jueves, 6 de diciembre de 2012

Harry Flashman y lo políticamente incorrecto

¿Quién dijo que la historia es aburrida? Gracias al genio de George MacDonald Fraser (1925-2008) y su creación,  Harry Flashman, es posible hacer un seguimiento completo de los grandes acontecimientos de la historia europea, norteamericana y mundial del siglo XIX. Este singular personaje, que se define a sí mismo como "tunante, mentiroso, tramposo, ladrón, cobarde y pelota " (habría que añadir adúltero empedernido), posee una habilidad única para meterse en lios, sólo comparable a su habilidad innata para los idiomas, montar a caballo y la increible suerte que siempre le acompaña y le hace ascender, de modo absolutamente inmerecido, como siempre reconoce, en la escala militar.

El grandioso Harry Paget Flashman. Fuente: Daily Mail


Comienza su carrera como oficial del 11er Regimiento Ligero de Dragones (caballería). La verdadera razón para unirse a él no fue precisamente su vocación militar, sino que hacía poco que éste había vuelto de servir en el extranjero y era improbable que se viera obligado a volver a la acción a medio plazo. Pero la vida no es perfecta y su boda, a punta de pistola, con la hija de un comerciante, Elspeth Morrison, le obliga a dejar su regalada vida en este selecto y snob regimiento y acaba destinado en el ejército de la Compañía de las Indias Orientales donde, por pasarse de adulador y mostrar demasiadas dotes, acaba recibiendo el "honor" de ser asignado como asistente del General Elphinstone en Afganistán, en la que sería la primera guerra Anglo-afgana. Allí comienza su imparable ascenso en la escala militar y su consideración pública como héroe, ya que es encontrado con vida en Kabul como único superviviente de su unidad, abrazado a la Union Jack en actitud de defenderla. El hecho de que lo que intentaba era rendirse y que acabó inconsciente tras una explosión, es algo que no se molestó en explicar. Por otro lado, tampoco quedaban testigos de su cobardía. Su pragmatismo en este sentido se puede resumir en una frase pronunciada por él mismo: "El momento ideal para ser un héroe es cuando la batalla ha terminado y los demás compañeros están muertos. Ellos quedan con Dios y tu recibes el mérito".

La relación con su mujer, un verdadero encanto cuyo candor e ingenuidad son el contrapunto de su marido, sólo puede ser descrita con la metáfora del idiota y el teólogo. Todo es cuestión de perspectivas. En cualquier caso, si descontamos todo lo mencionado en el primer párrafo, es un esposo modelo. Flashman y señora, el tercer libro de la saga, puede ser descrito como la presentación formal de su esposa; una mujer de gran belleza, pero pocas luces. De hecho, el libro se presenta como fragmentos de los diarios de Flashman complementados con los de Elspeth, quien, según se puede apreciar, no se entera apenas de que ha sido secuestrada por un pirata de Borneo, mientras que el pobre Harry lo pasa como un pulpo en el desierto para seguir con vida, viéndose obligado, entre otras cosas, a satisfacer sexualmente a una psicópata reina malgache. Lo cierto es que su encanto masculino, que el atribuye en gran medida a sus magníficas y bien pobladas patillas, lo salva de horribles destinos en casi tantas ocasiones como le mete en ellos.

El autor utiliza la clásica técnica, para dar mayor verosimilitud a su relato, de pretender que se limita a transcribir unos diarios antiguos encontrados de modo accidental. El riguroso trabajo de documentación sobre la época y las notas adicionales que aparecen profusamente en el libro, contribuyen poderosamente a dar tal impresión de estar ante un texto escrito por un personaje real, que llegan a engañar no sólo al lector, sino a los críticos literarios. Por ejemplo, poco después de su publicación en 1969 en los Estados Unidos, aparecieron no pocas reseñas serias en periódicos, que creían que el libro era una genuina autobiografía.

Las trece novelas que el autor publicó hasta su muerte, recorren, a grandes rasgos, más de cincuenta años de historia, desde 1840 hasta 1894, y por sus páginas desfilan personajes de sobra conocidos hoy día: Otto von Bismarck, Abraham Lincoln, la Reina Victoria, Florence Nightingale, Oscar Wilde y muchos más. La serie completa de sus aventuras ha sido editada en España por Edhasa. Además, sitúan al pobre Flashy, siempre de modo involuntario, en medio de algunos de los mayores desastres de la historia militar moderna, como la carga de la Brigada Ligera en Balaclava (que, si atendemos a lo que escribe Fraser se trató de un lamentable error. Flashman se limitaba a huir y el resto de brigada creyó que, henchido de furor de guerero, iba a atacar... y le siguieron) o la Rebelión de los Cipayos en la India (en la que le faltó bien poco para terminar convertido en carne picada). Lamentablemente, la muerte del autor a los 82 años dejó al menos cuatro nuevas aventuras de Flashman sin concluir. Flashy hace también un cameo en una de las últimas novelas de Fraser, Mr American, donde un octogenario General Flashman comparte con el protagonista de la novela el secreto de su longevidad: "Cumpliré ochenta y ocho años el mayo que viene, y atribuyo mi longevidad a la casi total abstinencia del te".

