Parece difícil pensar que en pleno siglo XXI y en el propio seno de
las sociedades supuestamente más avanzadas, se den fenómenos
difícilmente compatibles, no sólo con la ciencia, sino con el más
elemental sentido común. De todos estos negacionistas de la ciencia,
me preocupan poco los terraplanistas (Tios muy divertidos, por
cierto, sobre todo desde que dieron por buena la forma esférica de
Marte porque, palabras textuales, era un hecho constatado.
Aparentemente la física que sirve para otros planetas no se puede
aplicar a la tierra) y los partidarios de la tierra hueca. Lo que
realmente me preocupa es toda esa horda que predica las bondades de
la "medicina natural" y la homeopatía y que huye de las
vacunas como de la peste. Ni los unos ni los otros han logrado probar
la validez de sus presuntos remedios, más allá del efecto placebo,
en el mejor de los casos; y la decisión de no vacunar, nos afecta a
todos.
Internet se ha convertido en una verdadera selva donde se anuncian
sin tapujos y ofrecen sus servicios verdaderos chamanes
pseudocientíficos (charlatanes de tomo y lomo). Gurus quimiofobos
partidarios de los remedios naturales o de soluciones milagrosas que
valen para todo, como Suplemento Mineral Milagroso (lejía industrial
diluida en agua), que te vale para curar del resfriado al vihyel
cáncer,según sus defensores, cuentan con canales de youtube,
cuentas de facebook y webs con centernares de miles de seguidores.
Durante mucho tiempo se ha hecho la vista gorda, se ha minimizado el
peligro y se ha pensado que era una decisión sin riesgos: nada más
lejos de la realidad. El largo periodo de impunidad ha hecho que los
"médicos" (porque nada más lejos de su formación real en
casi todos los casos, que haber pisado una facultad de medicina de
verdad") que recetan estos remedios se crezcan y den una
confianza tal a sus pacientes que estos dejen los tratamientos que sí
serían efectivos y les podrían salvar la vida.
No se cortan un pelo. Incluso la mayor empresa homeopática del
mundo, Boiron (que vende las pastillas de azúcar más caras del
mercado, porque de principio activo no verán ustedes nada), salió a
la ofensiva en 2016 para denunciar "una campaña de comunicación
sin precedentes contra la homeopatía en España" y, en una
rueda de prensa más bien vergonzosa y surrealista, su directora
general delegada, Valérie Lorentz-Poinsot, reconoció abiertamente
no saber como funciona la homeopatía y limitarse a defender su
existencia en la vida real desde hacía 200 años. Ser un error muy
longevo no le otorga más valor, pero supongo que el argumento le
parecería brillante.
Los antivacunas son unos señores y señoras con muy poca memoria
histórica. Seguramente, si leyeran alguna obra clásica (basta con
cualquier libro anterior a la Segunda Guerra Mundial) encontrará
referencias a muertes por viruela, sarampión, difteria, cólera,
paludismo, rabia, infecciones bacterianas variadas y un largo
etcetera. Solo las mejoras en los sistemas de salubridad públicos y,
fundamentalmente, la aparición de antibióticos y vacunas, hicieron
posible el milagro real de reducir la mortalidad infantil a niveles
increiblemente bajos y permitir que la mayor parte llegara a la edad
adulta con buena salud.
Todo ello está ahora en peligro por "personas concienciadas que
han investigado" y que consideran erroneamente que la decisión
de vacunar les compete a ellos. Los resultados ya los tenemos a la
vista. La inmunidad de grupo se ha visto seriamente afectada al
reducirse los porcentajes de vacunación de enfermedades como el
sarampión, que el año pasado afectó a decenas de miles de personas
y causó 35 muertes en Europa y es un serio problema de salud pública
en países tan cercanos como Francia o Italia (y una catástrofe en
Rumania, con más de 5.500 afectados y 19 muertes).
Caer en las redes de estas personas sin escrúpulos supone un riesgo
claro para la salud, pues si se padece una enfermedad real que
requiere tratamiento, el resultado final sólo puede ser uno. Un caso
que lo escenifica plenamente es el del estudiante valenciano Mario
Rodríguez, que falleció de leucemia en 2013 a los 21 años. Tuvo la
mala suerte de cruzarse con José Ramón Llorente, que se vendía a sí
mismo con el pomposo título de especialista en "medicina
naturista y ortomolecular", y que le convenció para dejar el
tratamiento de quimioterapia que había iniciado y no someterse a un
transpalante de médula, ofreciéndole como alternativa una dieta y
la ingesta de unos complementos alimenticios. Cuando el pobre chico
vuelve a la quimio meses después, ha llegado a un punto de no
retorno. Además, continua tomando los suplementos recomendados por
este caballero, que en el hospital se ven obligados a prohibirlo
porque interfieren con el tratamiento.
