lunes, 4 de diciembre de 2017

Crónica: El reto del Brexit para España y la Unión Europea

El 1 de diciembre de 2017 tuve la oportunidad de asistir como oyente a la mesa redonda "El futuro de Europa a debate: El reto del Brexit para España y la Unión Europea", organizada por la Oficina del Parlamento Europeo en España en colaboración con la Universidad Europea de Valencia. Agradezco el esfuerzo por acercar a la ciudadanía y con ponentes de alto nivel una cuestión que preocupa por sus consecuencias, todavía no definidas por completo.

Un momento de la distendida mesa redonda. De izquierda a derecha: Camilla Hillier-Fry, Miguel Ángel Benedicto, Inmaculada Rodríguez-Piñero y Álvaro Imbermón
Juan Morote, Rector de la Universidad Europea de Valencia, pronunció unas palabras de bienvenida y compartió algunas reflexiones antes de dar paso a María Andrés, Directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España, que habló de lo inesperado del triunfo del SÍ y el miedo a que se produjera un efecto contagio y caos derivado de la salida de Reino Unido. Sin embargo, señaló, las instituciones europeas han logrado mantener el tipo y la Comisión lleva correctamente el peso de los negociaciones en relación al acuerdo de salida y al acuerdo sobre las relaciones futuras del Reino Unido con la Unión.

Recalcó que en estas negociaciones, que se preveían duras y lo están siendo, se mantienen como líneas rojas la defensa de las cuatro libertades básicas (la libre circulación de personas, mercancias, servicios y capitales). Además, se busca defender el estatus legal de los ciudadanos europeos en RU y de los británicos en Europa, determinar el importe final de la factura del divorcio, fijar las fronteras externas de la UE y determinar qué compromisos internacional se conservarían una vez consumada la separación.

Una vez concluida su intervención, se dio paso a los ponentes, moderados por Miguel Ángel Benedicto. Periodista y Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea: Inmaculada Rodríguez-Piñero: Eurodiputada y parte de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas; Álvaro Imbermón: Analista de Quantio; y Camilla Hillier-Fry. Secretaria General de Eurocitizens y socia de PeopleMatters.

Por razones de claridad y evitar reiteraciones, agruparé temáticamente las cuestiones expuestas.


1. ¿Cómo se ha llegado al Brexit?

Es verdad que Reino Unido, desde su entrada en la entonces CEE, no ha sido especialmente pro-integración. Pero no es posible culparle totalmente por ello, es posible que se haya hecho poca pedagogía de qué es Europa y cuáles son los valores europeos. De hecho, siendo justos, en otros países europeos también había (y hay) sensación de lejanía de las instituciones europeas, a pesar de todos los esfuerzos hechos por aumentar la transparencia y la información al ciudadano. Con estos mimbres, era fácil echar la culpa a Europa de lo malo y usar el mito de la soberanía ("take back control"), que traía consigo la añoranza de un pasado idealizado de poder e independencia.

La cuestión económica tuvo su importancia, pero basada en número erróneos por parte de los defensores del Brexit. Todos recordaremos el supuesto ahorro de 350 millones de libras a la semana para Reino Unido que el entonces Ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, no dudó en esgrimir. Sin embargo, esa cifra tenía truco, dado que no deducía la cantidad correspondiente a las subvenciones comunitarias recibidas, sin la cual la cifra real se rebajaba a 160 millones semanales. En realidad, esta falta de información, era aún más grave, ya que ni siquiera los defensores del SÍ sabían las consecuencias de lo que defendían: muchos no sabían qué votaban (resulta esclarecedor recordar que la victoria del Brexit disparó las búsquedas en google sobre lo que suponía) o votaban por castigo al gobierno.