George MacDonald Fraser. Fuente: Daily Mail

Si bien este peculiar personaje cuenta con toda una legión de seguidores, no ha podido escapar a uno de los grandes males de finales del siglo XX, que ahora continúa: lo políticamente correcto. En un artículo publicado pocos días después del fallecimiento de Fraser (El último testamento del creador de Harry Flashman: Como Gran Bretaña se ha destruido a sí misma) aparece expresada su preocupación por este cancer de la corrección política en Reino Unido. Traduzco a continuación una parte del mismo por el interés personal que tengo en este tema:

"La filosofía de la corrección politica está ahora firmemente arraigada aquí (Reino Unido) también, y en su núcleo es un rechazo a mirar la verdad a la cara como es debido, por difícil de digerir que pueda ser. La corrección política trata sobre la negación, usualmente a través del uso de una astuta jerga plagada de circunloquios, que distorsiona y se va por las ramas, y rara vez soporta un análisis honesto

Viene en muchas formas distintas, algunas de ellas tan efectivas que la corrección política puede ser difícil de detectar. Los tontos eufemismos, aparentemente inocuos, pero siempre desgastando gota a gota el sentido común -la ingenuidad de la frase "Una fuerza que cuida del futuro" en las bandejas de amapolas de papel durante el Poppy day (Poppy Day es la expresión coloquial para referirise al Remembrance Day o Remembrance Sunday, día en que se recuerdan los caídos en las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. La celebración se hace el segundo domingo de noviembre y en los días que preceden a este día se venden amapolas de papel con el fin de recaudar fondos destinados a las instituciones de caridad que prestan ayuda a los veteranos de guerra y a sus familias. Las amapolas representan las que florecieron en los campos franceses, donde tantos soldados perecieron durante la Primera Guerra Mundial.), sugiere que el Ejército es algún tipo de cuerpo de paz, cuando en realidad su función real es matar.

Los intentos continuos de atenuar y hacer potables las duras realidad de la vida en nombre del liberalismo, en un esfuerzo de suprimir las verdades poco gratas a la mentalidad de la corrección política; la ingeniería social que resta importancia a la cristiandad, pidiendo el mismo estatus para religiones ajenas.

La distorsión selectiva de la historia, tan querida del nuevo laborismo, denigrando el pasado británico con tal propaganda y tendenciosas versiones del comercio de esclavos, poniendo toda la culpa en los blancos, pero censurando con sumo cuidado la realidad que ni un solo esclavo habría podido salir de África sin la asistencia activa de los esclavistas negros, y que este comercio sólo fue finalmente suprimido por la Armada Británica (Royal Navy) virtualmente en solitario.

En las escuelas, la guerra contra los exámenes como ejercicios "elitistas" que minarán la confianza de aquellos que suspendan -qué modo tan inteligente de preparar a los niños para la vida real, en la que la competencia y el fracaso son inevitables, en la medida que ambos, y no la locura liberal, forman parte de la vida.

La corrección política también pide que el estrés, que solía ser sobrellevado por generaciones menos sensibles, debería ser ahora compensado por fastuosos pagos en metálico a incompetentes que no pueden llevar a cabo su trabajo, y a policías y bomberos "traumatizados" por los riesgos normales de su trabajo, que sus predecesores daban por hecho."

Se puede estar o no de acuerdo con algunas o todas sus afirmaciones, pero en todo caso llevan a reflexionar. ¿Cuántos de ustedes no se han visto alguna vez en la posición de defender una postura que el sentido común y la realidad dictan que es la correcta, pero la corrección política hace que respaldarla signifique ser considerado un radical, o cosas peores? Llamar a las cosas por su nombre no es insultar y poner los hechos sobre la mesa no debería ser algo mal visto. La corrección política es un modo de amordazar la libertad de expresión ante temas polémicos, por temor a "herir" u "ofender" a la otra parte. ¿Tendremos que acabar disculpándonos por tener opiniones discordantes entre nosotros?

En todo caso, larga vida a Flashy y su legado. Sean políticamente incorrectos: piensen por sí mismos.



3 comentarios

  1. Soy un fan de Flashi, aunque sólo he conseguido 3 novelas. Espero llegar a leerlas todas. Buena reflexión, amigo.

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  2. Soy un fan de Flashi, aunque sólo he conseguido 3 novelas. Espero llegar a leerlas todas. Buena reflexión, amigo.

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    1. Muchas gracias Máximo. El sentido del humor de las novelas de Flashman puede parecer zafio, grosero y gañán para aquellos que son incapaces de valorar el conjunto. Son libros bien documentados que describen episodios históricos reales (con las lógicas licencias literarias, pero menores que los pastiches de Dan Brown) sin pelos en la lengua y sin dejarse llevar por la dictadura de lo políticamente correcto; una dictadura que, en Estados Unidos, lleva a la retirada de libros como Matar un Ruiseñorde Harper Lee -todo un clásico de la literatura por la integración racial y la no discriminación por esa causa- sólo porque menciona de modo profuso la palabra nigger -un uso que simplemente refleja los usos sociales de la época- y eso parece traumatizar a las nuevas generaciones. Lo mismo le ha ocurrido a obras de Mark Twain, como Huckleberry Finn. Es simplemente un modo de censura de personas incapaces de pensar por sí mismas y dejar que otros lo hagan.

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