El 1 de
diciembre de 2017 tuve la oportunidad de asistir como oyente a la
mesa redonda "El futuro de Europa a debate: El reto del Brexit
para España y la Unión Europea", organizada por la Oficina del
Parlamento Europeo en España en colaboración con la Universidad
Europea de Valencia. Agradezco el esfuerzo por acercar a la ciudadanía y con ponentes de alto nivel una cuestión que preocupa por sus consecuencias, todavía no definidas por completo.
Un momento de la distendida mesa redonda. De izquierda a derecha: Camilla Hillier-Fry, Miguel Ángel Benedicto, Inmaculada Rodríguez-Piñero y Álvaro Imbermón |
Juan
Morote, Rector de la Universidad Europea de Valencia, pronunció
unas palabras de bienvenida y compartió algunas reflexiones antes de
dar paso a María Andrés, Directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España, que habló de lo inesperado del
triunfo del SÍ y el miedo a que se produjera un efecto contagio y
caos derivado de la salida de Reino Unido. Sin embargo, señaló, las
instituciones europeas han logrado mantener el tipo y la Comisión
lleva correctamente el peso de los negociaciones en relación al
acuerdo de salida y al acuerdo sobre las relaciones futuras del Reino
Unido con la Unión.
Recalcó que
en estas negociaciones, que se preveían duras y lo están siendo, se
mantienen como líneas rojas la defensa de las cuatro libertades
básicas (la libre circulación de personas, mercancias, servicios y
capitales). Además, se busca defender el estatus legal de los
ciudadanos europeos en RU y de los británicos en Europa, determinar
el importe final de la factura del divorcio, fijar las fronteras
externas de la UE y determinar qué compromisos internacional se
conservarían una vez consumada la separación.
Una vez
concluida su intervención, se dio paso a los ponentes, moderados por
Miguel Ángel Benedicto. Periodista y Profesor de Relaciones
Internacionales de la Universidad Europea: Inmaculada
Rodríguez-Piñero: Eurodiputada y parte de la Alianza
Progresista de Socialistas y Demócratas; Álvaro Imbermón:
Analista de Quantio; y Camilla Hillier-Fry. Secretaria General
de Eurocitizens y socia de PeopleMatters.
Por razones
de claridad y evitar reiteraciones, agruparé temáticamente las
cuestiones expuestas.
1. ¿Cómo
se ha llegado al Brexit?
Es verdad
que Reino Unido, desde su entrada en la entonces CEE, no ha sido
especialmente pro-integración. Pero no es posible culparle
totalmente por ello, es posible que se haya hecho poca pedagogía de
qué es Europa y cuáles son los valores europeos. De hecho, siendo
justos, en otros países europeos también había (y hay) sensación
de lejanía de las instituciones europeas, a pesar de todos los
esfuerzos hechos por aumentar la transparencia y la información al
ciudadano. Con estos mimbres, era fácil echar la culpa a Europa de
lo malo y usar el mito de la soberanía ("take back
control"), que traía consigo la añoranza de un pasado
idealizado de poder e independencia.
La cuestión
económica tuvo su importancia, pero basada en número erróneos por
parte de los defensores del Brexit. Todos recordaremos el supuesto
ahorro de 350 millones de libras a la semana para Reino Unido que el
entonces Ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, no dudó
en esgrimir. Sin embargo, esa cifra tenía truco, dado que no deducía
la cantidad correspondiente a las subvenciones comunitarias
recibidas, sin la cual la cifra real se rebajaba a 160 millones
semanales. En realidad, esta falta de información, era aún más
grave, ya que ni siquiera los defensores del SÍ sabían las
consecuencias de lo que defendían: muchos no sabían qué votaban
(resulta esclarecedor recordar que la victoria del Brexit disparó
las búsquedas en google sobre lo que suponía) o votaban por castigo
al gobierno.
Aún está
todavía por cuantificar la verdadera influencia de las noticias
falsas en redes sociales, y el interés de China y Rusia por
debilitar la UE. Las redes sociales, tuvieron un efecto de cámara de
eco, con lo que uno se veía retroalimentado de información y
opiniones que coincidían con sus actitudes preexistentes. Esto, en
un país como Reino Unido, donde los mitos sobre la UE campan por sus
respetos, tiene un efecto devastador; a pesar de los esfuerzos para
combatirlos, que se encuentran reflejados en los 1200 euromitos que
recoge la página
de la Oficina de Información del Parlamento Europeo en Londres.
