miércoles, 11 de octubre de 2017

El independentismo de Schrödinger

Considerando los precedentes e intentando no pecar de ingenuo, no me esperaba una clara declaración unilateral de independencia, sino la misma ambigüedad calculada de siempre; y no me equivocaba. Lo que ya superaba mis más salvajes y lúbricas fantasías, era la posibilidad de combinar dicha ambigüedad con una suspensión inmediata de sus efectos, logrando un independentismo cuántico, que es, no es, y es y no es a la vez. Puigdemont debe de estar recibiendo asesoramiento de algún guionista de culebrones para lograr el más difícil todavía. 

Puigdemont asume el mandato de una parte, y ni siquiera la mayoría, del pueblo de Cataluña en cuyo nombre habla.
Vamos a recapitular un poco.

A las seis de la tarde del día 10 de octubre, el mago del suspense, Carles Puigdemont, había fijado un pleno tramposo, para eludir la suspensión del Tribunal Constitucional del pleno del día anterior. La oposición acudió puntualmente, conveniente abucheados al acceder al Parlament por pro-independentistas que se habían congregado en el exterior (curioso modo de presumir de diálogo, respeto, cohesión y transversalidad). Una vez sentados en el hemiciclo, quienes están desaparecidos son todos los partidos del Junts pel Sí, que han pedido retrasar una hora el pleno. Las razones formales que adujeran, poco importan, pues estaba claro que el problema radicaba en que, para variar, no habían logrado una consensuar una posición común.

El tiempo pasaba y el ambiente en el exterior era de incertidumbre y una tensa calma; a la expectativa de lo que pudiera ocurrir. Por fin, bien pasadas las siete de la tarde, comparece Puigdemont. Un vistazo a las caras de sus socios más queridos, la CUP, ya comenzaba a evidenciar que, fuera lo que fuese lo que iba a decir, no iba a contentar a todos y sí decepcionar y cabrear a muchos. No nos equivocábamos, pocas veces un hombre ha logrado despertar tanta euforia cuando afirmó que “Como presidente de la Generalitat asumo al presentarles los resultados del referéndum ante el Parlamento y nuestros ciudadanos, el mandato de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república”, para en menos de un minuto suspender los efectos de la declaración de independencia para emprender un dialogo, al que no pone límites temporales, que permita llegar a una solución acordada. Un jarro de agua fría en toda regla.

El resto del discurso, no tiene mayor relevancia, pues estuvo marcado por el mismo cinismo, medias verdades y falsedades manifiestas que caracterizaron el del 3 de octubre. Destaquemos tres: sigue insistiendo en la representatividad de un referendum ilegal que menos del 40% del censo respaldó y que deja sin voz ni derechos a esa mayoría silenciosa que salió a la calle el pasado fin de semana; pretende reducir el problema a un enfrentamiento entre el gobierno del PP y Cataluña, cuando se trata de un enfrentamiento del Govern con la legalidad constitucional vigente; y, por último, sigue buscando la internacionalización del conflicto, callando que ningún mediador que se precie acepta sentarse con ellos si no vuelven primero a la legalidad. 

La realidad es que esta espantada de Puigdemont ha decepcionado a una parte importante de sus apoyos más entusiastas. La movilización y agitación permanente con la que ha contado y se ha impulsado el procés, acaba de perder fuelle porque sus protagonistas se sienten traicionados. El desgaste de alargar la ambigüedad comienza a pasar factura. Les voy a poner un ejemplo que me gusta particularmente, el de Podemos cuando Pablo Iglesias parecía que iba camino de convertirlo, como mínimo, en principal partido de la oposición. Mientras no hubo que concretar, todo iba bien, pero llegó el momento de plasmar en hechos las ideas, y pasó de comerse el mundo, a tender cada vez más a la irrelevancia (como le está ocurriendo a la antigua Convergència). La CUP ya ha anunciado que no era la declaración que querían ni esperaban y que comenzarán a trabajar para hacer real la independencia. Sospecho que se refieren a recurrir a la agitación en la calle, escenario que se les da mejor que el institucional.

La ambigüedad pone en un lugar difícil al gobierno, pues la vaguedad de lo dicho y el carácter más político que institucional del mismo hace complicado perseguirlo legalmente. Sin embargo, esto puede ser también una gran oportunidad, que evite la aplicación del artículo 155 que pueda avivar los ánimos decaidos de los independentistas. Lo ideal sería, antes de nada, pedirle al señor Puigdemont que nos aclare si ha declarado la independencia y cuál es su hoja de ruta (algo me incita a pensar que dentro de JxSÍ también les gustaría saberlo), aunque dudo que lo haga. Recomiendo prudencia y no tomar medidas que, aunque legales y estoy seguro que proporcionadas, podrían darle un balón de oxígeno a un Govern que muchos consideran ya traidor a la causa.

Se avecinan días aciagos para el señor Puigdemont. Lo mal que lo pasará el pobre cuando se cruce con Anna Gabriel y ésta le ponga morritos de enfado. 

¿Cuáles son sus pronósticos?

No hay comentarios

Publicar un comentario

© La Justicia Como Equidad
Maira Gall