domingo, 12 de mayo de 2024

Merienda de negros, el colonialismo en África visto por Evelyn Waugh


La historia del mundo contemporáneo no puede entenderse si se deja fuera el colonialismo, un fenómeno de expansión de las potencias occidentales que se dio en dos fases bien diferenciadas. Primero, del siglo XV al XVIII, portugueses y españoles, a los que se unieron británicos, franceses y holandeses, que dominaron por completo el continente americano y algunas remotas zonas de Asia y África. La segunda fase, incluye también a las colonias recientemente independizadas de América, especialmente Estados Unidos, y las naciones occidentales más desarrolladas durante la Revolución Industrial, que vuelven su mirada a África, virtualmente virgen e inexplorada en su mayor parte a principios del siglo XIX, y Asia, que salvo Corea y Japón, para la Primera Guerra Mundial quedaría virtualmente toda bajo control europeo.

 

Este contexto es importante porque el novelista Evelyn Waugh (1903-1966), nacería y se criaría en Gran Bretaña en el momento álgido del colonialismo de la primera mitad del siglo XX. Las posesiones británicas se extendían por toda África, Asia y Oceanía, con la India como verdadero tesoro de la Corona. Waugh, de hecho, visitaría África en 1930 y la tomaría de base para su "Merienda de negros" (Black mischief) de 1932.

Ubicada la acción en la inexistente nación africana independiente de Azania, se relata como Seth, el nuevo emperador de Azania, «tirano de los mares y licenciado en Oxford», ofrece a su antiguo condiscípulo Basil Seal (ocioso, poco disciplinado y buscador de emociones que le permitan escapar del camino trillado que le ofrecen por su familia y posición como miembro del parlamento) el cargo de «ministro de modernización» del país. Los choques entre la inercia de la tradición y la extensión de los tentáculos de la civilización, no se hacen esperar. Mientras que las clases altas azanias parecen abrazar los cambios, el resto de la población los recibe con una mayor tibieza, cuando no se los comen (y no hablo de gente); la tragicomedia, con momentos surrealistas dignos de "Amanece que no es poco", está servida.

El humor negro, por partida doble en este caso, tan habitual en las obras de Waugh, aparece aquí en todo su esplendor. Las naciones europeas quedan retratadas como más interesadas por las apariencias que por la realidad (la descripción de la abolición de la esclavitud en el país es un buen ejemplo, además de absolutamente desternillante); la nutrida colonia de expatriados, encabezado por un griego con escasos escrúpulos y un gran olfato para los negocios, forma un mundillo aparte que resulta casi incoherente con su entorno; los esfuerzos del joven "Ministro de modernización" se ven entorpecidos en buena medida por el propio Seth, cuya educación en Oxford y su comprensión de la civilización occidental fueron más bien superficiales también, cambiando constantemente de dirección ante cada nueva lectura que hace y malinterpreta.

En la edición revisada de 1962, el propio Waugh reflexionó sobre el momento en que fue escrita la novela y lo poco que nadie podía imaginarse el proceso descolonizador posterior que se aceleraría tras el fin de la 2ª Guerra Mundial. Razón no le faltaba, aunque tampoco debió sentirse especialmente sorprendido, ya que era conocedor de dos grandes títulos de la literatura de ensayo como "La decadencia de Occidente" (1918, revisada en 1923) de Osward Spengler e "Historia de la decadencia y caída del Imperio romano" (1776) de Edward Gibbon, que además inspiraron el título de su primera novela publicada, "Decadencia y caida" (1928), inspirada en sus años estudiantiles en Oxford y acerada crítica de las clases altas y sus tradiciones.

La elección del título para la edición española de Anagrama me parece sencillamente maravillosa, reflejando con precisión el desarrollo de la acción, en medio de una gran confusión y desorden. Confío que en años venideros se mantenga y no ceda ante el revisionismo de lo políticamente correcto, porque el humor no es ni debe ser correcto.



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