martes, 21 de noviembre de 2023

La mala semilla que fructificó

Existen escritores cuya calidad literaria es discutible, pero que gozan de gran éxito, y aquellos que contando con un buen estilo en sentido formal, además de un contenido a la altura, obtienen éxito de crítica pero no así de difusión al público de su obra. El escritor estadounidense William March (1893-1954), pseudónimo de William Edward Campbell, quien utilizó el apellido de soltera de su madre como nom de plume, se encuentra en este segundo caso y su prematura muerte a los 60 años de edad es todavía más trágica si tenemos en cuenta que tuvo lugar apenas un mes después de la publicación de su obra más reconocida, "La mala semilla".

Sin estropear la lectura, ya puedo adelantar que sentirán un ambiente opresivo y deprimente en ocasiones, así como una intensa sensación de fatalidad y de imposibilidad de luchar contra un destino que empuja a tomar decisiones drásticas y dolorosas. En un breve lapso de tiempo, Christine, la madre protagonista de esta historia, que cuenta con el respeto y la amistad de la comunidad en que vive, pero cuyo marido, se encuentra en el extranjero por largos periodos por cuestiones laborales, cobra conciencia de la terrible realidad sobre la personalidad de su hija; acontecimientos del pasado, que pasaron por accidentes, adquieren nueva significación y desencadenan un final con sensación de déjà vu.

La acción transcurre principalmente en un barrio de la clase media-alta estadounidense de los años 50 del siglo pasado, con toques ligeramente biográficos, ya que el padre ausente, como el propio March, fue militar, participando como voluntario en los marines en la 1ª Guerra Mundial y posteriormente se dedicó al mundo de los negocios, donde tuvo éxito; todo ello pese a provenir de una familia con escasos medios y once hermanos, dos de los cuales murieron siendo niños, y no haber podido tener una educación formal continua. Quizá la influencia materna, algo más formada que el padre, y una sana ambición de prosperar, fue lo que llevó a March a terminar posteriormente sus estudios de secundaria e incluso cursar estudios de Derecho en la universidad, aunque la falta de fondos le llevó a dejarlo la primera vez.

Junto con su deseo de mejorar, March inició una carrera literaria reconocida por la crítica, con un moderado éxito inicial de su "Compañía K" (1933), que relata sus vivencias durante la Gran Guerra a través de cortas estampas de cada uno de los 113 soldados que formaban parte de su unidad. El resto de sus obras fueron igualmente bien recibidas, si bien no con grandes tiradas, y no vivió lo suficiente como para disfrutar del merecido éxito de "La mala semilla".

Lo más inquietante de la novela es la naturalidad de la situación. Ninguno de los episodios es per se peligroso ni fuera de lugar, pero la atmósfera de terror se cierne sobre nosotros y nos atrapa antes de darnos cuenta. 



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