miércoles, 12 de junio de 2013

De bulos y burros

En alguna ocasión me he referido a la responsabilidad de los medios de comunicación en la difusión de bulos, por falta de contraste de las noticias o por la búsqueda del titular más impactante. Sin embargo, seamos justos, los medios son mucho más rigurosos que el ciudadano de a pie quien, inmerso en un maremagnum de información, no siempre sabe clasificarla adecuadamente ni darle la importancia real que tiene, difundiendo bulos, informaciones erróneas y mensajes de todo tipo. De hecho, según un estudio de la Asociación de Internautas de 2012, el 97,29% de los españoles ha recibido por email alguna vez una cadena alarmista de cualquier tipo.

Propongo comenzar un nuevo bulo: Mantis religiosas mecánicas gigantes invaden Praga. Seguro que colaría.
Se pueden dividir los difusores de bulos en tres grupos:

-Aquellos que ya saben que es una mentira manifiesta, pero buscan herir, destruir una reputación o promocionar algún tipo de producto, atribuyéndole unas propiedades que no tiene, pero rodeado de una jerga pseudocientífica o apoyados en datos inexistentes o completamente sesgados.

-Aquellos que dudan, pero lo comparten "por si acaso" (aun dudando de su veracidad). Sin duda son el grupo más numeroso y el más culpable. Si una información es demasiado buena/mala para ser verdad, está escrita de un modo atemporal, te insta a que la sigas difundiendo "porque sí", usa de vagos argumentos de autoridad (sin aportar fuentes concretas y contrastables) o parece escrita como refuerzo de creencias/prejuicios previos, convendría intentar contrastarla aunque fuera levemente. Claro que también hay quien se sirve de la ambición humana, y funciona; de no ser así, prácticas como el timo nigeriano, la falsa rusa que ha encontrado tu perfil dios sabe donde y se ha enamorado locamente de ti, pero no tiene dinero para viajar a verte, el aviso de que eres ganador de la lotería, sin haber jugado siquiera... no seguirían con tan buena salud.

-Aquellos que se lo creen a pies juntillas, ya sea por compartir la misma visión que el mensaje que distribuyen, por pura candidez (ocurre mucho con mensajes relacionados con supuestos enfermos de todo tipo en los que se asegura que por cada click le darán x dólares) o por imbecilidad manifiesta, cuando lo compartido es abiertamente contrario al sentido común y la evidencia.

Tipos de bulos hay tantos como nuestra imaginación alcance a crear. Los más comunes están relacionados con la política, la economía, la ciencia, la salud y la denuncia de aberraciones varias. Quizás, tarde o temprano, todos caigamos en algún bulo o error, pero una cosa es que de modo puntual nos puedan marcar un tanto y, otra muy diferente, es dejarse ganar por goleada. Si el pequeño Pepito Grillo que todos llevamos dentro nos dice que algo no está bien, acudir a San Google para verificar datos o, si tenemos algún amigo especialista en el tema que se trate, pedirle su opinión, nos ahorrará más de una situación vergonzante. Hay algunos casos tan absurdos y locos, que parece extraño que tantísima gente se los haya tragado.

Existen páginas en internet que se dedican a recopilar bulos desde hace años. Desde aquí recomendaré algunas de las más populares, en internet y castellano, pero lógicamente hay más: Rompecadenas, Leyendas Urbanas, y mis favoritas, en inglés, Hoax-slayer y Museum of Hoaxes. El que tenga tiempo y ganas, descubrirá la verdad sobre muchas leyendas urbanas, que podrá restregar convenientemente en la cara de amigos, familiares y, ¿por qué, no?, gente que le caiga mal y que hayan defendido casi como dogma de fe el contenido del bulo de turno.

¿Cuál es el bulo más sorprendente con el que se han encontrado? Y, mejor aún, ¿cómo se han sentido al dejar en evidencia a alguien que se lo creía?

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