lunes, 29 de octubre de 2018

la trilogía de Caliban: algo más que una revisión de las tres leyes de la robótica

Isaac Asimov fue un excelente y prolífico científico y escritor que se atrevió con multitud de géneros: divulgación científica e histórica, humor, misterio, ciencia ficción. Fue un creador de verdaderos universos literarios de los que han bebido muchos autores coetaneos y posteriores, ampliándolo incluso.

Poco antes de su fallecimiento a principios de los años noventa, Asimov trabajó con Roger MacBride Allen en el planteamiento de una trilogía incardinada en los mundos espaciales y la expansión por toda la galaxia de colonos provenientes de la tierra, milenios antes de los hechos que acontecen en la trilogía original de La Fundación

 
El planeta Inferno, con serios problemas que amenazan su supervivencia, es el escenario donde se desarrolla una acción trepidante entre bambalinas. La trilogía protagonizada por el robot Caliban, pretende revisar las tres leyes de la robótica y sus consecuencias para el ser humano. ¿Qué pasa cuando se da demasiada primacía a la primera ley (un robot no puedo dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño)? Más que una ayuda, ¿no suponen los robots un peligro que restringe y atrofia nuestra libertad?
Si lo pensamos bien, el ser humano está expuestos a múltiples riesgos, aunque con diferentes grados de intensidad; pero riesgos en todo caso. Imaginen que robots construidos sobre esta base, casi sin darnos cuenta comienzan a evitar todo riesgo potencial, por pequeño que sea, para el ser humano; que la iniciativa y la curiosidad del hombre se va desvaneciendo y su mayor deseo es una suerte de statu quo eterno. Este anquilosamiento es solo la antesala de la extinción.

Pero la trilogía, como muchos otros casos en la ciencia ficción, esconde dos preocupaciones principales: medio ambiental y por la dependencia tecnológica; ambas mucho más ligadas de lo que pudiera parecer.

La preocupación por el cambio climático es relativamente reciente. No se trata de que en el pasado se negara la influencia del ser humano sobre su entorno más inmediato, domesticándolo o, en demasiadas ocasiones, esquilmándolo cuando la presión demográfica era ya acuciante. Si seguimos las tesis de Marvin Harris, la existencia de tabúes alimentarios en diferentes culturas, como la prohibición del consumo de vaca en la India o del cerdo en el mundo musulmán, tenían por objeto lograr una ecología y consumo sostenibles, dadas las condiciones locales.

Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando ya resultó imposible mirar hacia otro lado;la evidencia era demasiado apabullante para ser negada. El mundo descubrió, o al menos se vio obligado a reconocer, la gravedad de una situación que nos afectaba a todos. Se firmaron manifiestos, se sucedieron cumbres sobre cambio climático y compromiso de reducción de gases de efecto invernadero. Se potenciaron las energías renovables, el reciclaje y la reducción del uso de plásticos; pero no es suficiente.

Inferno es un trasunto perfecto de la tierra; un mundo acomodado y acomodaticio que da por hecha su propia estabilidad (o más bien prefiere no pensar en la fragilidad de ésta) y que confía que cada día que pasa sea igual que el anterior. En este planeta, su clima, producto de la terraformación, no ha alcanzado el equilibrio esperado y, de no actuar, puedo transformarse de nuevo en un erial inhabitable. Lo malo es que hasta el momento se han aplicado estrategias equivocadas y los infernales no son conscientes de la realidad.

La terraformación me parece un concepto precioso, esperanzador y es técnicamente posible, pero requeriría de gigantescos esfuerzos y toparía con no pocas dificultades en su realización. Mucho se ha hablado e investigado sobre intentarlo con Marte, aunque las dimensiones de la empresa producen verdadero vértigo y hablamos de algo que no veremos nosotros, nuestros hijos ni, sospecho, nuestros nietos.

Debería asustarnos la mera comparación de la tierra con algunos de los planetasde nuestro sistema solar: Mercurio, tórrido y calcinado por su cercanía al sol, alcanzando 350 grados en su superficie diurna y -170 en la nocturna; Venus, un caso extremo de efecto invernadero, ya que las nubes que cubren por completo el planeta evitan que el calor escape y hacen que la temperatura en superficie alcance los 480 grados de modo continuado. Como curiosidad, el Proyecto HAVOC de la Nasa contempla una misión tripulada a Venus, pero no a su superficie, sino a su atmósfera; Marte, que en el pasado poseía un campo magnético como el terrestre, lo perdió misteriosamente hace unos 4200 millones de años. A raiz de ello, comenzó a perder progresivamente su atmósfera, sus mares se evaporaron o congelaron, el oxígeno se fijó a la superficie y se convirtió en el paisaje árido y arenoso que hoy conocemos, aunque con temperaturas menos extremas, entre 20 y -80 grados.

