miércoles, 14 de noviembre de 2012

Europa necesita a Europa


Seré categórico: Se necesita más y mayor Europa. Hay que apostar por Europa sin huir del Atlantismo. Una cosa no tiene por qué excluir la otra. Además, sería irreal pensar en salir de la Unión. Baste con mencionar que el 80% de nuestra legislación viene, directa  indirectamente, de Europa, sin contar con las consecuencias económicas de una hipotética salida. Lo que hay que hacer es reforzar la UE. Hoy día, el sistema internacional es tan complejo que un país solo no puede hace gran cosa. Sin embargo, una Europa que actúe como un bloque puede tener un importante papel como actor global. Por supuesto, apostar por Europa supone ceder más soberanía, lo que es ampliamente rechazado.

En Europa se habla mucho de la crisis, pero no se cambia el discurso ni la actuación. Ha habido una falta de previsión ante la crisis. El problema no es tanto implementar nuevas reglas o procedimientos, sino hacer cumplir los que hay o, mejor, simplificarlos. Es necesario reformar las instituciones europeas. Los mecanismos institucionales no reflejan la realidad actual y no están preparados para ser representativos de un cuerpo de ciudadanos europeo común que "sufre" sus decisiones. Mientras esto no cambie, la sociedad civil, en forma de asociaciones, grupos de presión, etc, tendrá que defender sus intereses en Bruselas.

La UE tiene un problema crónico de mala comunicación de lo que es y lo que hace. La mayoría de los esfuerzos de comunicación encaminados a resolver esa cuestión, han fracasado. Por poner un par de ejemplos, las oficinas Europe Direct o los puntos de información europea presentes en España son constantemente infrautilizados por puro desconocimiento de su existencia por parte de los potenciales usuarios. Por otro lado, es verdad que la Unión se ha volcado en las nuevas tecnologías y en permitir a través de ellas el acceso a prácticamente toda la información referente a ella: Su página principal, más sencilla de usar ahora que en sus inicios, estructura de forma clara la mayor parte de la información relevante,  Eurlex recoge toda la legislación europea y la pone a disposición del público de modo gratuito, EuroVoc permite no perderse en el maremagnum de lenguas y, si lo que buscamos no está en nuestra lengua materna pero sí en una de las lenguas de trabajo de la Unión, encontrar la traducción adecuada de la terminología más frecuente, etc. Sin embargo, no son tantos los que acceden a esta ingente cantidad de recursos. Hay un sentimiento generalizado de lejanía de la Unión y de oscurantismo, como si se entrara en una secta sólo apta para iniciados en los arcanos del europeismo.

Para explicar Europa se tiende a regionalizarla, es decir, se ponen por delante los aspectos locales que más nos afectan. Los medios de comunicación son en parte responsables de esta situación, pues todas las lecturas de la unión son en clave nacional o autonómica. Es indispensable crear una opinión pública europea y, para ello, hay que crear medios de comunicación europeos: televisión, prensa escrita, redes sociales...

Hay otro factor que explica en parte la percepción negativa y de alienación respecto a las instituciones de la Unión: El déficit democrático. Éste supone un déficit de legitimidad, con lo que su capacidad para lograr obediencia a través de la autoridad queda mermada, ya que difícilmente los receptores de las normas estarán dispuestos a cumplirlas. Aunque hay quien apunta a que el déficit es producto de un diseño institucional erróneo, la mayoría coinciden  en que el problema es, ante todo, político. Las deficiencias en el sistema de gobierno de la unión y la tardanza en la toma de decisiones hacen que no siempre se puede hacer frente de modo ágil a las necesidades y contingencias que surjan. El federalismo europeo está a medio hacer, aunque hace ya años que contemos con sus principales elementos: una Asamblea Legislativa común (el Parlamento Europeo, una institución que dirige la Administración común (la Comisión) y un Consejo de Ministros, cuyos miembros son elegidos por sufragio en sus respectivos países (como el Parlamento Europeo).

Otra consecuencia negativa del déficit democrático es la ausencia de un líder claro de la Unión; una cara visible que dirija las instituciones y con que la gente se pueda identificar y sirva de interlocutor válido ante el resto del mundo. El Servicio Europeo de Acción Exterior, aunque es un intento loable de mitigar esta cuestión, no ha estado hasta el momento a la altura de las circunstancias. Tampoco ayuda la relación asimétrica de poderes dentro de la Unión, del Consejo en detrimento del Parlamento, cuando debería ser lo contrario o, al menos, debería gozar el Parlamento de un mayor poder fiscalizador de la acción del Consejo.
A los gobiernos nacionales les viene bien cargar las culpas sobre los burócratas de Bruselas, aun cuando, sin sus propios votos, no hay reglamentos ni directrices que se aprueben. Se usa como excusa para aplicar políticas impopulares.

Debería reformarse y hacerse unitario el sistema de elección al Parlamento Europeo, así como crearse partidos a escala europea, con elección de diputados en circunscripción europea única, con un lider que reclame el voto de los ciudadanos en elecciones sobre temas y problemas europeos. Sin embargo, la creación de un sistema de elección único del Parlamento Europeo, así como de ampliación de las competencias de la Unión y un fortalecimiento de sus instituciones, choca de lleno con la oposición frontal de los países miembros de independencia más reciente, que buscan aún reafirmar su yo nacional. Hay que trabajar, pues, por el triunfo de la concepción cívica de nación, única con la que se puede generar un cuerpo político europeo. A nadie se le escapa que una concepción étnica o cultural sólo sirve para atomizar y acabar en un verdadero reino de taifas. 

Intentar profundizar en la unión monetaria sin hacerlo en la política, es algo que considero inviable. Sólo una mayor participación e integración en la construcción del sistema institucional logrará que se creen políticas económicas estables, consecuentes y aceptadas por todos los países miembros. De hecho, considero una prioridad en este sentido, el establecimiento de una fiscalidad europea común: mismo impuesto de sociedades, sistema financiero común y, sobre todo, un sistema de sanciones y un órgano de aplicación de las mismas. Ya no vale regular a nivel del estado nacional, es necesario pensar más grande.

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