jueves, 18 de julio de 2013

Sudáfrica 20 años después ¿Estamos ante un nuevo Zimbabue?

Hoy se celebra el 95 cumpleaños de uno de los hombres más famosos del planeta en la segunda mitad del siglo XX, Nelson Mandela. Es el símbolo vivo de la lucha contra las políticas de segregación racial y la prueba que la convivencia es posible. No puedo dejar de mencionar a Frederik de Klerk, quien sustituyó en la presidencia a Pieter Botha en 1989, y cuyo aperturismo permitió, en estrecha colaboración con el Congreso Nacional Africano, ir derogando la mayor parte de las bases del apartheid en apenas cuatro años. Mucho ha cambiado Sudáfrica desde el fin del apartheid. Para bien en lo relativo a la igualdad de derechos, aunque todavía existan disparidades económicas y sociales, pero retos enormes se asoman en el horizonte.

Mandela y de Klerk en el Foro Económico Mundial de Davos en 1992. Fuente: Nobelprize.org, con licencia Creative Commons
Sudáfrica es un país complejo. Posiblemente constituciones del mundo reconozcan once lenguas oficiales. La diversidad étnica es notable, incluso al interno de la mayoritaria (en torno al 80%) de población negra, procedente de diferentes etnias. El tamaño de su economía es enorme, representando un cuarto del volumen total del continente africano, siendo asimismo su bolsa la más importante de África. Forma además parte del grupo de países emergentes conocido como BRICS. Buena parte de este peso económico se debe a una economía diversificada, basada principalmente en la minería -carbón, minerales, metales preciosos-, la ganadería y el turismo. Cuenta también con una desarrollada industria y se intenta desde hace años reconducir el futuro de la economía por el camino de la alta tecnología; como otros países, especialmente en Asia, hicieron ya en el pasado.
Aunque las economías emergentes en conjunto han aguantado relativamente bien la crisis económica internacional, no han salido indemnes. Sudáfrica todavía no ha logrado volver todavía a los niveles de PIB de 2008 y el año pasado perdió un 2,5%, aunque se prevé llegar a niveles positivos de crecimiento cercanos al 3% este año. En cualquier caso, se trata de un crecimiento bastante vulnerable a cualquier nueva recaida de las principales economías mundiales y a fluctuaciones en los precios de las materias primas. Además, su dependencia de la financiación extranjera, le expone mucho ante una eventual fuga de capitales en caso de inestabilidad.

Además del económico, el país atraviesa retos y problemas gigantescos también, destacando entre ellos el desempleo, la pobreza y el VIH/SIDA. El desempleo afecta en conjunto a un 25% de la población y, particularmente, a la mitad de los jóvenes sudafricanos, con una mayor prevalencia entre los ciudadanos de raza negra. Por otro lado, la disparidad de salarios es abrumadora, siendo la renta de los blancos unas ocho veces superior a la de la población negra; lo que explica que la pobreza se concentre mayoritariamente en este último grupo. 1 de cada 7 sudafricanos es portador del VIH/SIDA y, aunque es verdad que se combate el problema con grandes inversiones públicas para financiar su tratamiento, es una situación difícilmente sostenible a largo plazo. 

Pero existen más problemas, como la inseguridad y la violencia rampante, necesidad de mejorar el nivel educativo de la población negra, hacer llegar servicios públicos básicos como electricidad y agua potable a toda la población, o terminar con los asentamientos chabolista donde se hacinan varios millones de personas en todo el país. 

Para poner fin a la pobreza y reducir la desigualdad, el gobierno sudafricano presentó en febrero de este año su National Development Plan 2030 (Plan Nacional de Desarrollo 2030) que pretende crear una economía más inclusiva, una mejora de la capacidad del estado, así como promover el liderazgo y la colaboración con la cociedad civil. Objetivos ambiciosos y cargados de buenas intenciones, que todos deseamos que se cumplan.

Pero como a día de hoy lo que se ve son los problemas antes expuestos, y todos sabemos que una sociedad en crisis es caldo de cultivo perfecto para todo tipo de regímenes populistas, surgen partidos políticos cuyo ideario amenaza con destruir todo aquel consenso y ansías de convivencia pacífica que Mandela y De Klerk, junto con el respaldo mayoritario de la sociedad sudafricana hace casi 20 años, consiguieron. En concreto me refiero al Economic Freedom Fighters impulsado por Julius Malema, que celebrará su primer congreso en julio. Este caballero, que se confiesa admirador de Hugo Chávez y sigue punto por punto su estilo populista, "anticapitalista" y antiimperialista, busca entre otras cosas la nacionalización sin compensación de granjas y minas, casi todas en manos blancas. Se estima que un 25% de los jóvenes sudafricanos estaría dispuesto a votarle.

Julius Malema en una camiseta electoral. Fuente: Flickr, usuario Vark1 con licencia Creative Commons

Es cierto que la redistribución de la tierra es una tarea pendiente desde el fin del apartheid, y que resulta más que complicada. Sin embargo, lo que propone Malema, además de suponer una amenaza al estado de derecho y derivar en una nueva espiral de odio, ya se ha comprobado que no puede llevarse a cabo sin hundir un país entero. De hecho, existe un caso muy similar en que mirarse, que es Zimbabue. El modo en que se hizo la expropiación de tierras a los granjeros blancos, unidas a una pésima gestión y una corrupción galopante, convirtieron un país antaño próspero en uno de los más pobres de África. El actual gobierno plantea transferir un 30% de las tierras a la población negra en 2014 (confiemos en que con algún orden y tras acuerdos con todas las partes). Ostenta además tristes records, como tener a casi un 30% de su población infectada por el VIH/SIDA o una hiperinflación que deja corta a la alemana de 1919. 

Si se quieren cambiar las cosas, las expropiaciones forzosas y el enfrentamiento no es el camino. Es necesario que toda la población sudafricana se sienta partícipe no sólo de los problemas, sino de las soluciones. Se debe mirar atrás, pero sólo para recordar aquello que no se quiere repetir.

Feliz cumpleaños señor Mandela.

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