martes, 3 de octubre de 2023

Nostalgia comiquera (parte 2)

En la primera parte de nostalgia comiquera, recordaba mis inicios en el mundo del cómic. Con esta entrada, profundizaré en cómo terminé metido en el mundillo del manga en España y sus comienzos 

Oliver y Benji (Captain Tsubasa), Caballeros del Zodiaco (Saint Seiya) y sobre todo Dragon Ball, con la fiebre por las fotocopias extraidas directamente del manga que recorrió España, hicieron que el sector editorial se fijara en el país del sol naciente y editoriales como Planeta, Glenat, Norma Editorial y la Cúpula comenzaran a publicar manga. Inicialmente fue, por pura inercia, en formato grapa o cartoné, pero limitados a 32-48 páginas mensuales (únicamente semanal en el caso de Dragon Ball, pero es un caso aparte que no tiene parangón por sus cifras de ventas), como nos tenían acostumbrados con el cómic americano. Esto funcionaba bien con títulos cortos, pero se demostró absolutamente ineficiente en el caso de títulos largos, que vieron cancelada la edición. Así, Caballeros del Zodiaco, Ranma 1/2 o 3x3 Ojos, entre otros, quedaron inconclusos hasta que, estando más maduro el mercado, otras editoriales se atrevieron a editar en formato tomo como en Japón. 

Así se comenzó a editar manga a principios de los 90 en Españ: mensualmente y números de 48 páginas que eternizaban la espera en series largas y provocaban muchos abandonos

Si bien algunas editoriales ya habían editado manga en formato tomo, solía tratarse de series cortas o de tomo único. Planeta de Agostini fue el primero en hacer a mediados de los noventa la prueba de editar de modo regular series largas en formato tomo japonés, eligiendo para ello dos series míticas; Bastard!! De Kazushi Hagiwara (como curiosidad, fue ayudante de Izumi Matsumoto en Kimagure Orange Road y se reconoce claramente esta influencia en todo el manga) y El puño de la estrella del norte del duo formado por Buronson y Tetsuo Hara. 

La primera edición de manga en versión tankoubon llegó en 1995 con dos títulos míticos. La parte de atrás del cartón promocional incluía además una imagen fantástica de Kenshiro

Lo que lamentablemente no conoció tanto éxito, aunque aguantó un número sorprendente de números dadas las circunstancias, fue la iniciativa de adaptar el modelo japonés de publicar una revista con un generoso número de páginas y múltiples series, a imagen y semejanza de la Shonen Jump de Shueisa y la Shonen Magazine de Kodansha (se llegó al acuerdo con la segunda). Así surgió la Shonen Mangazine, experimento que comenzó en abril de 1995, con periodicidad bimestral y 100 páginas por número, pero ya en enero de 1996 pasó a mensual, aunque con aumento del número de páginas a 132. Siguió sin despegar y se canceló en junio de 1996, tras 24 números y dos especiales.

La razón del fracaso me parece clara ahora y me lo pareció en su momento: en Japón, lo que publica en ese tipo de revistas, que además cuentan con muchísimas más páginas, son siempre capítulos nuevos, que más tarde se recopilan en formato tomo o se cancelan según su impacto en el público; no se trataba, pues, de reimpresiones de series conocidas y consolidadas. Por otro lado, el público español no quiere comprar dos veces una serie que le gusta y prefiere directamente un formato tomo en que únicamente esté esa serie. Quizá si el número de páginas hubiera sido realmente generoso, la revista habría sobrevivido.

Paralelamente, se comenzó a distribuir anime en video. Aunque mejorable en ocasiones, toca reconocer la fabulosa labor de Manga Films, a quien se sumarían sellos como Selecta Visión y Jonu Media. El club que creó Manga Films, con su boletín periódico, recibido por correo ordinario en casa, es una de esas cosas que se recuerdan con sorprendente cariño. Era emocionante recibir la tarjeta de socio, que todavía conservo, e información sobre las novedades de anime. 

Mangafilms enviaba por correo postal incluso postales con algunos de los nuevos lanzamientos

Algo que nunca lograré entender es cómo Disney, a través de su sello Buena Vista, no fue capaz de aprovechar en España el acuerdo a que llegó con Ghibli para distribuir sus películas. Acuerdo extraordinario, puesto que Miyazaki, después de que una distribuidora norteamericana en los años ochenta cercenara y mutilara Nausicäa del Valle del Viento (Kaze no tani no Naushika), cortando media hora con el peregrino argumento que sobraba, hacía lenta la película y la gente no lo entendía, se negó en redondo durante años a vender los derechos de distribución fuera de Japón. Esto hizo que tardáramos años en poder disfrutar de su catálogo completo. Por cierto, dicha edición mutilada llegó a España de la Mano de Chiqui Video, un verdadero adelantado a su tiempo que nos trajo más títulos como Area 88 y Macross.

Dokan fue una verdadera revolución, al lograr distribución nacional en kioscos e incluir cd con material; muchas otras revistas siguieron su estela

A finales de los noventa, comenzaron a aparecer en los quioscos revistas de información general sobre manga y anime, entre las que destacaron las ya extintas Dokan y Minami, que fueron un verdadero bombazo por incluir un cd repleto de contenidos. En su punto álgido, se diversificó tanto la demanda que llegaron a aparecer revistas de este tipo especializadas en música japonesa y hentai. Aunque es de reconocer que no representa sorpresa alguna que el hentai vendiese bien.


Quizá hoy suene extraño, pero conectarse a internet en aquella época era un verdadero ejercicio de paciencia, a través de modems de marcación telefónica de 56 kbps. Previamente existieron otras revistas, como la también extinta Neko, Kame, Otaku, la Kabuki de Glenat y el valenciano Mangazone, que llegaron a contar con un considerable éxito pese a una distribución mejorable, pero la inclusión del cd y una mejor distribución en numerosos puntos de venta, fue un factor determinante para el triunfo de estas nuevas revistas.

Sin embargo, la mejor conectividad a la red, con mayores velocidades y estabilidad, acabaron suponiendo el principio del fin de las revistas con cd. La gente podía acceder directamente a muchos contenidos a través de fansubs (grupos de aficionados que, sin ánimo de lucro, subtitulaban películas y series de anime no licenciadas en su país), páginas de scanlations (mangas escaneados e igualmente traducidos) y otros sitios webs y canales de IRC. Lo mismo ocurría con el merchandising. Conseguir material original japonés era caro (en puridad, sigue sin ser barato), pero además se dependía de la suerte, mucha suerte, para encontrar artículos originales de tu serie favorita.

¿Tenéis alguna anécdota o recuerdo de esta etapa?

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