quedan las localidades de Nueva Valencia y Cervantes, y la zona es un importante productor de arroz gracias a las técnicas de irrigación aportadas por los inmigrados.

Su marcha a París en 1914, poco antes del inicio de la Gran Guerra, sería clave en su carrera. Los cuatro jinetes del apocalipsis, publicada durante el conflicto en 1916, conocería un espectacular éxito internacional y una temprana adaptación al cine en 1921, con Rodolfo Valentino como protagonista. Por los derechos de la película, la Metro le pagó 20.000 dólares; una fortuna. Esta obra le abrió las puertas de Estados Unidos, donde dio en 1921 una serie de conferencias por todo el país, siendo recibido con entusiasmo e ingresando cifras desorbitadas para la época. 

Será a su vuelta cuando adquiera en Menton su finca: la Fontana Rosa, en homenaje y recuerdo a su chalet a orillas del mar en la Malvarrosa de Valencia. Desde ahí, proseguirá escribiendo y se embarcará a bordo del velero Franconia en 1923 para recorrer el globo, llegando inclusive a Japón. Sus experiencias serán publicadas con el título La vuelta al mundo de un novelista.

Es en este último periodo cuando publica algunos relatos de pura ficción, alejados del naturalismo, el activismo político y la crónica de viajes anterior, en el que El fantasma de las alas de oro, novela que transcurre en Mónaco, en un ambiente cosmopolita e internacional que recuerda al de novelistas como Henry James, Thomas Mann o Katherine Mansfield. La novela se desarrolla aproximadamente entre 1913 y 1919 y encuentro ecos de Stefan Zweig y su inacabada Embriaguez de la metamorfosis por el contraste entre la sociedad previa y posterior a la guerra. La época de la seguridad se ha terminado y desfilan por las páginas ricos nuevos y antiguos, así como rusos blancos, pero sólo como telón de fondo de una historia de pasión adúltera con el fantasma del juego levitando sobre los personajes. No es uno de los trabajos más conocidos de Blasco Ibáñez, pero no deja de leerse con interés.

La vida y obra de don Vicente ha dado lugar a gran cantidad de historia apócrifas, que su hija, Libertad Blasco-Ibáñez Blasco, quiso desmentir o confirmar en la biografía de su padre que preparó en 1977, pero que no se llegó a publicar hasta 40 años después, con el título Blasco Ibáñez, su vida y su tiempo, con ocasión del 150 aniversario del nacimiento del escritor en 2017, que pasó sin pena ni gloria en su tierra.

Por desgracia, el problema de desidia al que me he referido al comienzo de esta entrada, ha llegado a ser de tal magnitud que, a principios de 2019, todo hacía pensar que la Fundación Blasco Ibáñez cumpliría con su pretensión de llevarse el fondo documental a Madrid, abandonando la Casa Museo Blasco Ibáñez de la Malvarrosa. La razón, entre otras, es la falta de interés e inversiones, tanto en la parte museística y de promoción de su obra y figura, como de la falta de catalogación y digitalización de los fondos documentales, de muy difícil acceso para cualquier investigador; todavía más para el aficionado medio. Por fortuna, finalmente se llegó a un acuerdo para la permanencia en abril de 2019, entre la Fundación y el Ayuntamiento de Valencia.

Como punto de partida para quien desee acercarse a la obra de Blasco Ibáñez, recomiendo la selección bibliográfica de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Ediciones recientes de sus obras son fácilmente accesibles, en inclusive  

Mi deseo es que, la oportunidad perdida en 2017, sea compensada en 2028, con la celebración del centenario de su muerte. Las autoridades políticas y académicas valencianas harían bien en tomar nota de la efeméride e ir preparando, con tiempo y un programa claro y coherente, un terreno adecuado para el éxito de un autor injustamente ninguneado.

Con independencia de lo que se haga desde el ámbito público, les animo también a poner su granito de arena, leyendo a Blasco y recomendándolo; hay que predicar con el ejemplo.

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