domingo, 13 de junio de 2021

Boys, be ambitious: Un Japón en desarrollo

Existen frases que pasan desapercibidas al inicio, pero que con el tiempo adquieren reconocimiento por un conjunto de circunstancias, no siempre fáciles de explicar. Este es el caso en Japón del "Boys, be ambitious" (Chicos, sed ambiciosos), del norteamericano William Smith Clark (1826-1886), quien pasó apenas ocho meses, entre 1876 y 1877, en el país reorganizando el Colegio de Agricultura de Sapporo, que sería la base de la actual Universidad de Hokkaido.

William S. Clark en 1876. Fuente: Wikimedia
 

La segunda mitad del siglo XIX en Japón, fue de cambios vertiginosos. El país había estado virtualmente aislado del exterior durante más de doscientos años, desde que el tercer Shogun, Tokugawa Iemitsu, decretara en 1839 el Sakoku, la prohibición de contacto entre japoneses y extranjeros, con dos salvedades. Por un lado, el contacto con occidentales (en puridad sólo holandeses) quedó limitado a la isla artificial de Dejima, frente al puerto de Nagasaki. Coreanos y chinos, por su parte, podían comerciar a través de la isla de Tsushima, ubicada al norte de Nagasaki, entre Japón y el continente asiático, y del reino de Ryukyu (con una fascinante historia como reino independiente hasta que fue formalmente disuelto y anexionado a Japón como la prefectura de Okinawa en 1879).

Este aislamiento se rompería con la segunda visita del Comodoro Perry al mando de sus "barcos negros", que forzó la firma del Tratado de Kanagawa y, aunque a la fuerza y en términos muy desiguales, abrió Japón al mundo. Tras los norteamericanos, vinieron las demás potencias occidentales de la época. Los japoneses, justamente indignados, pero sin poder hacer nada por ser conscientes de su inferioridad en términos tecnológicos, sufrieron una verdadera conmoción que terminó con la caida del Bakufu y la restauración del poder imperial.

El emperador Meiji, junto con una clase dirigente activa y práctica, la oligarquía Meiji, inició un ambicioso programa de reformas que permitiera a Japón ponerse a la altura de las mismas potencias que ahora les miraban con condescendencia. Se enviaron misiones al extranjero, como la famosa misión Iwakura, que tenían un triple objetivo: el reconocimiento del recientemente reinstaurado poder imperial; el inicio de la renegociación de los tratados desiguales; y, por último, un estudio en profundidad de los modelos industriales, políticos, militares y educacionales occidentales.

Aquí es donde entra nuestro hombre en la historia, o casi. Primero toca aclarar que la isla de Hokkaido de hoy día, con sus más de cinco millones de habitantes completamente asentados, poco tiene que ver con la verdadera frontera del norte que suponía en la segunda mitad del siglo XIX. Situada en la zona más septentrional de Japón, su clima en invierno es agreste y frio, con intensas nevadas, pero sus tierras cultivables suponen un cuarto del total de todo Japón. Por su valor económico y estratégico, y para evitar que el apetito ruso, que se llevó a las Kuriles y Sajalín, acabara fagocitando Hokkaido, el gobierno Meiji quiso impulsar la agricultura y, con ello, el control de la zona.

Siguiendo su política de invitar, con promesa de generoso pago, a expertos extranjeros en diferentes materias, en 1876 pisó suelo japonés el señor Clark, quien fue reclamado por su experiencia en reorgaizar establecimientos de enseñanza superior, en concreto el Massachusetts Agricultural College de su estado natal (actual Universidad de Massachusetts Amherst), fundado en 1863 y del que fue presidente de 1867 a 1879. 

En ocasiones, las mejores intenciones e ideas pueden no llegar a aplicarse por encontrar oposición o pura desidia, pero Clark tuvo la fortuna de contar con el apoyo entusiasta tanto del gobierno Meiji como del gobernador de Hokkaido de la época, Kuroda Kiyotaka (1840-1900), quien llegaría a ocupar el cargo de primer ministro, con quien mantuvo una magnífica sintonía personal, siendo mutuo el respeto que se profesaban. De hecho, la influencia de Clark fue tal que llegó a asesorar en relación a cómo convertir en colonos permanentes a pescadores migratorios y al establecimiento de industria ligera.

Por su parte, la personalidad de clark dejó impronta en sus estudiantes, pues transmitió los valores de diligencia y abstinencia de su educación puritana, usando ejemplos de la biblia en un momento que todavía no estaba permitido en el país. Estos valores, dada la tradicional mentalidad japonesa de sacrificio y esfuerzo, calaron especialmente bien en un momento en que se daban perfecta cuenta de lo que la formación y su éxito significaban para el bien común.

Acompañamiento a caballo a William S. Clark,segundo por la derecha, el día de su partida. Fuente: Twitter Universidad de Hokkaido
 

Cuando Clark partió a caballo, una concurrida comitiva le siguió hasta 20 km después de Sapporo y fue durante su despedida final cuando dijo su inmortal frase: "Boys, be ambitious". El tiempo y la leyenda han ido creando añadidos, pero no se conocen referencias escritas a esa frase hasta 1894, lo que no significa que no se dijera, sino que el reconocimiento de su importancia y el orgullo generado por lo conseguido por Clark tardó tiempo en ser asimilado, no dándose especial importancia a la frase hasta después.

Inclusive, para acabar de aclarar que no se refiere a la mera ambición de riqueza o fama, se añade: "Sed ambiciosos, pero no por el dinero ni por el engrandecimiento egoísta, no por esa cosa efímera que los hombres llaman fama. Sed ambiciosos por el logro de todo lo que un hombre debe ser"

Debo reconocer que me gusta el mensaje. La sana ambición busca el crecimiento personal, pero no a costa de otros. Creo que es positivo y entiendo verdaderamente el éxito que ha tenido. Entender además el contexto en que se dijo, da una visión mucho más rica y connotaciones más amplias que oirlo sin más. La era Meiji fue verdaderamente épica, con luces y sombras, pero rica intelectualmente y dio al mundo un nuevo actor internacional.

Lamentablemente, la sana ambición de Clark no era compartida por todos sus correligionarios norteamericanos , especialmente por su socio John R. Bothwell, en la compañía minera que dirigieron juntos hatsa 1882, Clark & Bothwell. Las prácticas deshonestas de este caballero, destruyeron la reputación de Clark y le llevaron a la ruina económica. Con toda seguridad contribuyeron a llevarle a la tumba de un ataque al corazón con apenas 59 años. Así, mientras que en su país ha sido casi olvidado, en Japón, especialmente Hokkaido, se han eregido estatuas en su honor, lo que considero un tratamiento más justo para su figura.


Fuentes:

-  https://www.lib.hokudai.ac.jp/en/collections/clark/boys-be-ambitious/

-  https://en.wikipedia.org/wiki/William_S._Clark

-  https://en.wikipedia.org/wiki/Hokkaido

- https://eloctavohistoriador.com/2018/10/26/sabias-que-xxxi-dejima-una-isla-solo-para-holandeses-en-japon/

-  https://es.wikipedia.org/wiki/Reino_de_Ry%C5%ABky%C5%AB

-  https://en.wikipedia.org/wiki/Iwakura_Mission

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