viernes, 3 de mayo de 2013

El legado de Margaret Thatcher

El fallecimiento de Margaret Thatcher el 8 de abril del presenta año, me llevó a pensar sobre la posibilidad de dedicar una entrada a un personaje de nuestra historia reciente, que no siempre fue bien comprendido. Admirada por unos, denostada por otros; imagen del liderazgo fuerte y decidido, o viva representación de un ser surgido del averno para sus detractores más acérrimos. La cuestión es que no dejó a nadie indiferente e imprimió una huella perdurable en la historia política del siglo XX que nadie le podrá negar.

La celebración del foro "El legado de Margaret Thatcher", este 2 de mayo en el Ateneo Mercantil de Valencia, me brinda la excusa perfecta para rendirle un pequeño homenaje. El evento fue organizado por las Nuevas Generaciones de la Comunidad Valenciana y estuvo abierto a todo el que quisiera acudir. De hecho, el público fue muy numeroso. Los ponentes de la mesa fueron: Stephen Kidgell, representante del Partido Conservador británico en la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig, Consellera de Infraestructuras y Secretaria General del PP en Castellón y Jesús de Salvador, Interventor General del Estado y asesor del Director General de la Policia Nacional. No quiero olvidar al moderador, Enrique Martínez, Vicesecretario de Comunciación de NNGG, ni a Juan Carlos Caballero, Presidente Regional de NNGG, que cerró el acto.
Miembros de la mesa. De izquierda a Derecha: Enrique Martínez, Isable Bonig, Juan Carlos Caballero, Stephen Kidgell y Jesús Salvador
Mucho se ha escrito ya sobre ella, por lo que no aspiro a la originalidad, pero sí a intentar dar una mayor humanidad a su figura, injustamente tratada en muchas ocasiones, a través de algunas ideas y hechos que los ponentes expusieron en sus intervenciones, aunque reelaborados. Dada la naturaleza de esta entrada, agruparé en bloques temáticos ideas que sobre un mismo tema puedan haber dicho dos o más ponentes distintos, a fin de evitar repeticiones.

Margaret Thatcher es elegida como miembro del Parlamento por primera vez en 1959, aunque su carrera política arrancó ya a finales de los años cuarenta. No será hasta 1975 cuando alcance el liderazgo del Partido Conservador (PC). Quizás llegue ahora el momento de echar la vista atrás y hacer memoria sobre la situación política, económica y social en la Gran Bretaña de esos años. Gobernaba el Partido Laborista (PL), que se enfrentaba a formidables problemas: una inflación disparada, que alcanzó el 22%, un sector minero que había logrado una espectacular subida de sus salarios de un 35% en pocos años y unos sindicatos poderosos e intransigentes (Pensemos que era una empresa estatal, de las muchas que en aquel entonces tenía nacionalizadas y ejerciendo un monopolio. Este artículo del periódico El País, de 1984, explica muy bien la situación), la necesidad de recurrir a entidades externas como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (en 1976), subidas de impuestos que asfixian a sus ciudadanos y un estado del bienestar insostenible.

¿Cómo se había llegado a esta situación? Buena parte de la culpa puede atribuirse al consenso keynesiano de posguerra. El gabinete laborista de Clement Attlee nacionalizaría la banca y grandes empresas energéticas y de transportes e intervendría la economía en toda su extensión. Aunque pudieron ser medidas adecuadas en una economía arruinada tras la II Guerra Mundial, con el tiempo, los sucesivos gobiernos laboristas y conservadores se encontrarían además con unos sindicatos poco o nada inclinados a negociar y que actuarían de tenaza que restringía la labor del gobierno.

Portada que la Revista Time dedicó a la Primera Ministra británica poco después de su elección.
Es en estos momentos de crisis, cuando las naciones están al borde del colapso, que las élites deben actuar y dar respuesta adecuada a largo plazo, evitando el peligro de las visiones cortoplacistas y los populismos demagógicos; si sólo se busca el consenso, al final no se hará nada. Con este panorama tan desalentador, se coniverte en Primera Ministra británica en 1979, cargo que ostentará sin interrupción hasta noviembre de 1990. Rompiendo con el consenso Keynesiano, logrará relanzar la economía de las Islas a través de la desregulación del sector financiero, del mercado laboral, liberalizando sectores enteros de la economía, privatizando empresas públicas y bajando impuestos. El éxito de dichas medidas lo atestigua el saneamiento de las cuentas del Tesoro británico, que ve aumentar sus ingresos. Hasta cierto punto puede trasladarse al caso español, y dejar de considerar como inamovible el consenso de la transición. Es más que probable que haya llegado el momento de replantearse la estructura del Estado, el contenido del Estado del Bienestar (que nunca desapareció con Thatcher, sólo se reajustó a la nueva realidad) y el papel de sindicatos y partidos.

El pulso con los sindicatos, fue otro de sus frentes de batalla. Su intención no era ni mucho menos acabar con ellos, sino más bien lograr que volvieran a ejercer sus funciones iniciales de representación, pero despojándoles de los inmensos poderes que una sucesión de débiles gobiernos laboristas les habían concedido. Incluso llegó a eliminar un nivel completo de la Administración Pública sin que los ciudadanos lo echaran en falta. Con buen criterio, creía que la burocracia no debe estrangular los negocios. Pero iba más allá, acusaba a los gobiernos laboristas, y al socialismo en general, de limitar la libertad de los ciudadanos porque no confiaban en ellos ni creían en sus decisiones. No sólo atenazaba la iniciativa privada, sino que intentaba crear dependencia respecto al Estado, que aparecería como el salvador y solucionador de problemas. Siguió el camino contrario, como recogería su discurso ante la conferencia del PC en Brighton el 10 de octubre de 1980, en su discurso "The lady is not turning", al decir "la prosperidad no viene de grandes conferencias de economistas, sino por incontables actos de confianza en uno mismo y autosuficiencia" Prosperity comes not from grand conferences of economists but by countless acts of personal self-confidence and self-reliance.

