jueves, 5 de septiembre de 2013

Gibraltar: algo más que una roca pelada con monos

Hagamos un repaso histórico

Érase una vez, hace así como tres siglos y pico, en un reino muy, muy cercano, muere sin descendencia un rey que apodaban "el hechizado", y no precisamente porque se quedara con esa cara al ver mujeres desnudas como su padre, Felipe IV, si nos atenemos al irónico relato "Crónica del Rey pasmado", en que el pobre monarca intenta con toda su alma lograr su mayor deseo: ver a la Reina desnuda. Pero no nos desviemos del tema. Con su fallecimiento sin descendencia directa, se abre un periodo de lucha entre dos aspirantes al trono, el Archiduque Carlos de habsburgo y Felipe de Borbón; amén de sus correspondientes aliados europeos.

Sellos de Gibraltar con la efigie de Eduardo VIII, Jorge V e Isabel II y uno de los tradicionales monos del peñón. Fuente: Flickr, usuario scotbot, con licencia Creative Commons.
En esto, tal mes de agosto como el de este verano, pero de 1704, una flota austracista mayoritariamente británica ataca un Peñón mal defendido y logra una rendición decorosa de las escasas fuerzas borbónicas que lo defendían. La guerra de sucesión, que no de secesión, continúa y más territorios caen en poder de las fuerzas aliadas de uno u otro bando. Tras nueve años, mira si nos tomamos las cosas con calma, finaliza con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. En dicho tratado se cede, artículos X y XI, la soberanía por tiempo indefinido de Menorca (capturada en 1708) y de Gibraltar; aunque Menorca sería finalmente devuelta en virtud del Tratado de Amiens en 1802.
El Tratado establecía unos serios límites a esta cesión. Para comenzar, se cede la propiedad, pero no la jurisdicción territorial, que sigue quedando en manos de la Corona española. En teoría, se prohibe también dar o enajenar de cualquier modo el territorio. Las sucesivas ampliaciones, como la construcción del aeropuerto en 1938, nunca han sido aceptadas por España ni el Tratado las permitía. Se suponía además que no habría comunicación por tierra ni intercambio de mercancías entre el peñón y la península, salvo caso de extrema necesidad. Durante casi dos siglos, el acceso de aprovisionamientos de todo tipo al Peñón tuvo lugar por vía marítima. No sería hasta 1909 que se crea la famosa verja que permite el acceso regular por tierra.



Con la creación de las Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial, podríamos pensar que iba a resolverse el entuerto, aunque en realidad, lo lió más. El artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas establece que todo territorio no autónomo está sujeto a descolonización y que hay que irlo dotando de autogobierno. Con todo, esto no es del todo aplicable a Gibraltar, puesto que el tratado de Utrecht establecía unas condiciones muy específicas, y cualquier cesión, permuta, o enajenación del territorio a una tercera parte (los llanitos), supondría la reversión inmediata a la corona española del mismo.

Siguiendo la Resolución 2070 de la Asamblea General de 16 de diciembre de 1965, los gobiernos inglés y español comenzaron una serie de negociaciones para finalizar con la disputa y devolver la soberanía del territorio a España. Como pueden imaginar, pocas esperanzas había de un sí, teniendo en cuenta que estábamos en plena dictadura franquista. Además, el gobierno británico lanzó un referendum 1967, que la ONU lamenta en su Resolución 2353 de la Asamblea General de 19 de diciembre de 1967, y que explicitó el rechazo frontal a la devolución. La aprobación de una constitución para Gibraltar en 1969 fue un nuevo golpe de fuerza británico.

Pero, con la normalización democrática en España, se retomarían las conversaciones en los años ochenta, que casi concluirían de modo relativamente exitoso cuando en 2002, tras largas y secretas negociaciones entre los gobiernos británico español, se llega al acuerdo de una cosoberanía entre ambos, siempre y cuando los gibraltareños consintieran mediante referendum (esa útima fue condición británica). Pero éste resultó negativo, como era previsible. La tensión subsiguiente se vería reducida durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, merced a la creación del Foro Tripartito (mesa de negociaciones en la que por vez primera participaba el Peñón junto con los gobiernos de Madrid y Londres) que firman en 2006 la Declaración de Córdoba en 2006, que pretendía mejorar la colaboración entre las autoridades españolas y el peñón y regular cuestiones como el aeropuerto, con la creación de una terminal conjunta que nunca se construyó, entre otras cosas.

El actual periodo de tensión se debe a un nuevo conflicto por los caladeros que rodean el peñón. Con la excusa de la defensa del medio natural, las autoridades gibraltareñas restringen o impiden completamente la pesca sobre lo que consideran sus aguas territoriales, aunque verdaderamente carecen de ellas. Aún así, el acoso de sus patrulleras a los pescadores españoles es una constante.

¿Qué es Gibraltar?

Un enclave estratégico en el tráfico marítimo que atraviesa el Estrecho, y eso explica en buena medida el por qué la corona británica no ha sentido nunca especial interés en su devolución. Hoy día, es además un paraiso fiscal (quizás menos que antes, al menos en teoría han ido adaptando su regulación financiera a las directivas y directrices de la Unión Europea), perfecto para la evasión de impuestos y contabilidad creativa. El número de sociedades constituidas en Gibraltar, supera en mucho su población. Se sospecha que al menos 7000 gibraltareños tienen residencia real en España, pero fiscal en el peñón. El contrabando de tabaco es otro de sus grandes negocios. Sobre su poca o nula colaboración con las patrulleras españolas para perseguir el narcotráfico (todos tenemos en la cabeza imágenes de lanchas motoras cargadas hasta los topes de hachís marroquí, refugiadas en los puertos gibraltareños), poco más hay que decir.

¿Por qué es importante seguir reclamando la soberanía?

Para que una situación de facto no se convierta en un derecho. España nunca ha renunciado a sus derechos sobre Gibraltar, aunque hace ya más de dos siglos que no se intenta recuperarla por la fuerza o mediante el sitio (el último duró 4 años, de 1779 a 1783), sino por la diplomacia. Con todo, el tiempo juega en contra de España, que es la más interesada en lograr una solución que permita una vuelta más  menos rápida de ese territorio bajo soberanía española. Les pondré un ejemplo que puede parecer poco importante: Perejil.

Cuando Marruecos "invade" el pequeño islote de Perejil, que al común de los mortales le da igual, y el gobierno español da orden de intervención militar para recuperarlo inmediatamente, más de uno se reiría. Sin embargo, no se trata de una cuestión baladí. De no haberlo hecho, posiblemente hoy sería territorio marroquí y la posibilidad de recuperación sería limitada o nula. Además, recordemos que Marruecos mantiene su reclamación sobre las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que existían mucho antes de la propia creación del reino alahuita. España también ha defendido en los foros internacionales la soberanía sobre estos dos territorios, siempre que Marruecos los ha reclamado.

¿Quienes son los más afectados?

La zona de la Línea, por su proximidad con Gibraltar, se ve muy afectada en su economía, para bien o para mal, según estemos en un periodo de tensión o de relajación. Los comercios de la zona, desde el mes de agosto, han reducido su facturación hasta en un 50%. La pesca es otro sector especialmente perjudicado, pues los caladeros alternativos que se les ofrecen no son especialmente ricos. Una solución duradera, desde una posición de fuerza de las autoridades españolas, es lo único que podría normalizar la vida en esta zona.

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