miércoles, 27 de enero de 2016

El eterno retorno a la discusión sobre el sistema electoral

Cada vez que hay elecciones en España resurge la cuestión de la necesidad o no de cambiar el sistema electoral, que perjudica sobre todo a los partidos de apoyo difuso con implantación nacional (El caso de IU es paradigmático al respecto), no así a los nacionalistas o a los partidos de carácter nacional más grandes. La gran crítica es la falta de proporcionalidad que, para algunos, convierte a nuestro sistema electoral en mayoritario. Pero, ¿es esto así?

Gráfico comparativo de los resultados en las elecciones generales. Fuente: Ministerio del Interior
El actual sistema electoral es ciertamente un producto de la transición, que intentaba resolver uno de los principales problemas de la inestabilidad de la II República, la falta de mayorías que permitieran gobiernos estables. Dentro de lo que cabe, ha cumplido su objetivo y hoy tenemos una democracia consolidada. Por otro lado, echando un vistazo a los países que, como nosotros, cuentan con algún tipo de sistema electoral proporcional, la tónica dominante en todos es que, de algún modo, el sistema da primas al partido ganador. Varios son los factores que hay que tener en cuenta: tamaño de la circunscripción (provincia), magnitud, fórmula repartidora (Ley d´Hont) y umbral mínimo.

De todos los factores anteriores, el esencial es la magnitud, es decir, el número de escaños a repartir en una circunscripción determinada. A mayor número de escaños, mayor proporcionalidad, porque se requiere un menor porcentaje de voto para obtener cada escaño. El umbral mínimo en España es del 3% a nivel provincial  (casi nada si lo comparamos con el 10% a nivel nacional que exige el sistema electoral turco), pero en realidad, en las provincias que reparten menos escaños, este umbral puede llegar de facto al 25%. La ley d´Hont no es per se mayoritaria, la desproporcionalidad que produce (y no es excesiva si aplicamos el índice de desproporcionalidad de Gallagher) en combinación con el resto de elementos del sistema ya vistos. Aumentar el número de escaños a repartir por provincia, algo que contempla la ley, hasta los 400, podría mitigar en cierta medida este fenómeno y la sobrerrepresentación de las provincias menos pobladas respecto de las más pobladas.

El sistema alemán, del que se habla mucho y se conoce poco, no es tampoco la panacea. En pocas palabras, éste consiste en la división de los escaños a elegir en dos grupos: una mitad se reparte entre distritos uninominales, la otra mitad en voto de lista cerrada y bloqueada de partidos políticos. Los escaños elegidos por el voto de lista se repartirán proporcionalmente a los obtenidos en los distritos uninominales. 

Hasta aquí, suena muy bien y parece razonable, pero un sistema de este tipo requiere, cuanto menos, una similar distribución geográfica de la población (Alemania está más densamente poblada que España, con una superficie un 40% menor, casi nos dobla en población). Otra cosa que se nombra poco es el umbral mínimo de voto exigido: un 5% a nivel nacional (o menor, pero habiendo obtenido escaños en tres distritos uninominales). Con estas condiciones, en las pasadas elecciones del 20D, Izquierda Unida se habría quedado igualmente fuera.

¿Cómo lograr mayor proporcionalidad? El aumento antes mencionado de escaños a 400 es una posible solución, pero no necesariamente a nivel provincial. Los 350 escaños actuales podían seguirse repartiendo como hasta elmomento, y los otros 50 escaños en circunscrición electoral única según el porcentaje de voto obtenido entre aquellos partidos que hayan obtenido un umbral mínimo del 3% a nivel nacional.

¿Sería mejor cambiar a un sistema mayoritario de doble vuelta? Los tiros no parecen ir en esa dirección en nuestro país. Además, ya se ha visto en el caso francés que cuando un partido, caso del Frente Nacional, es capacidad de concentrar su voto en primera vuelta, porque el resto de fuerzas está muy dividida, pasa sin problemas a la segunda, donde no tiene posibilidades de obtener la mayoría y la única duda es por qué porcentaje perderá. Sin embargo, el voto del ganador no lo es por ser la opción preferida del electorado, sino por ser la menor indeseable, lo que de algún modo afecta a su legitimidad.

¿Cuáles son sus propuestas de reforma del sistema electoral?

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