El debate
sobre la necesidad o no del lenguaje inclusivo y no sexista ha dejado
escenas de aparatoso bochorno para la historia. La última aberración
del lenguaje inclusivo y no sexista en España la ha formulado Irene
Montero, con sus "portavoces y portavozas", recogiendo el
testigo que apenas un año antes lanzara Lorena Ruiz-Huerta, de su
mismo partido, con sus "jóvenes y jóvenas, pero todavía sin
emular la repercusión los "miembros y miembras" de la
antigua ministra socialista de igualdad, Bibiana Aido. Dejemos
aparte el término "lideresa", que tanto comienza a gustar
en América Latina, y que a un servidor le produce sudores frios sólo
de escucharlo.
En cualquier
caso, y dejando aparte la anécdota, la lucha por alcanzar una
verdadera igualdad entre hombres y mujeres, absolutamente loable y
necesaria, es una preocupación social y política de primer orden
desde hace ya décadas.
La Comisión
Europea ya se comprometió en 1996 a realizar la igualdad de género
a través de dos medidas: por un lado, integrando perspectiva de
género en todas las políticas y, por otro, aplicando al mismo
tiempo medidas específicas para eliminar, prevenir o remediar las
desigualdades de género. Por su parte, en el seno del Parlamento
Europeo se halla la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de
Género (Comisión FEMM), que vela porque se lleven a cabo estas
medidas en el funcionamiento y las políticas de la Unión. El último
Informe
sobre la integración de la perspectiva de género en los trabajos
del Parlamento Europeo de
2016 da una buena idea del largo camino que queda por recorrer
El 13 de
febrero de 2008, fue aprobado el Informe
sobre el lenguaje no sexista en el Parlamento Europeo. Dicho
informe entendía que la finalidad de dicho lenguaje en
cuanto al género es evitar opciones léxicas que puedan
interpretarse como sesgadas, discriminatorias o degradantes al
implicar que uno de los sexos es superior al otro, ya que en la
mayoría de los contextos el sexo de las personas es, o debe ser,
irrelevante" y
establecía algunas orientaciones en relación a como debía
aplicarse en las instituciones europeas.
España se
había adelantado a Europa por una vez, ya que el artículo 14.11 de
la Ley
3/2007, para la igualdad efectiva de hombres y mujeres,
estableció que "serán criterios generales de actuación de
los Poderes Públicos: (...) la implantación de
un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en
la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas.".
Desde
la
aprobación de estos informes
y leyes hasta el día de hoy,
numerosos son los manuales y guías de lenguaje inclusivo y no
sexista que han sido publicados en las diferentes administraciones
públicas (no solo
españolas), normalmente sin
demasiado acierto ni rigor, toda vez que el uso de lingüistas (y
sentido común) para elaborarlas ha brillado habitualmente por su
ausencia.
Para
muestra, un botón. En 2012 apareció el Informe de la RAE "Sexismo
lingüístico y visibilidad de la mujer",
elaborado por Ignacio Bosque y suscrito por la totalidad de los
miembros de la Academia, que analizaba nueve de estos manuales y
sacaba a relucir sus deficiencias. El autor destaca que las premisas
en que se basan los autores de estas guías son correctas (Existencia
de discriminación de la mujer en nuestra sociedad; existencia de
comportamientos verbales sexistas; el hecho de que numerosas
instituciones autonómicas, nacionales e internacionales han abogado
por el uso de un lenguaje no sexista; y
la necesidad de extender la igualdad social de hombres y mujeres y
lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible),
pero la conclusión a la que llegan es incorrecta. Es decir,
pretenden que "el léxico, la morfología y la
sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente
la relación entre género y sexo, de forma que serán
automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan
tal directriz" .
En
Francia, como representantes también de una lengua de origen latino,
sufren exactamente el mismo problema que los españoles. Al menos
allí, la valentía y el sentido común sí que se han adueñado de
las instituciones. El pasado mes de noviembre, tras el
posicionamiento previo de la Academia francesa de la lengua en contra
del uso aberrante del lenguaje inclusivo, el gobierno francés lo
prohibió en sus textos oficiales, en aras de la comprensión y
claridad del contenido.
Pero no sólo
España o Europa sufre los envites del lenguaje inclusivo y no
sexista, que además genera de jugosas anécdotas. Al otro lado del
charco, las abominaciones campan por sus respetos en los países de
habla hispana (En algún momento hablaré de la verdadera paranoia
que se vive en el mundo angloparlante con este tema, pero eso merece
entrada aparte). Por poner un ejemplo, el artículo 41 de la actual
constitución
venezolana es un verdadero catálogo de los horrores que este
lenguaje aplicado sin criterio puede generar:
"Sólo
los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad,
podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la
República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva,
Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la
Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de
Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral,
Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o
Contralora General de la República, Fiscal o Fiscala General de la
República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de
los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas,
energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes
o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y aquellos
contemplados en la ley orgánica de la Fuerza Armada Nacional.
Para
ejercer los cargos de diputado o diputada a la Asamblea Nacional,
Ministro o Ministra, Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o
Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y
venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia
ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los
requisitos de aptitud previstos en la ley."
Es verdad que el ejemplo anterior
parece quedarse corto cuando recordamos las palabras de Nicolas
Maduro prometiendo el reparto de 35 millones de "libros
y libras" (confío
que al menos estas últimas sean esterlinas) o la creación de
"liceos y liceas"
para sus estudiantes.
Otro ejemplo sagrante es el
Acuerdo
final para la terminación del conflicto y la construcción de una
paz estable y duradera, que
suscribieron las FARC y el gobierno colombiano en septiembre de 2016,
y que está plagado de “delegados y delegadas”, “colombianos y
colombianas”, “ciudadanos y ciudadanas” y “niños y niñas”,
que hacen la lectura del texto una verdadera y farragosa tortura.
Ello sin contar que se
estima en 100 páginas lo que se acortaría el texto final de 290, lo
que lo haría algo más atractivo de leer.
Estas
propuestas de ingeniería gramatical, como recoge Alex Grijelmo en La
seducción de las palabras,
están abocadas al fracaso por dos razones principales: la primera,
por su falta de naturalidad y, la segunda, por la frustración que
genera, ya que, remitiéndose a las conclusiones de los profesores
Catalá Gonzálvez y García Pascual en su libro Ideología
sexista y lenguaje, "la
emergencia de las mujeres en plan de igualdad en los discursos sólo
puede producirse con la alteración del contexto social de
desigualdad, no con la alteración de los sistemas gramaticales".
En suma, aunque loable
en su propósito, esta vía para visibilizar a la mujer no acaba de
luchar contra los problemas de fondo que padece.
Fantástico artículo. Claro, incisivo, con ejemplos que ridiculiza el analfabetismo de políticos, feministas y otros acondroplásicos mentales. Lo voy a retwittear todo lo que pueda. Estoy fatigada, más que harta, de tanta estupidez con este temita... Gracias y gracios (ja,jaja...), José Luis. Además, me he reído mucho leyéndote.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! El mayor problema que tuve al escribir el artículo no fue precisamente encontrar abominaciones lingüísticas que llevarían a la mayor parte de la gente a darse de cabezazos contra la pared, sino intentar limitar los ejemplos para no ser demasiado reiterativo. Creo que se ha perdido el norte en algunos aspectos de la lucha por la verdadera igualdad, centrándose en el proverbial "chocolate de loro" en lugar del problema principal.
EliminarFelicitaciones. Claro y estupendo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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