Los defensores de la UE partían, pues, con una falta de credibilidad
a ojos de los escépticos. Se lamenta que los medios de comunicación
han perdido su papel de gatekeepers (guardianes) de la información
veraz, puesto que han llegado a caer en este círculo vicioso.
Otro
problema fue la mala campaña por la permanencia (Remain
Campaign), no por estar basada en malos argumentos (ya que
éstos eran impecables) sino porque fue excesivamente racional,
mientras que la del Brexit fue totalmente emocional, lo que lograba
evitar la tentación de pensar críticamente. Por desgracia esta
racionalidad bien pudo tener influencia en la poca movilización de
los jóvenes que, si bien estaban mayoritariamente en contra de la
salida de RU (el 70% votó por la permanencia), votaron en menor
proporción que sus contrincantes. Como dato curioso, aunque la
inmigración fue uno de los argumentos de los defensores del Brexit,
fue en zonas rurales con poca inmigración dónde más se apoyó la
salida, no en zonas cosmopolitas y multiculturales.
2. ¿Qué
pierde Reino Unido y la UE?
Con el
Brexit perdemos todos. La clave está en intentar que esta pérdida
sea la menor posible y transformarla en oportunidad. La negociación
no puede ser un juego de suma cero.
Con su
salida, Reino Unido renuncia a la mayor economía mundial, al mayor
receptor de inversión extranjera y a un mercado único de 500
millones de personas con un elevado poder adquisitivo. Por contra, la
Unión pierde un aliado fundamental en organismos internacionales, en
defensa y educación. Así mismo, con su salida perdemos 10.000
millones netos al año en el presupuesto de la UE y se generan nuevas
necesidades de gasto en áreas clave como defensa, inteligencia o
atención a los refugiados.
Existen seis
escenarios posibles de un Brexit duro (Sin acuerdo de ninguna
clase) a uno suave en que Reino Unido pudiese continuar en el mercado
único manteniendo su permanencia al Espacio Económico Europeo
(EEE). Todo depende de cómo sea el modelo transitorio. En principio,
la idea es llegar a acuerdos lo más amplios posibles.
Reino Unido
debe plantearse si las multinacionales desearán quedarse en un país
en que, aunque al final no haya aranceles, sí que existan aduanas,
lo que implica procedimientos administrativos y, en suma, trabas al
comercio. Con este panorama, lo normal es que se produzcan
desinversiones. Pero el problema no es sólo británico. España
cuenta con multinacionales con intereses en RU que, de darse un mal
acuerdo, verán caer sus cotizaciones y arrastrarán al IBEX consigo.
En relación a atracción de inversión directa extranjera, no cabe
duda que la UE será más atractiva que un RU obligado a renegociar
muchos acuerdos.
Mientras el
conjunto de la UE crece en estos momentos, Reino Unido contrae su
crecimiento, pierde inversiones, empresas y empleo. Aquellas empresas
que no han deslocalizado, se lo plantean o crean sedes
complementarias para realizar una transición rápida en caso de
tener que irse. Está claro que el ecosistema financiero se
recompondrá. La cuestión es dónde: ¿Será Frankfurt el nuevo Hub
financiero o se desplazará a Nueva York?
3.
Las negociaciones
En la
estrategia de negociación es clave la unidad de todos los estados
miembros. Reino Unido intentó al inicio mantener relaciones
bilaterales con los diferentes estados de la Unión, pero por fortuna
ha fracasado en su intento de división.