El europeo continental piensa, y en ocasiones quizás no sin algún atisbo de razón, que los británicos son, como poco, escépticos en relación a la Unión Europea (Comunidad Económica Europea en aquel entonces). Sin embargo, quizás se trata de una cuestión de comunicación intercultural que haya que resolver. Los ingleses quieren Europa y Margaret Thatcher quería Europa, pero no la que se estaba formando. En su famoso discurso en el Colegio de Europa de Brujas, en 1988, defendió la idea de una Europa suma de las naciones que lo forman y no la creación de una entidad superior por encima de ellos; una Europa no proteccionista y abierta al mundo; además de advertir contra la osificación de la institución a causa de una producción de normas sin fin, que aumentara su complejidad y tamaño. También logró en 1984 el celebérrimo cheque británico, sobre el argumento del poco aprovechamiento de los fondos comunitarios para Gran Bretaña, ya que la mayor parte del presupuesto de la CEE se destinaba a la PAC (un 70% del mismo), y este sector era muy pequeño en las islas.

Siempre tuvo tremendamente claro que la lucha contra el terrorismo debía hacerse desde la fuerza que da el Estado de Derecho, y no cedió al chantaje de los terroristas del IRA, que entre 1980 y 1981 realizaron huelgas de hambre para exigir el reconocimiento como presos políticos, llegando a fallecer diez de ellos. El intento de asesinato que sufrió en el Hotel Brighton el 12 de octubre de 1984, no hizo más que reafirmarla en su posición, como se aprecia en el discurso que dio al día siguiente, en que dijo "todos los intentos de destruir la democracia por el terrorismo fracasarán . No puedo evitar hacer aquí paralelismos con la lacra que representa para la sociedad española el terrorismo de ETA y recordar que la solución no pasa por hacer concesiones a los violentos, sino que pidan perdón, se desmovilicen y cumplan las condenas que la ley establece. Cumplidas estas condiciones, quizás nos podramos mostrar generosos, cualquier concesión previa, será considerada como signo de debilidad.

En Reagan encontró a un aliado confiable y a la altura de las circunstancias. Fuente: Ronald Reagan Presidential Library
Su política exterior hay que contextualizarla en el mundo bipolar de la Guerra Fria, en unos momentos en que la Unión Soviética expande su influencia por todo el mundo e incluso llega a amenazar a la Europa Occidental apuntándola con misiles balísticos de alcance medios, los SS-20, lo que abre la Crisis de los Euromisiles. La idea de los soviéticos era aprovechar la debilidad del gobierno de Jimmy Carter y de los líderes europeos de la época, que buscarían como mucho un apaciguamiento. Pero les salió el tiro por la culata. El cambio de liderazgo tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, con Reagan en 1981, llevan a una respuesta valiente y el despliegue por parte de la OTAN en 1983 de 572 misiles Pershing y Cruise, que contrarrestan eficazmente la amenaza. La crisis se resolvería posteriormente con la firma en diciembre de 1987 del Tratado INF, que eliminaba este tipo de misiles de alcance medio. En cualquier caso, quedó clara cual era la vía para afrontar el desafío armamentístico soviético, que nunca pudo superar la Iniciativa de Defensa Estratégica, más conocida como "Guerra de las Galaxias", de Ronald Reagan.

La Invasión de las Malvinas llevada a cabo por la Junta Militar Argentina en 1982, supuso el inicio de la mayor operación naval británica de la posguerra. Verdaderamente, estaba en juego algo más que un perdido archipiélago en el Océano Atlántico. Se trataba de la defensa de la democracia frente a la dictadura. El coste en vidas humanas fue alto, pero puede decirse que la humillación de la derrota aceleró el fin de la Junta Militar, que cayó el año siguiente. Por cierto, el Referendum de 11 de marzo de este año en las Falkland (nombre británico de las Malvinas), sobre seguir siendo territorio británico de ultramar, se saldó con un aplastante sí del 98,8%, participando más del 90% del censo electoral.
Thatcher no sólo era previsible en sus actuaciones, sino que además sabía escuhar a las nuevas generaciones de conservadores y estaba abierta a todos sin restricciones. Siempre creyó que había que buscar y encontrar soluciones a los problemas, dentro y fuera de Gran Bretaña. Si algo funcionaba, había que usarlo, así como adaptarse a los cambios. En tiempos difíciles como los actuales, es conveniente echar la vista a trás y ver como otros, en situaciones críticas, lograron superarlas; aunque no sin recelos de la oposición o de los miembros del propio partido.

Siempre he creido que hay que aprender constantemente y que, de muchas figuras políticas, se conoce a duras penas la superficie. Por ello, recomiendo como fuente para ahondar en su figura y acceder a muchos de sus discursos, papeles, cronologías y material multimedia, la página de la Margaret Thatcher Foundation. Espero que, detractor o admirador, haya excitado mínimamente su curiosidad.

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