Aún está todavía por cuantificar la verdadera influencia de las noticias falsas en redes sociales, y el interés de China y Rusia por debilitar la UE. Las redes sociales, tuvieron un efecto de cámara de eco, con lo que uno se veía retroalimentado de información y opiniones que coincidían con sus actitudes preexistentes. Esto, en un país como Reino Unido, donde los mitos sobre la UE campan por sus respetos, tiene un efecto devastador; a pesar de los esfuerzos para combatirlos, que se encuentran reflejados en los 1200 euromitos que recoge la página de la Oficina de Información del Parlamento Europeo en Londres. Los defensores de la UE partían, pues, con una falta de credibilidad a ojos de los escépticos. Se lamenta que los medios de comunicación han perdido su papel de gatekeepers (guardianes) de la información veraz, puesto que han llegado a caer en este círculo vicioso.

Otro problema fue la mala campaña por la permanencia (Remain Campaign), no por estar basada en malos argumentos (ya que éstos eran impecables) sino porque fue excesivamente racional, mientras que la del Brexit fue totalmente emocional, lo que lograba evitar la tentación de pensar críticamente. Por desgracia esta racionalidad bien pudo tener influencia en la poca movilización de los jóvenes que, si bien estaban mayoritariamente en contra de la salida de RU (el 70% votó por la permanencia), votaron en menor proporción que sus contrincantes. Como dato curioso, aunque la inmigración fue uno de los argumentos de los defensores del Brexit, fue en zonas rurales con poca inmigración dónde más se apoyó la salida, no en zonas cosmopolitas y multiculturales.

2. ¿Qué pierde Reino Unido y la UE?

Con el Brexit perdemos todos. La clave está en intentar que esta pérdida sea la menor posible y transformarla en oportunidad. La negociación no puede ser un juego de suma cero.

Con su salida, Reino Unido renuncia a la mayor economía mundial, al mayor receptor de inversión extranjera y a un mercado único de 500 millones de personas con un elevado poder adquisitivo. Por contra, la Unión pierde un aliado fundamental en organismos internacionales, en defensa y educación. Así mismo, con su salida perdemos 10.000 millones netos al año en el presupuesto de la UE y se generan nuevas necesidades de gasto en áreas clave como defensa, inteligencia o atención a los refugiados.

Existen seis escenarios posibles de un Brexit duro (Sin acuerdo de ninguna clase) a uno suave en que Reino Unido pudiese continuar en el mercado único manteniendo su permanencia al Espacio Económico Europeo (EEE). Todo depende de cómo sea el modelo transitorio. En principio, la idea es llegar a acuerdos lo más amplios posibles.

Reino Unido debe plantearse si las multinacionales desearán quedarse en un país en que, aunque al final no haya aranceles, sí que existan aduanas, lo que implica procedimientos administrativos y, en suma, trabas al comercio. Con este panorama, lo normal es que se produzcan desinversiones. Pero el problema no es sólo británico. España cuenta con multinacionales con intereses en RU que, de darse un mal acuerdo, verán caer sus cotizaciones y arrastrarán al IBEX consigo. En relación a atracción de inversión directa extranjera, no cabe duda que la UE será más atractiva que un RU obligado a renegociar muchos acuerdos.

Mientras el conjunto de la UE crece en estos momentos, Reino Unido contrae su crecimiento, pierde inversiones, empresas y empleo. Aquellas empresas que no han deslocalizado, se lo plantean o crean sedes complementarias para realizar una transición rápida en caso de tener que irse. Está claro que el ecosistema financiero se recompondrá. La cuestión es dónde: ¿Será Frankfurt el nuevo Hub financiero o se desplazará a Nueva York?

3. Las negociaciones

En la estrategia de negociación es clave la unidad de todos los estados miembros. Reino Unido intentó al inicio mantener relaciones bilaterales con los diferentes estados de la Unión, pero por fortuna ha fracasado en su intento de división.