Julián Rodriguez, el padre de Mario, presentó el 26 de junio de
2015 la “Asociación para proteger al enfermo de terapias
pseudocientíficas” en una reunión de Escépticos
en el Pub Valencia. Estuve presente en la reunión y su
testimonio resultó estremecedor. Inició un largo periplo judicial
posterior en el que el curandero que trató a su hijo acabó frente a
los tribunales, aunque finalmente haya sido absuelto este año al no
quedar acreditado (según la sentencia, aquí tengo un convencimiento
moral que su influencia fue clave para el resultado final) que Mario
no tomara libremente la decisión de abandonar la quimioterapia.
El Juzgado de lo Penal 10 de Valencia sentenció que "no
constituye el objeto de este procedimiento [...] si la denominada
“medicina natural” es una alternativa real y eficaz a los
tratamientos médicos actualmente existentes contra el cáncer",
entiendo que "lo que aquí se analiza es si puede atribuirse la
muerte del joven Mario a título de imprudencia grave al acusado
[...], lo que a la luz de las pruebas practicadas y en base a las
consideraciones expuestas debe rechazarse". Considero que es una
argumentación errónea, determinar si la eficacia de la "medicina
natural" para un caso como este, de cáncer (leucemia) es
esencial, porque si no funciona, cualquier alternativa en este
sentido que se ofrezca a un enfermo es un engaño y, por ende,
responsabilidad de quien lo recomienda.
Otro caso muy similar al de Mario salió a la luz estos días,
relativo a una mujerde Girona, de menos de 40 años y con un tumor
muy agresivo en la mama. Ésta rechazó la alternativade quimio y
cirugía y llevó acabo una terapia posiblemente homeopática. Cuando
acudió finalmente al hospital, el pecho estaba necrosado (su
curandero le había dicho que era normal, que significaba que se
estaba oxigenando...) y la metástasis invadía su cuerpo, falleció
al poco tiempo. El médico que la atendió, Joaquim Bosch, denunció
publicamente el caso.
Por todas las víctimas de curanderos sin escrúpulos y para intentar
crear conciencia sobre el tema, quiero compartir además el relato
que viene a continuación.
Mario, va por ti.
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Mario
Volvía a estar sano. Era una especie de milagro que la medicina
oficial no sabía explicar o, más bien, se negaba a aceptar los
hechos: me había curado gracias a haberme negado a someterme a la
quimioterapia.
Cuando, con veinte años, me anunciaron tras un chequeo rutinario que
algunos marcadores tumorales habían dado positivo, y me lo
confirmaron definitivamente más tarde, se me cayó el mundo encima;
no me lo podía creer. ¿Por qué a mi? ¿No me he cuidado acaso? No
es justo. El médico, con cara de circunstancias, me animó a mirar
el lado positivo, o lo que él consideraba como tal, que dado el
estado del cáncer, las opciones quirúrgicas y farmacológicas muy
probablemente terminarían con él.
Aunque sabía que era el tratamiento habitual, me aterraba la idea de
que un bisturí me abriera en canal y, sobre todo, los devastadores
efectos de la quimioterapia: las nauseas, pérdida de cabello,
debilidad general, pérdida de peso. Era una perspectiva que me
desasosegaba; tenía que existir alguna alternativa. Mi madre me
apoyaba y me animó. Sabía mucho de medicina natural y me consiguió
cita con un médico naturópata de su confianza.
El día antes, apenas pude pegar ojo, los pensamientos se agolpaban
en mi mente sin dejarme un minuto de descanso; martilleaban mi cabeza
de manera inmisericorde. Sólo poco antes del amanecer mi cuerpo se
rindió a un descanso febril, Ojeroso, con un nudo en el estómago
que me impidió siquiera desayunar, me dirigí a la cita.
La consulta tenía un aire especial, diferente a la de los médicos a
que estaba acostumbrado. El doctor, un hombre afable, de voz suave y
tranquilizadora, no entró directamente al grano ni me despachó en
cinco minutos. Me dedicó tiempo y se preocupó por hacerme sentir
cómodo;mucho más importante, me dio esperanza y me informó de la
existencia de alternativas. No era necesario dejarse abrir ni ingerir
veneno en el cuerpo para curarse. El cáncer, me explicó, es
producto de desequilibrios en el cuerpo, con una dieta adecuada y
unos complementos alimenticios y vitamínicos adecuados se podía
resolver. Parecía sorprendente que los demás médicos no
propusieran el mismo tratamiento.
El doctor me hizo darme cuenta de los intereses del lobby
farmacéutico, muy poderoso, que compraba las voluntades de
políticos, médicos y facultades de medicina para que emplearan sus
costosos y dañinos medicamentos, que al mismo tiempo que curaban (y
no necesariamente del todo), generaban nuevos problemas para los que
ya tenían preparados otros medicamentos que vender. Yo era muy
ingenuo hasta entonces y había dado por hecho que lo enseñado en
las facultades de medicina sólo buscaba curar al paciente.
