La guerra es
algo siempre trágico que ha servido de inspiración para infinidad
de libros y desde las perspectivas más variadas. Algunas se centran
en el componente épico, otras, en el sufrimiento humano, como
Stephen Crane en su La roja enseña del valor,
Erich María Remarque
en Sin novedad en
el frente o el Viaje al fin de la noche de
Louis-Ferdinand Céline, que además muestra su cara más
absurda.
Evelyn
Waugh, con esa sátira corrosiva que le caracteriza y su
prodigiosa capacidad para describir el ambiente de las clases altas,
se atrevió en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, con las fuerzas
del eje todavía dominando amplias zonas del planeta y un desenlace
de la guerra aún incierto, a escribir !... más banderas!, un
relato de corte humorístico sobre el primer año de conflicto. Éste
recoge el periodo que media desde la invasión de Polonia el 1 de
septiembre de 1939, primero por los alemanes y en segundo lugar por
los soviéticos, hasta el 10 de mayo 1940, cuando Alemania comienza
la invasión de Francia (y la línea Maginot cae con una facilidad
vergonzosa), Bélgica, Paises Bajos y Luxemburgo.
Se trata de
un periodo de relativa calma, sin apenas operaciones terrestres
importantes en el frente occidental. Los soldados del eje y los
aliados holgazaneaban a sus anchas y la vida, dentro de la calma
tensa que se vivía, era relativamente normal. Medio en broma, medio
en serio, se pasó de considerar la Blitzkrieg (Guerra relámpago) de
los alemanes como una Sitzkrieg (Guerra de broma). Todavía no había
comenzado la guerra en toda su crudeza y había quien conservaba en
el bando aliado esperanzas de una pronta paz o, como mínimo, de una
guerra corta, sin ser conscientes de lo que se avecinaba.
La acción
de la novela se centra en el Reino Unido, en esa clase ociosa que tan
bien reflejada ha quedado en las magníficas novelas de Wodehouse:
hombres y mujeres de rancio abolengo entregados a tareas de gestión
de sus bienes y obras benéficas, hijos y sobrinos de profesión
sablista, criados como el bueno de Jeeves y esa idea de permanencia
de la tradición a pesar de los cambios que traen los nuevos tiempos.
Pero no lo hace para regodearse en ella, sino más bien para mostrar
como se trata de una raza en extinción, herida de muerte durante la
Primera Guerra Mundial, aunque resurgiera momentáneamente en el
periodo de entreguerras. El nuevo conflicto mundial supuso su
definitiva desaparición, aunque al principio no se dieran cuenta que
estaba lanzando su postrero canto del cisne.
En esta
primera parte de la guerra, temiendo los bombardeos alemanes, se
comienzan a producir las primeras evacuaciones de civiles de las
ciudades al campo. Aunque todos colaboran en el esfuerzo de guerra,
eso no significa que aquellos que los acogen estén especialmente
deseosos, ni mucho menos que los acogidos no prefirieran estar en sus
lugares de origen y no ser tratados con condescendencia, cuando no
suspicacia. Una circunstancia magníficamente tratada por Waugh.
Nuestro
estimado héroe, desheredado por su difunto padre tras uno de sus
primeros traspies juveniles, aunque adorado por su madre, quien se
empeña siempre en intentar ayudarle, recurriendo a amigos poderosos
gracias a su posición social, con resultados siempre contrarios a
los esperados, es una persona sociable, con buen porte y éxite con
las mujeres, amén de listo e inteligente; sabe apreciar una
oportunidad cuando se le aparece, por poco ética que sea. ¿Ganar
dinero como oficial de alojamiento por evitar que se quede un grupo
de los más detestables evacuados? No hay problema. ¿Lograr empleo a
base de aprovecharse de un loco y de meter en problemas a algún
amigo, haciéndole huir de modo que parezca todavía más culpable?
Una obra maestra de la improvisación.
Su problema
radica en una suerte de insatisfacción permanente que le impide
conservar cualquier puesto o trabajo que obtiene. Se aburre. Como
acabará confesando, la excitación que obtiene no es tanto de lograr
un objetivo, sino del camino hasta alcanzarlo. Por ello se lanza de
una empresa a otra en una huida permanente hacia delante. Hasta el
final.
Aún con el
componente humorístico, se respira en todo el texto ese aroma de fin
de una época que produce nostalgia por unos tiempos, ni mejores ni
peores, pero sí que ya no volverán. Les recomiendo su lectura.
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