- el estatuto jurídico de los ciudadanos de la UE-27 que residan o hayan residido en el Reino Unido y de los ciudadanos del Reino Unido que residan o hayan residido en otros Estados miembros, así como otras disposiciones relativas a sus derechos;
- el saldo de las obligaciones financieras entre el Reino Unido y la Unión Europea;
- la frontera exterior de la Unión Europea;
- la clarificación del estatuto de los compromisos internacionales asumidos por el Reino Unido en su calidad de Estado miembro de la Unión Europea, toda vez que la Unión Europea de 27 Estados miembros será la sucesora jurídica de la Unión Europea de 28 Estados miembros;
- la seguridad jurídica de las personas jurídicas, incluidas las empresas;
- la designación del Tribunal de Justicia de la Unión Europea como autoridad competente para la interpretación y aplicación del acuerdo de retirada;

Mención especial recibe la única frontera terrestre de Reino Unido con un país de la Unión, Irlanda. Se destaca la necesidad de mantener los acuerdos de Viernes Santo de 1998 y garantizar la continuidad y la estabilidad del proceso de paz en Irlanda del Norte y de hacer todo lo posible por no crear obstáculos al cruce de la frontera. El problema es como conseguir que esta frontera no se convierta en un coladero de importación/exportación.

La aprobación del acuerdo de retirada es competencia exclusiva del Parlamento Europeo, mientras que la aprobación del marco de nuevas relaciones requerirá la aprobación y ratificación por los parlamentos nacionales.

Theresa May tardó nueve meses en iniciar el proceso de separación, que debe terminar antes del 29 de marzo de 2019, previamente a las elecciones europeas de ese año. Este retraso deja a Reino Unido en una situación de debilidad ante una una negociación ya de por sí asimétrica en la que el reloj corre en contra de Reino Unido. Si la salida se produce sin acuerdo, será un país tercero al que se le aplicarán los aranceles correspondientes, lo que puede suponer un desastre para un país que envía el 59% de sus exportaciones a la UE y buena parte del 41% restante a países con los que la UE tiene acuerdos bilaterales. En el peor de los casos, RU se verá obligado a renegociar 750 tratados de modo unilateral, con menor capacidad de negociación de la que contaba cuando estaba dentro de la Unión.

4. Consecuencias para los ciudadanos

La cuestión que más preocupa es la de la situación de los ciudadanos británicos en la UE y de los europeos en Reino Unido. De los 1,2 millones de británicos fuera de su país, sólo en España hay 309.000 británicos empadronados, aunque se calcula que el número real dobla perfectamente esta cifra. Se debe intentar que estos ciudadanos mantengan los derechos vigentes: residencia, libertad de movimientos, reconocimiento de títulos académicos y profesionales, pero es una cuestión que deberá resolverse en la segunda fase de la negociación.

El párrafo 27 de la Resolución del Parlamento Europeo antes mencionada da la clave de los principios en que deberán basarse su nueva situación, ya que "toma nota de que numerosos ciudadanos del Reino Unido han expresado su enérgica oposición a la pérdida de los derechos de que disfrutan en la actualidad de conformidad con el artículo 20 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea; propone que la UE-27 examine el modo de mitigar las consecuencias de dicha pérdida dentro de los límites del Derecho primario de la Unión, respetando plenamente los principios de reciprocidad, equidad, simetría y no discriminación;"

Es probable que haya una situación diferente entre los que tengan la residencia permanente y los que no. También hay problemas respecto a las pensiones y los ciudadanos británicos funcionarios de la UE. Muchos ya han buscado el camino de obtener una segunda nacionalidad europea.

En España se ha multiplicado un 400% las peticiones de doble nacionalidad. Para obtenerla habría un problema con la reciprocidad: la legislación española exige 10 años de residencia legal y renuncia a la nacionalidad anterior, mientras que RU exige sólo 5 y sin necesidad de renunciar a la anterior.

Un último aspecto sobre los 2,4 millones de trabajadores y estudiantes europeos en Reino Unido, es que no son en muchos casos trabajadores cualquiera, sino altamente cualificados y con buenos salarios: médicos, enfermeros, ingenieros... Sólo en sanidad trabajan 55.000, de los que un 41% se plantea marcharse, en telecomunicaciones, más del 50% piensa en irse. En general, son los menores de 34 años los que muestran una mayor disposición a irse. Una salida brusca de la UE sin resolver su situación, provocaría una salida masiva de un personal indispensable y un nuevo golpe económico.



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