De acuerdo
con la Resolución del Parlamento Europeo, de 5 de abril de 2017, sobre las negociaciones con el Reino Unido a raíz de la notificación por laque declara su intención de retirarse de la Unión Europea (2017/2593(RSP)) el acuerdo de retirada debe abordar los
elementos siguientes:
- el estatuto jurídico de los ciudadanos de la UE-27 que residan o
hayan residido en el Reino Unido y de los ciudadanos del Reino Unido
que residan o hayan residido en otros Estados miembros, así como
otras disposiciones relativas a sus derechos;
- el saldo de las obligaciones financieras entre el Reino Unido y la
Unión Europea;
- la frontera exterior de la Unión Europea;
- la clarificación del estatuto de los compromisos internacionales
asumidos por el Reino Unido en su calidad de Estado miembro de la
Unión Europea, toda vez que la Unión Europea de 27 Estados miembros
será la sucesora jurídica de la Unión Europea de 28 Estados
miembros;
- la seguridad jurídica de las personas jurídicas, incluidas las
empresas;
- la designación del Tribunal de Justicia de la Unión Europea como
autoridad competente para la interpretación y aplicación del
acuerdo de retirada;
Mención especial recibe la única frontera terrestre de Reino Unido
con un país de la Unión, Irlanda. Se destaca la necesidad de
mantener los acuerdos de Viernes Santo de 1998 y garantizar la
continuidad y la estabilidad del proceso de paz en Irlanda del Norte
y de hacer todo lo posible por no crear obstáculos al cruce de la
frontera. El problema es como conseguir que esta frontera no se
convierta en un coladero de importación/exportación.
La
aprobación del acuerdo de retirada es competencia exclusiva del
Parlamento Europeo, mientras que la aprobación del marco de nuevas
relaciones requerirá la aprobación y ratificación por los
parlamentos nacionales.
Theresa May tardó nueve meses en iniciar el proceso de separación,
que debe terminar antes del 29 de marzo de 2019, previamente a las
elecciones europeas de ese año. Este retraso deja a Reino Unido en
una situación de debilidad ante una una negociación ya de por sí
asimétrica en la que el reloj corre en contra de Reino Unido. Si la
salida se produce sin acuerdo, será un país tercero al que se le
aplicarán los aranceles correspondientes, lo que puede suponer un
desastre para un país que envía el 59% de sus exportaciones a la UE
y buena parte del 41% restante a países con los que la UE tiene
acuerdos bilaterales. En el peor de los casos, RU se verá obligado a
renegociar 750 tratados de modo unilateral, con menor capacidad de
negociación de la que contaba cuando estaba dentro de la Unión.
4.
Consecuencias para los ciudadanos
La cuestión
que más preocupa es la de la situación de los ciudadanos británicos
en la UE y de los europeos en Reino Unido. De los 1,2 millones de
británicos fuera de su país, sólo en España hay 309.000
británicos empadronados, aunque se calcula que el número real dobla
perfectamente esta cifra. Se debe intentar que estos ciudadanos
mantengan los derechos vigentes: residencia, libertad de movimientos,
reconocimiento de títulos académicos y profesionales, pero es una
cuestión que deberá resolverse en la segunda fase de la
negociación.
El párrafo
27 de la Resolución del Parlamento Europeo antes mencionada da la
clave de los principios en que deberán basarse su nueva situación,
ya que "toma nota de que numerosos ciudadanos del Reino Unido
han expresado su enérgica oposición a la pérdida de los derechos
de que disfrutan en la actualidad de conformidad con el artículo 20
del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea; propone que la
UE-27 examine el modo de mitigar las consecuencias de dicha pérdida
dentro de los límites del Derecho primario de la Unión, respetando
plenamente los principios de reciprocidad, equidad, simetría y no
discriminación;"
Es probable
que haya una situación diferente entre los que tengan la residencia
permanente y los que no. También hay problemas respecto a las
pensiones y los ciudadanos británicos funcionarios de la UE. Muchos
ya han buscado el camino de obtener una segunda nacionalidad europea.
En España
se ha multiplicado un 400% las peticiones de doble nacionalidad. Para
obtenerla habría un problema con la reciprocidad: la legislación
española exige 10 años de residencia legal y renuncia a la
nacionalidad anterior, mientras que RU exige sólo 5 y sin necesidad
de renunciar a la anterior.
Un
último aspecto sobre los 2,4
millones de trabajadores y estudiantes europeos en Reino Unido, es
que no son en muchos casos
trabajadores cualquiera, sino altamente cualificados y con buenos
salarios: médicos, enfermeros, ingenieros... Sólo en sanidad
trabajan 55.000, de los que un 41% se plantea marcharse, en
telecomunicaciones, más del 50% piensa en irse. En general, son los
menores de 34 años los que muestran una mayor disposición a irse.
Una salida brusca de la UE
sin resolver su situación, provocaría una salida masiva de un
personal indispensable y un nuevo golpe económico.
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