sábado, 9 de junio de 2018

Isaac Asimov: La Fundación

Isaac Asimov es un autor que necesita poca o ninguna presentación: brillante científico, dedicó la mayor parte de su vida a la escritura profesional en el género de la ciencia ficción y la divulgación científica e histórica sobre todo, tratando otros géneros como la novela detectivesca (Los viudos negros, Asesinato en la convención) y el relato fantástico-humorístico (Azazel). Su nivel de producción, del cual en vida siempre se ufanaba, abarca cientos de libros y relatos.


En el ámbito de la ciencia ficción será siempre recordado por su obra magna: la trilogía original de La Fundación, publicada entre 1951 y 1953 (Fundación, Fundacion e Imperio, Segunda Fundación). Tal éxito obtuvo que, al igual que la resurrección de Sherlock Holmes tras su aparente muerte en las cataratas de Reichenbach, su continuación casi tres décadas después, en 1982, se debió a la presión de los lectores. 

La obra se ubica en un futuro lejano en que la humanidad domina los viajes interestelares y se extiende por millones de sistemas planetarios que tienen su centro administrativo en Trántor, capital del Imperio Galáctico, una inmensa megalópolis que cubre todo el planeta y en la que habitan 40.000 millones de personas.

Sin embargo, toda luz produce sombras, y sobre el Imperio, aparentemente estable e indestructible se cierne la amenaza de la decadencia y la degeneración. Aunque difícilmente perceptibles, para el observador atento son reconocibles los signos iniciales del estancamiento. Uno de estos hombres es Hari Seldon, matemático de provincias y creador de la ciencia de la psicohistoria que, de modo similar al análisis del Big data actual, analiza conjuntos de datos masivos para poder predecir de modo bastante acertado el devenir más probable del futuro humano. 

Pronostica la caída y el desmembramiento del Imperio Galáctico y un periodo de caos y desorden que durará 30.000 años, hasta el surgimiento de un Segundo Imperio,que no será tan estable ni duradero como el primero. Seldon propone la creación de la Fundación, con la misión de recopilar, custodiar y mantener el recuerdo del saber adquirido hasta entonces. De este modo, ese conocimiento no se perdería, la Fundación serviría de germen al Segundo imperio y el interín de caos se reduciría a 1.000 años. Al presentar públicamente estos resultados, parece un traidor al Imperio, pero atrae la atención suficiente del propio emperador para proseguir con sus estudios junto con su equipo, si bien desterrados a un planeta en los confines de la galaxia conocida: Términus.

Contar más sería hacer un lamentable spoiler a unos futuros lectores que, al igual que me pasó a mi, no podrán evitar leerse de un tirón la trilogía original y los cuatro libros posteriores escritos por Asimov antes de su fallecimiento (dos precuelas y dos secuelas, que recogen hasta los primeros 500 años tras la caída del Imperio Galáctico). Relacionados y expandiendo la historia dentro del mismo universo coherente, están algunos de sus muchos libros y relatos de robots (desde Las bóvedas de acero hasta Robots e Imperio principalmente). Por si esto no fuera suficiente, con el objetivo de clarificar y desarrollar algunos cabos sueltos dejados por Asimov en sus libros, entre 1997 y 1999 se publicaron, con permiso de sus herederos, El temor de la Fundación de Gregory Benford, Fundación y Caos de Greg Bear, y El triunfo de la Fundación de David Brin.

La Fundación es un interesante trasunto del auge y caída del Imperio Romano (Georges Lucas retomaría este tema clásico con Star Wars). Cuando cae el Imperio Romano de Occidente el 476, cuyos dominios reales apenas superaban la península itálica, el este y sur de la galia e Hispania, además de algunas porciones del norte de África, contando con un control apenas nominal sobre el resto de sus antiguos territorios, bajo control efectivo de "aliados", el mundo conocido se mostró sorprendido. Pero el proceso de decadencia había comenzado mucho tiempo atrás. En parte, Roma murió de éxito: el crecimiento del Imperio tuvo como efecto colateral una progresiva complejidad de la maquinaria burocrática, con el consiguiente aumento de costos, y las intrigas palaciegas, especialmente del siglo III, hirieron de muerte las esperanzas de estabilidad.

Las ciencias comenzaron a fosilizarse y quedar anquilosadas también, faltando esa chispa vital de imaginación y curiosidad para desarrollarlas. La ingeniería civil romana, que durante la Guerra de las Galias permitiera a Julio Cesar construir en tiempo record un puente sobre el Rin para permitir el paso de sus legiones en plena campaña contra los germanos, se volvió progresivamente incapaz de siquiera de realizar el mantenimiento de las grandes obras públicas de la antigüedad, como los sistemas de alcantarillado y conducción de aguas. Sólo de modo excepcional se apreciaban leves destellos del antiguo pasado entre tanta decrepitud.

El Imperio Romano de Oriente, que cuenta también con su propio trasunto en las novelas, tras la caídade su contraparte occidental conoció un breve periodo de esplendor y expansión durante el siglo VI cuando, en tiempos de Justiniano I coincidieron una rara combinación de emperador capaz y un general de prestigio, Belisario, sin ambiciones personales por el trono. Entre ambos, llegaron a reconquistar y mantener temporalmente antiguos territorios occidentales. Lamentablemente, el Imperio Bizantino contaba con los mismos vicios y defectos que habían llevado a Roma a su destrucción y cayó en una lenta, larga e inexorable agonía. La aparición del Islam en el siglo VII, elemento inesperado y de carácter expansivo, no ayudó.

La primera vez que me enfrenté a la lectura del primero volumen de la Fundación tenía 13 años y, debo reconocerlo, no fui capaz de terminarlo. Siempre he sido un gran lector, pero se me atragantó, no debía de ser mi momento. Ahora, muchos años después, me ocurrió justo lo contrario: no podía parar de leer la saga entera. Quizás el contar con un bagaje cultural y literario mucho más amplio a mis espaldas me ha permitido apreciar todo aquello que se me escapaba antes. 

Si nunca los han leido, denles una oportunidad, no se arrepentirán. 


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