miércoles, 26 de agosto de 2015

Erdogan y la ayuda interesada

Aunque Erdogan es ahora mismo el jefe de estado que, como en otros países, es formalmente una figura poco más que decorativa con pocas atribuciones reales, en la práctica sigue siendo el gobernante en la sombra y el actual primer ministro, Ahmet Davutoglu, es considerado por la mayoría de los analistas como una simple marioneta. Lo cierto es que recuerda mucho al tandem Putin-Medvedev.

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Que Erdogan no es ninguna hermanita de la caridad, es un hecho conocido. Si la política es el arte de alcanzar y mantener el poder, este hombre es un maestro, pero de los malos. Existen figuras políticas que ven más allá del presente, como el fundador de la moderna república de Turquía, Kemal Atatürk, quien modernizó el país y dotó de derechos y de la condición de ciudadanos a su población, especialmente las mujeres; renunció a recuperar las regiones perdidas del imperio otomano y se centró en el núcleo de Turquía: la península de Anatolia y, ante todo, lo hizo para todos, no sólo para aquellos que le apoyaran. El sistema por él instaurado y afianzado por su segundo, Ismet Inönü, se ha mantenido bastante firme, aun a pesar de los intentos de Erdogan de perpetuarse indefinidamente en el poder por designio divino (denle tiempo y oportunidad, y se autoinvestirá como el próximo califa, además de pasar de una república a un sultanato. De momento ya ha comenzado con su propio palacio de 1000 habitaciones, bautizado ya como Ak Saray o Palacio Blanco).

Su arrogancia y prepotencia llega al nivel de llevar muy mal las críticas; tan mal, que lo que en España sería un componente esencial de la libertad de expresión, la posibilidad de realizar críticas usando palabras duras, allí lo transforma en un "insulto" que ha llevado a la cárcel a más de un periodista (Sólo le llamó "dictador", y Erdogan se encargó de confirmar que no se trataba de un insulto, sino de la constatación de un hecho). 

Con estos antecedentes, no resulta difícil deducir que su reciente unión a la lucha encabezada por los Estados Unidos contra el Estado Islámico en Iraq y Siria no es producto de su compromiso con la democracia, sino de un doble cálculo interno: la posibilidad de atacar a los kurdos e intentar con ello obtener réditos electorales para recuperar la mayoría absoluta perdida en las elecciones de junio.

Hasta el momento, Turquía había observado impasible como kurdos y EI se dañaban mutuamente, aunque con una cierta preocupación de que los primeros aprovechasen la debilidad de Siria e Irak para proclamar un estado independiente. Ahora, Turquía tiene la oportunidad de salir y efectuar operaciones de castigo sobre enclaves kurdos. De hecho, sus primeras operaciones han ido en esa dirección, más que luchar directamente contra el EI.

El cálculo electoral, por otro lado, puede acabar saliéndole por la culata. Su intención es apuntarse tantos por la lucha contra lo que en Turquía se percibe, y es, un grupo terrorista como el PKK (En España hemos tenido virtualmente el mismo problema con ETA), pero si las bajas comienzan a ser demasiadas, dejará de funcionarle ese discurso y la población se volverá en su contra. A esto habrá que añadirle la impresión del ciudadano turco medio de haberse convertido en diana del EI por su apoyo a la coalición internacional que lucha contra ellos.

Turquía afronta, pues,  un periodo lleno de incertidumbres que ya está haciendo mucho daño a su economía y al valor de su moneda. Un clima enrarecido que a buen seguro tendrá sus consecuencias en las elecciones de noviembre.

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