jueves, 25 de febrero de 2016

El ataque de cordura de Pedro Sánchez

El pacto firmado entre Partido Socialista y Ciudadanos, con una escenificación grave y formal y guiños al espíritu de la transición española, hace pensar que, por primera vez en mucho tiempo, no es Podemos quien lleva la iniciativa. Creo que el pacto es una buena noticia, pues implica una voluntad política de transacción mútua y búsqueda del centro político, lo que derivará en políticas con más posibilidades de perdurar en el tiempo. 

La negociación política vista por Perich en Los tres pies del gato
Las reacciones de Partido Popular y Podemos no se han hecho esperar. El Partido Popular insiste en que votará en contra, ya que es el partido más votado y considera que, de haber un presidente investido, debería ser Mariano Rajoy. Podemos, por su parte, ha entrado en plena pataleta, abandonando de forma abrupta las negociaciones que se estaban llevando a cabo con el bloque de izquierdas. Al menos Alberto Garzón fue más elegante y educado, acudiendo a la cita, aunque fuera para decir que, dadas las circunstancias, entendía que no podía continuar con la negociación.

Pero, ¿oculta algo más esta reacción de cabreo mal contenido de Podemos? Vayamos por partes. Podemos, que en su momento aspiraba a superar la tradicional división entre izquierda y derecha, hace tiempo que fracasó en el empeño, atrayendo Ciudadanos a votantes desencantados del Partido Popular y muchos socialistas situados cerca del centro. En un intento de aislar al PSOE, Podemos lanzó el órdago de "si negocias con él, nos vamos". Sánchez, con buen criterio, no cayó en el chantaje y siguió hablando con todos. Por otro lado, resulta difícil caer cuando el partido que supuestamente te ofrece la mano, está constantemente humillándote (Creo que muchos votantes socialistas tardarán en olvidar la puesta en escena "vicepresidencialista" de Iglesias, presentando su "gobierno y ministrables" sin haberle dicho nada siquiera a su potencial socio).

Ahora, Podemos se encuentra en una situación complicada. Aunque no dudo que continuará con un discurso de dignidad ofendida en que no reconozca errores, ni de fondo ni de forma, lo cierto es que si vota en contra o no se abstiene en la segunda votación de investidura, habrá que ir a unas nuevas elecciones. Y, por mucho que insista en que Ciudadanos es una derecha como el Partido Popular, tendrá complicado explicar a sus votantes por qué no ha ayudado a propiciar el cambio del que tanto habla. Además, si el Partido Popular, como mal menor, permite con su abstención la investidura de Sánchez, eso podría desbloquear el camino a pactos o búsquedas de consensos futuros en materias sensibles, como educación. No hay que olvidar que, aunque Sánchez gobernase, dado que, como ya le han recordado, los números no salen para que lo haga en solitario, debe adoptar una actitud abierta y dialogante si quiere lograr sacar adelante cualquier votación.

Por otro lado, si Podemos hace caso de las encuestas, y debería si atendemos a la encuesta de Sigma Dos para El Mundo del 20 de febrero, todo apunta a una bajada en el número de escaños en el supuesto de celebrarse nuevas elecciones. Bajaría también el PP, pero menos, 4 en lugar de los 9 de Podemos, y Ciudadanos sería el gran beneficiado, subiendo unos 10. Hasta el PSOE subiría 3 escaños. En pocas palabras, Podemos ha tocado techo, podría perder peso político y lo sabe. No olvidemos que la coalición con Compromís en la Comunidad Valenciana está más que rota y que Podemos cuenta con sus propios problemas en otras partes del país: gestoras en Cantabria y Galicia, primarias en La Rioja y País Vasco, que ya estaban en manos de gestoras, o la posibilidad de la integración de Podemos en Cataluña dentro del partido que pueda fundar Ada Colau; amén de las tensiones internas entre las vertientes no nacionalistas y nacionalistas de Podemos.

Como se puede ver, estamos ante una aplicación práctica de la teoría de juegos, en que todos los actores juegan sus bazas para maximizar su beneficio. Pero, en la medida que no estamos en un juego de suma cero, a la larga las estrategias cooperativas deberían ser las preferidas y, aquellos que rehusan colaborar, deberían recordar que serán tratados igual en posteriores repeticiones del juego (o elecciones en este caso) si siguen con las mismas estrategias, por lo que conviene revisarlas.

¿Habrá nuevas elecciones, o se comportarán los partidos como actores racionales y razonables? Hagan sus apuestas.

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