Mi padre, por desgracia, seguía cegado por la medicina oficial.
Creía a pies juntillas lo que nos había dicho el oncólogo y no
aplaudió precisamente mi decisión de someterme a un tratamiento
alternativo. Nada se pierde por intentarlo, le decía. Él insistía
en que cambiara de parecer. Sé que estaba sinceramente convencido de
decirlo por mi bien, pero me mantuve firme y gané.
El doctor me aseguró que en dos semanas desde el inicio del
tratamiento notaría una gran mejoría, más energías y una
renovación desde dentro, porque echaría fuera toda la porquería
que me había causado el cáncer. Se cumplió tal como lo vaticinó.
Aunque se lo mostré a mi padre, continuaba incrédulo.
Seis meses después, no quedaba marcador tumoral alguno y todas las
analíticas eran de manual. El cáncer se había volatilizado como si
nunca hubiera existido. Lo extraño es que mi padre seguía
insistiendo en que me sometiera a cirugía y quimioterapia, con
aspecto cada vez más suplicante y ojos llorosos. ¿No se daba cuenta
acaso que ya estaba curado?
- ¿Cómo se encuentra doctor?
- Lamento tener que decir que bastante mal. La metástasis es
imparable y se extiende a todos los orgános vitales. Si me permite
serle franco – Dijo el doctor mientras le tocaba afectuosamente el
brazo y le miraba con tristeza a los ojos- no pasará de esta semana.
No por previsible fue menos duro el golpe. El padre había intentando
hasta el último momento que su hijo se tratara, pero éste había
otorgado su confianza a la persona equivocada. Pronto estuvo claro
que ni la dieta ni los complementos alimenticios (que no eran
precisamente baratos) funcionaban; no solo eso, sino que estaban en
ocasiones contraindicados cuando se seguía un tratamiento de
quimioterapia.
Sólo cuando su hijo, tremendamente desmejorado, demacrado, con
dolores y virtualmente en los huesos no pudo negarse por más tiempo
el error y decidió actuar, ya era demasiado tarde. Lo que antes
tenía un pronóstico con altas posibilidades de recuperación total,
sobre todo dada su juventud, se había convertido en una intratable
metástasis. Era demasiado tarde para la quimio. Se estaba muriendo.
El padre rompió a llorar mientras se golpeaba el pecho y las piernas
con los puños cerrados.
- ¡Tenía que haberle obligado a venir, aunque fuera a rastras!¡Esto
es culpa mía!
El médico
- Me temo que no lo tuvo usted fácil. La mayoría de los vendedores
de "medicina natural" o "terapias alternativas"
son charlatanes y timadores sin ningún tipo de formación ni
titulación médica, aunque más de uno no dude en anunciarse como
"médico". En todo caso, cuentan con una colosal labia y la
capacidad de detectar las necesidades emocionales de los pacientes;
es decir, saben qué quieren oir y se lo dicen - El médico calló y
suspiró- Como nosotros tenemos que atenernos a la realidad y no a
ilusiones imposibles, resulta complicado competir.
Acariciando el estetoscopio que llevaba al cuello, siguió cabilando.
- Mire, la mayoría de esos desalmados son plenamente conscientes de
la inutilidad de sus tratamientos, razón por la cual los venden como
"complementarios" a los de la medicina de verdad. De este
modo, se curan en salud y evitan demandas por el abandono del
tratamiento que realmente funciona. Lo peor del tema es que nunca
pueden perder: si se cura, el pobre crédulo lo atribuirá al
tratamiento alternativo; si no... no se le podrá acusar de haber
interferido negativamente.
El padre escuchaba las palabras del médico, apenas sin procesarlas
en su mente; como un murmullo lejano. Sentía rabia contra el
embaucador que había destruido la vida de su hijo y le había
privado de un futuro. El momento de pedir responsabilidades ya
llegaría. Ahora, en la unidad de cuidados paliativos del hospital,
lo que habría deseado es poder cambiarse por aquel cuerpo yacente
tendido ante él, apenas una sombra del joven lleno de vida de hacía
un año, cuya existencia en este mundo estaba sentenciada.
Súbitamente, se nota un pequeño espasmo y parece que hay una débil
actividad del cuerpo del hijo. El médico se acerca a examinarle.
- Se le ha dado una fuerte dosis de opiáceos -Señala mientras
comprueba la reacción a la luz de sus ojos y los indicadores de los
monitores- Siento mucho decirle que, en el estado que se encuentra,
no volverá a recuperar la consciencia.
Abre los ojos, aunque embotada, una última chispa de inteligencia
parece surgir de aquellos bellos ojos color miel. El padre se
derrumba y se lanza cubierto en lágrimas sobre su hijo.
- Papá, ¿por qué lloras si estoy curado?
No es más que un pensamiento. Los ojos se vuelven a cerrar. Esos
párpados no volverán a abrirse jamás.
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