La División de Ciencia Planetaria de la NASA, durante el taller Visiones para la Ciencia Planetaria 2050, celebrado en febrero de 2017, presentó un documento con la estrategia para terraformar Marte en un futuro, y propuso crear un escudo magnético artificial, que reduciría la radiación y los efectos del viento solar, de modo que la atmósfera comenzaría a recuperarse y hacerse más densa. Poco a poco las condiciones para la vida mejorarían y, gracias a la subida de la temperatura, reaparecerían parte de los oceanos que alguna vez cubrieron la superficie marciana.

La dependencia tecnológica es algo a lo que no prestamos la debida atención. Entendemos la tecnología como el uso de herramientas para facilitarnos la vida, pero sin reflexionar si eso es realmente cierto: ¿Nos la facilitan o nos vuelven más dependientes y menos capaces de actuar por nosotros mismos? La mayoría de nosotros sabe usar un teléfono móvil, pero casi ninguno conoce realmente el funcionamiento interno del aparato que utiliza y quedaría complemente desvalido si éste dejara de funcionar (y no hubiera servicio técnico al que llevarlo); no se le ocurrirían alternativas o le parecerían demasiado gravosas.

¿Alguien se imagina que pasaría si, con nuestro actual nivel de dependencia tecnológica, particularmente la que requiere electricidad para funcionar, ocurriese un nuevo Evento Carrington? Lo que en los albores de la era de la electricidad y las comunicaciones telegráficas, 1859, pudo ser una mera molesta anecdótica hoy podría significar el fin de nuestra civilización. Sibien los satélites en órbita alrededor del planeta están listos para esta eventualidad, no se puede decir lo mismo de la superficie. Los efectos sobre el suministro eléctrico serían devastadores, destruyendo y fundiendo transformadores y líneas de alta tensión, además de todo tipo de aparatos electrónicos; centrales eléctricas, nucleares, presas, redes de suministro de agua... no podrían operar. Las ciudades no tardarían en convertirse en lugares peligrosos e insalubres y serían abandonadas.

Sería imposible volver, sin enormes pérdidas materiales y humanas, a una situación similar a la del siglo XIX, con una tecnología no dependiente de la electricidad. Ni la actual estructura urbana y rural es la misma, ni la población. Posiblemente, con los conocimientos actuales en campos como biología, ingeniería y medicina, se podría llegar a algo como lo soñado en las fantasías steampunk, pero insisto que el cambio no saldría gratis.

Es posible que parezca muy agorero, y deseo profundamente que nunca se llegue a tanto. Podemos destruirnos a nosotros mismos, pero igualmente podemos salvarnos colaborando.

Un tercer punto que recorre de modo trasversal el libro es la política. Las charlas de café pueden ser apasionantes, pero nunca debe cometerse el error de reducirla a una mera lucha de posiciones opuestas por alcanzar el poder. La política es un delicado juego de equilibrios en que, por mucho que se tenga una mayoría considerable, nunca debe dejarse de lado a la minoría. El dinamismo mismo de la política puede convertirla a su vez en una nueva mayoría futura que deshaga el legado de su predecesor, sea éste bueno o malo.

La búsqueda de soluciones fáciles y populares rara vez conduce a algo que no sea el desastre. El político competente debe ser realista; y sus votantes también. Lo deseable y lo posible son conceptos que rara vez coinciden. La honestidad a la hora de hacer política, respecto a los rivales políticos y los propios votantes, es una virtud que se debería cultivar más. Creo que sentirán mucho cariño y respeto por el Gobernador Chanto Grieg a medida que avancen en la lectura del libro.

Mucho más encontrarán en esta trilogía, cuyo trasfondo sigue de tanta actualidad como cuando fue escrita; lo que no debería tranquilizarnos.

4 comentarios

  1. Increíble, Gracias!
    En su momento leí el primero de los libros, Caliban, e intenté buscar el segundo, Inferno, sin ningún éxito. No lo encontré ni en librerías ni en bibliotecas, así que desistí.
    Unos años mas tarde, cuando sacaron la película de Yo robot, me di cuenta que el argumento era como el de Caliban, casi el mismo, y me dio por buscar otra vez pero con el mismo resultado.
    Hay sido hoy unos 20 años después cuando lo he encontrado por "otras vias" en epub en español.
    No obstante me gustaría tenerlos en físico por si alguien sabe donde poder comprarlos.

    Gracias!¡

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    1. ¿Dónde encontraste la trilogía en español? Yo llevo meses buscándolos pero solo me aparecen en inglés.

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    2. Lo cierto es qur los encontré de segunda mano en un re-read de Valencia. No sabria decirte si ahora se sigue editando, pero prueba en segunda mano (cyalqyier librería lowcost como re-read, wallapop o a través de sitios online como iberlibro). Espero que los puedas encontrar

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  2. Yo los conseguí en epub. Si alguien los quiere...

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