sábado, 6 de junio de 2020

Los Papalagi: un ejemplo de antropología inversa

La antropología es una ciencia maravillosa que ha incidido mucho en el concepto de observación participante, que dejó asentado Bronislaw Malinowski en su estudio clásico "Los Argonautas del Pacífico Occidental" (1922), y que toda una pléyade de antropológos posteriores han explotado con éxito relativo, incluso entre los que conservaron todos los miembros tras la experiencia. 


Algunos, más sinceros y dotados de un agudo sentido del humor, como el británico Nigel Barley en su "El antropólogo inocente", han hablado y desmitificado de modo desternillante el trabajo del antropólogo y, sobre todo, la presunta neutralidad de los sujetos observados, que en muchas ocasiones han tomado el pelo y adaptado su conducta a lo que creían que el antropólogo esperaba, haciendo verdaderamente inútiles los datos asi obtenidos. 

En ambos casos nos hallamos ante la figura del investigador académico occidental estudiando una presunta cultura atrasada de alguna remota región del globo, pero es posible darle la vuelta a esta situación y que sea el "salvaje" el que nos de una buena lección. Aquí es donde entra la historia del jefe samoano Tuiavii de Tiavea, quien en los años veinte del siglo pasado llevó a cabo un viaje por Europa.

Fruto de sus experiencias puestas en contraste con los valores de la sociedad samoana, redactó una serie de discursos dirigidos a sus correligionarios para ponerles en guardia contra los males del hombre blanco. Los discursos fueron reunidos y traducidos por su amigo, el alemán Erich Scheurmann, quien los publicó primero en alemán y posteriormente en holandés en 1929. 

La edición española del libro, Los Papalagi (hombres blancos), fantásticamente ilustrada, se anuncia algo pomposamente como el primer libro antiglobalización, cuando verdaderamente dudo que exista tal sentimiento en el autor; lo que sí existe es una profunda visión crítica que detecta las incoherencias y debilidades de lo que consideramos sociedades desarrolladas.

Los diferentes capítulos del libro, recordemos que cada uno es en realidad un discurso independiente dirigidos a personas que, a diferencia de su jefe, no han tenido en su mayoría una educación especialmente profunda, por lo que las palabras y estructuras usadas pueden parecer simplistas, pero no caen en el maniqueismo. Es un ejemplo de la adaptación del discurso al receptor que otorga encanto al lector.

Partiendo de que, quizá, algunas de las críticas que Tuiavii hace a "la enfermedad del pensamiento profundo" y el desarrollo científico y tecnológico no las comparta, debo decir que la radiografía de la sociedad occidental que hizo hace un siglo sigue tan vigente como en aquel entonces, pese al relajamiento en algunos aspectos, como el modo de vestir que en su momento encontró, verdaderamente rígido y encorsetado en comparación con la abierta sociedad samoana. Los misioneros occidentales expandieron mucho más que el amor de Cristo, como la conciencia de pecado; pecado que no existía ni se percibía antes de su llegada, sino que es un constructo occidental.

Acostumbrado a espacios abiertos, el apelotonamiento de los europeos en edificios, con poco acceso al aire y la luz del sol, le parecía asfixiante; tampoco comprendía el orgullo que causaba a estas personas la exhibición de la posesión de múltiples cosas, más aún cuando todo ello hacía que fueran más pobres (hacía bueno el dicho de "no es rico quien más tiene, sino quien menos necesita"); la obtención de dinero, el verdadero Dios de la sociedad occidental, llevaba a su vez a que los europeos tuvieran menos tiempo, lo consideraran valioso y se lamentaran constantemente de su pérdida; le aflige la falta de solidaridad de los que más tienen con los que tienen menos.

Me resulta interesante, porque el debate sigue abierto y dudo que llegue a resolverse nunca, la crítica que hace a las profesiones de los hombres blancos, a su especialización, que hace perder la visión general y produce una fragmentación del conocimiento, que se conserva en departamentos estancos y sin comunicación. Se olvida que la visión de conjunto es importante, que la técnica nada puede sin el contexto. Soy un verdadero defensor de lo general frente a lo particular, para ser más concreto, la especialización es importante, pero siempre que se haya adquirido una visión de conjunto adecuada. Esto produce personas formadas de modo integral.


Como testimonio, el libro es una agradable curiosidad que lleva a la reflexión y tiene más valor que la basurilla tendenciosa que constituye el libro antiglobalizacion y de autoayuda medio. Su antigüedad, brevedad y sencillez son un valor añadido.Disfruten de la lectura.

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