domingo, 7 de julio de 2013

Consideraciones políticas sobre los golpes de estado y los eufemismos

Hay en política internacional quien prefiere ver los hechos en blanco y negro, pero las cosas no son siempre tan claras y existe una infinita gama de grises que pueden hacer que lo malo no lo sea tanto, y que la solución correcta pueda ser la equivocada. El caso de Egipto es de manual. La reacciones de la mayoría de países y organizaciones internacionales y regionales han sido, como poco, de una extremada prudencia y contención, lamentando el derrocamiento de Morsi, pero sin rasgarse en exceso las vestiduras.

Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, durante una rueda de prensa. Fuente: World Economic Forum con licencia Creative Commons
Hagamos un breve resumen:

La Unión Europea evita directamente hablar de golpe de estado. En el comunicado ofrecido por  Catherine Ashton, jefa de la diplomacia europea, se pide un rápido regreso al proceso democrático, con elecciones presidenciales y parlamentarias justas y libres, y la redacción de una constitución. Todo ello intentando contener en lo posible enfrentamientos violentos.

El Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en un comunicado oficial hace un llamamiento a la no violencia y a una aproximación inclusiva para superar las actuales profundas dificultades por las que atraviesa Egipto. Dice estar con las aspiraciones de los egipcios y reclama la preservación de los derechos fundamentales, especialmente expresión y reunión, vital importancia; así como un rápido retorno a un gobierno civil.

La Unión Africana suspende a Egipto del organismo tras el derrocamiento, pero la declaración oficial del organismo no hace una condena expresa y sólo habla de la destitución de Morsi como una violación de los preceptos constitucionales y de la doctrina de la UA en relación a cambios no constitucionales de gobierno. En cualquier caso, reitera su disposición a asistir a Egipto en los retos que a que se enfrente y en la restauración del orden constitucional. 

El Ministro de Exteriores de Reino Unido, William Hague, en un breve comunicado cargado de pragmatismo británico, habla con el eufemismo de lamentar la intervención militar y hace un llamamiento a evitar la violencia, trabajar juntos e iniciar un proceso político que incluya a todos los grupos

El Ministro de Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle, se refiere en su comunicado a la suspensión del régimen constitucional y destitución del presidente y, como sus homólogos de otros países europeos, pide diálogo y compromiso político sin excluir a nadie; así como respeto a algunos de los derechos fundamentales conseguidos, para llegar a una solución.

La reacción de Estados Unidos es, cuanto menos, tibia. Obama muestra en un comunicado su preocupación por la decisión del ejército de apartar a Morsi de la presidencia y suspender la constitución y llama a un rápido restablecimiento de la autoridad en un gobierno civil democráticamente elegido (pero no habla de reponer al propio Morsi). Como en los demás casos vistos, no hay condena.

En España, el comunicado oficial del Gobierno sobre la situación de Egipto se caracteriza por la contención. Sin justificar la "cancelación del proceso democrático", se hace referencia a la situación de tensión previa y división, que hacía imposible aproximar posturas y a un pronto restablecimiento del poder civil e integración de todas las partes en el proceso democrático.
Rusia e Israel se mueven en la prudencia. Aunque sin mostrar satisfacción por la destitución de Morsi, todo hace previsible que este cambio descongele unas reacciones entre Egipto e Israel que se hacían cada vez más tensas; toda vez que los Hermanos Musulmanes son enemigos declarados de Israel y no abogan precisamente por una coexistencia pacífica.

Las reacciones del resto de países musulmanes de la región, ha sido en general de alivio y muchos se apresuraron a felicitar al nuevo gobierno. Los hermanos Musulmanes representan una amenaza para muchos de ellos y el progresivo aumento de su influencia en Egipto era visto con preocupación.

Esta actitud casi condescendiente de la mayoría de países occidentales tiene su razón de ser. Por un lado, las manifestaciones masivas pidiendo elecciones anticipadas y el apoyo de toda la oposición y la mayoría de grupos sociales a esta irrupción de los militares en la vida política egipcia, lo dota de una suerte de legitimidad; por otro lado, la deriva autoritaria de Morsi había sido manifiesta desde el inicio, con la advertencia inicial del famoso decreto presidencial de 22 de noviembre de 2012 que le blindaba. La democracia no es sólo gobernar para los propios votantes, ni confundir los intereses de un partido con los del Estado, y es una lección que le ha tocado aprender por las malas.

La Unión Europea, las Naciones unidas y otros países democráticos no suelen tener problemas en condenar enérgicamente golpes de estado contra gobiernos legítimos y establecer las correspondientes sanciones e incluso acciones de fuerza; ya lo han hecho en multitud de ocasiones. Pero el caso actual de Egipto, por las razones antes expuestas, se sale de la claridad del blanco y negro a que aludí, para adentrarse en los grises.

Curiosamente, algunos de los únicos países que han condenado sin ambages lo que no han dudado en calificar de  golpe de estado, como el caso de Túnez y Turquía, parecen hacerlo más bien porque se reconocen en el reflejo del depuesto presidente. A Erdogan se le ha criticado el haberse ido deslizando hacia el autoritarismo y el islamismo, siendo los recientes disturbios de Gezi el resultado de un trabajo lento y progresivo de quiebra del sistema democrático secular turco. Es verdad que la situación de estabilidad del país nada tiene que ver con la de Egipto y las elecciones fueron libres y justas. Ennahda en Túnez gobierna en colaboración con los dos principales partidos laicos del país y, a día de hoy, no ha mostrado una especial intención de imponer la agenda islamista; muy posiblemente por miedo a una reacción de los militares similar a esta.

En América Latina, tierra tristemente abonada a los golpes de estado, las reacciones han sido similares a las del resto del mundo. Por supuesto, siempre hay quien aprovecha cualquier ocasión para atacar a su propia oposición, como Nicolás Maduro, que acusa a la oposición de querer hacer con él lo mismo que en Egipto.

En cualquier caso, no hay que creer que los militares egipcios se han vuelto demócratas de toda la vida de la noche a la mañana y, como decía en una entrada anterior , el apoyo del que gozan ahora no es un cheque en blanco para que hagan lo que les plazca. Que este apoyo continue y el ejército siga gozando esta popularidad y ahora de respetabilidad, depende en buena medida de su actuación comedida y prácticamente invisible, pasando a un discreto segundo plano una vez se haya estabilizado de nuevo la situación política. No es una buena noticia que los militares irrumpan en política, pero no hay que caer en la trampa de pensar que la disyuntiva estaba entre la democracia y la dictadura en este caso. Vistos los antecedentes y las actuaciones de los últimos meses del gobierno islamista en Egipto, a ningún observador se le escapa que no había futuro posible para la democracia.

Para finalizar, les hago una pregunta sin fácil respuesta: ¿Son admisibles los golpes de estado en alguna circunstancia? Si alguien tiene a mano las  Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado de Gabriel Naudé, aunque se trate de un texto de 1639, posiblemente responda que sí.

P.S.: La revista Foreign Policy dedica un artículo a la discusión en Wikipedia sobre como llamar a esta intervención militar es también encarnizada y, tanto detractores como partidarios de la misma, tienen buenos argumentos para defender sus respectivas posiciones.

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