jueves, 24 de enero de 2013

Alegato por la divulgación científica

Internet es un vasto mundo en que el cualquiera puede expresar su opinión, presentar sus trabajos e incluso incitar al proselitismo sobre los temas más diversos. Hasta ahí, podríamos decir que no hay nada nuevo bajo el sol y que son actos legítimos y sin mayores consecuencias; hasta que se trata de cuestiones que afectan al bolsillo, la salud o la libertad y a las que se da una forma "científica". Sin embargo, una opinión comunmente aceptada (Vamos, los prejuicios de toda la vida) no constituye una verdad. A muchos individuos defensores de teorías conspiranoicas, empresas con pocos escrúpulos hacia los consumidores (y consumidores ingénuos, debería añadir), terapias "alternativas" varias o ecofanatismos de toda índole, por nombrar unos ejemplos, lo único que les interesa es tener razón, y no dudarán en utilizar todas las estratagemas a su alcance para este fin; porque creen además que la tienen, aunque sea a costa de negar la realidad o interpretarla a su antojo. Huyen del método científico (eso, cuando no lo utilizan como les viene en gana) pues implica el reconocimiento de su equivocación. ¿Quién no se ha visto atrapado alguna vez en medio de debates estériles sobre el sexo de los ángeles, en que una parte "entregada" a una causa (homeopatía, creacionismo, eco-loquesea... Elijan su favorita) intenta inútilmente convencer a un "no creyente", que escucha horrorizado argumentos que atentan contra el más elemental sentido común y espíritu crítico? ¿Sus pruebas? Teorías desacreditadas, estudios con una muestra insuficiente, no concluyentes, usando una metodología inadecuada, no replicables, documentales o noticias sesgadas, etc. En el momento en que sienten peligrar sus posiciones por la razón y los hechos, les basta con descalificar al adversario con acusaciones de estar comprado o defender los intereses de las "malvadas" corporaciones y empresas transnacionales y negar la evidencia.

Quizás uno de los problemas radique en que no se entiende bien el concepto de ciencia, el método científico y lo que ello implica. La ciencia es mucho más que los hechos directamente observables; dos observadores de un mismo fenómenos desde el mismo punto no verán necesariamente lo mismo; el método inductivo puede llevar a conclusiones erróneas; el "a mi me funciona" como evidencia científica no es aceptable. Es posible que el libro de Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, arroje algo de luz sobre lo que es la ciencia. Aunque el propio autor reconoce en el epilogo del libro la dificultad de dar una "descripción de la ciencia y del método científico que se aplique a todas las ciencias en todas las etapas históricas de su desarrollo", ello no es óbice para lograr un libro tremendamente instructivo y ameno, que recoge de forma clara -aunque requiere de una lectura atenta y sosegada- las diferentes teorías científicas y sus críticas: el inductivismo, el falsacionismo, los paradigmas de Kuhn, los programas de investigación de Lakatos, el relativismo, el objetivismo, la teoría anarquista de la ciencia de Feyerabend, el teorema de Bayes, el nuevo experimentalismo y otras. En todo caso, deja claro que "la ciencia goza de una alta valoración". Decir que algo es científico o apoyado por la ciencia, supone otorgarle algún tipo especial de fiabilidad o de mérito, como ya hemos visto con los cosméticos apoyados en la ciencia de los genes o los yogures que contribuyen al normal funcionamiento del sistema inmunitario. Otro punto de vista más histórico y menos filosófico, pero igualmente apasionante lo podríamos encontrar en la Historia de las Ciencias (dos volúmenes) de Stephen F. Mason, que abarca desde una protociencia incipiente hasta la ciencia del siglo XX, poniéndola en relación directa con la sociedad y el tiempo en que surge. Grandes ideas de la ciencia, de Isaac Asimov, libro muy cortito, pero intenso, centrado en los personajes que llevaron a cabo descubrimientos que supusieron el despegue de sus respectivos ámbitos de conocimiento, está en la misma línea.

Los anteriores son algunos ejemplos que recogen sobre todo lo relativo a las ciencias naturales, pero las ciencias sociales han evolucionado también, especialmente la antropología. Mucho debemos a Marvin Harris y su defensa de la aplicación del método de las ciencias naturales a las sociales, que chocaban con el falsacionismo de Karl Popper y sólo pudo ser resuelto, no sin críticas, mediante el uso del falsacionismo sofisticado de Imre Lakatos. Harris fue muy crítico con otras corrientes teóricas alternativas, como el materialismo marxista, el relativismo cultural, el estructuralismo de Claude Levi-Strauss, la fenomenología de Carlos Castaneda y el posmodernismo, pues adolecían de los fallos de los que pretendía huir. Sus libros sirven de explicación a numerosos fenómenos culturales, como en Vacas, cerdos, guerras y brujas, donde explica el origen de diferentes tabúes alimenticios; o Nuestra especie, en el que se intenta explicar la aparición de las primeras sociedades humanas y cuánto debemos a nuestros genes y cuánto al medio cultural en que nos desarrollamos, en clara crítica a la sociobiología

Hasta aquí me he referido a verdaderos clásicos de la divulgación científica, pero no puedo dejar de agradecer la extraordinaria labor en este campo que realizan hoy día blogs como Naukas o Scientia, de los que me declaro fiel seguidor, y tantos otros que de modo desinteresado y altruista, y siempre con el máximo rigor, contribuyen a que comprendamos mejor la realidad que nos rodea y huir de mitos, engaños y creencias erróneas. La información científica ya no está circunscrita únicamente a revistas de difícil acceso para el no especialista y es más sencillo acceder a los diferentes estudios que los periódicos, por poner un ejemplo, normalmente de modo sensacionalista y sin leerse siquiera el abstract completo, publican. Existen buenos profesionales del periodismo científico, no lo dudo, pero en la mayoría de medios de información parecen brillar por su ausencia. Es esencial una buena educación científica de la sociedad para que puedan juzgar de modo crítico las informaciones que reciban y escapar así de potenciales peligros, como los antivacunas, negacionistas de enfermedades, ecofanáticos (fabulosamente rebatidos por Mulet), terapias alternativas que no son más que placebos (en el mejor de los casos) y pseudociencias, intentos de relativizarlo todo y colocar cosas diferentes al mismo nivel (El creacionismo en Estados unidos respecto al evolucionismo).

El tema daría para muchas tesis doctorales, pero lo dejaré por ahora. Estaría muy agradecido si algún lector me pudiera sugerir más títulos, en papel o digital, y otras fuentes sobre divulgación científica, a fin de comenzar a crear un pequeño listado que podría llamarse: los imprescindibles de la ciencia. Un saludo a todos.  

2 comentarios

  1. Muchísimas gracias por la referencia. y, aunque quede mal al haber sido citado...gran post.
    Jose (Scientia)

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    1. Espero no haber molestado con la cita. Lo he planteado como un homenaje general a la divulgación científica, pero tu blog es uno de los que sigo diariamente (y además con grandísimo disfrute). Muchas gracias por el trabajo que realizas!
      José Luis

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