La huida de protagonistas del procés
al extranjero, para evitar responder ante la justicia de sus
presuntos delitos, se está convirtiendo en una costumbre que amenaza
con dejar vacío el hemiciclo catalán.
Igualmente, se ha convertido en una
perniciosa costumbre dejar cartas grandilocuentes, emotivas y
lacrimógenas, que pintan un escenario en que ellos son seres nobles,
desinteresados y moralmente superiores; personas que sólo aspiran a
vivir en paz y libertad, frente a un estado opresor que presuntamente
conculca sus más elementales derechos humanos y asfixia ese deseo de
vivir de acuerdo a valores democráticos. Esta situación, justifica
la necesidad de rebelarse y "exiliarse" para seguir
defendiendo su causa.
Marta Rovira. Fuente: By Raulpresseguer |
La última de estas cartas es de Marta
Rovira, discípula y sucesora al frente de ERC de Fray Junqueras, que
emprende el mismo camino que insignes figuras como Puigdemont, algunos
de sus consellers y la dulce Anna Gabriel ginebrina. La única duda
que me queda es si se alojará en la mansión de Waterloo, en algún
cuco apartamente de Ginebra o si le tienen preparada una villa
campestre para ella sola, porque a sitios baratos no se van.
Esta es la carta:
"Hoy emprendo un camino duro, un
camino que, desgraciadamente, muchos otros que nos preceden han
tenido que coger. El camino del exilio.
No puedo ocultar la profunda
tristeza que siento al alejarme de tanta gente a la que quiero, y
quiero muchos. De otras muchas luchas compartidas durante años con
personas a las que les mueve un único objetivo: cambiar la sociedad
donde viven. Hacerla más justa. Personas dignas. Dejar de ver los
paisajes que me envuelven desde la infancia, de pasear por las
ciudades donde he vivido...
Siento tristeza, pero mucho más
triste hubiese sido vivir silenciada interiormente. Sentir mi
libertad de expresión censurada por unos tribunales que intimidan y
que aplican- descaradamente- criterios políticos. Casa día, cada
hora sentía mi libertad limitada por amenazas judiciales
arbitrarias. No me sentía libre. No me reconocía. Estas últimas
semanas he vivido dentro de una prisión interna.
El exilio será un camino duro, pero
es la única forma que tengo de recuperar mi voz política. Es la
única forma que tengo de alzarme en contra del Gobierno del PP, que
persigue a todo aquel que está a favor de votar y que castiga a
cualquiera que intenta cambiar lo preestablecido y lo establecido. Un
Gobierno que está dispuesto a saltarse el estado de derecho y las
libertades civiles para conseguir sus fines políticos.
Tengo una hija, Agnès. Las madres
sabéis como la quiero. Y cuan fuerte es el sentimiento de darle todo
lo que le pueda dar. El exilio me permitirá hacerle de madre y se lo
merece todo. Mucho.
Os quiero decir una última cosa. No
dejéis que la angustia se apodere de vosotros. El análisis de una
realidad antidemocrática y profundamente injusta no ha de dar lugar
al resentimiento. Contra nadie. Contra nada. Solo desde le respeto y
el amor hacia todos los ciudadanos y todas las opiniones
conseguiremos cambios radicales y profundos. Solo desde el trabajo
conjunto conseguiremos una República para todos.
Como dice Oriol, "En estos días
que vendrán, manteneos fuertes y unidos. Transformad la indignación
en coraje y perseverancia. La rabia, en amor. Pensad siempre en los
otros. En lo que hemos de rehacer. Insistid porque to persistiré.
Gracias por todo vuestro apoyo. Os quiero". Eso haremos, Oriol.
Os escribo ahora, así, con
sinceridad y libertad. Es como lo podré hacer desde ahora como
secretaria general de ERC, un partido al que quiero y que ha dado
tanto al país y que aún ha de dar mucho más.
¡Viva la libertad, la justicia, la
igualdad y la fraternidad. Viva una república catalana para todos!
Marta Rovira."
Rovira intenta centrar la culpa de la
"represión" en el Partido Popular, como si de haber estado
otro partido en el poder las cosas hubieran sido diferentes. A la
vista del rechazo en bloque de los grandes partidos
constitucionalistas a la secesión unilateral, inclusive el de
Podemos, aunque fuera a regañadientes y para intentar atajar la
sangría de votos que perdía fuera de Cataluña, pretender que la
culpa es única y exclusivamente del PP es no querer reconocer la
realidad.
Acusar al poder judicial de estar
politizado, es jugar con una verdad a medias. Aunque haya cuestiones
mejorables en relación a la elección de los miembros del Consejo
General del Poder Judicial, así como los magistrados del Tribunal
Supremo y del Tribunal Constitucional, el nuestro es un poder
judicial razonablemente independiente y muy garantista de los
derechos fundamentales (muchos más de lo que se puede decir del
diseño del poder judicial de una hipotética Cataluña
independiente, que era una mera marioneta del ejecutivo). Sin ir más
lejos, la propia Marta Rovira estaba en libertad condicional, en
plena posesión de sus derechos civiles y políticos y ni siquiera se
le había retirado el pasaporte. Lo único que no podía esperar era
que esta situación no variase durante el transcurso del
procedimiento.
De hecho, los detalles que se van
conociendo a través de los papeles rescatados de la quema por la
Policía Nacional, deján entrever una trama perfectamente organizada
para, usando fondos públicos y las instituciones catalanas, promover
la agitación pública y el referendum ilegal a través de
asociaciones de la sociedad civil (Omnium Cultural y ANC, piezas
claves en el sostenimiento del procés) y forzar la independencia en
cualquier caso. Es decir, la negociación con el Estado nunca fue una
opción, como bien sabemos ahora; salvo que por negociación
entendamos la aceptación incondicional de sus peticiones.
Esta situación entronca directamente
con los delitos de rebelión y sedición, además de la
prevaricación, que no son nada extraños en derecho comparado; ni su
tipificación ni las penas que suelen llevar aparejadas. Tiene razón
Rovira para tener miedo, pero no porque no vaya a tener un juicio
justo y con las debidas garantías, ni porque se haya quebrantado su
presunción de inocencia sino porque todos los indicios apuntan a que
puede tener cuestiones por las que responder ante la justicia.
No hay amenazas judiciales arbitrarias,
puesto que la ley es clara, pública, abstracta y general. Tampoco su
libertad de expresión se ha visto limitada. De hecho, la libertad de
expresión recoge el derecho, como se ha hecho durante años, a
compartir ideas u opiniones que pueden ofender, chocar o indignar a
otros; y es una libertad especialmente protegida en el ámbito
político. No se la juzga por defender la posibilidad de una Cataluña
independiente, sino por cómo se ha intentado, conculcando la ley.
Referirse a una "realidad
antidemocrática y profundamente injusta" para definir la
democracia española y proclamar amor hacia todos los ciudadanos y
todas las opiniones, es olvidar lo que ha supuesto el procés para
los catalanes no independentistas y sus representantes políticos: el
modo en que se ha ninguneado a la oposición; como se han modificado
a traición y sin garantías los procedimientos en el Parlament para
aprobar leyes ilegales; como se han roto familias, grupos de amigos
y se ha fracturado el tejido social catalán.
Puede entonar los vivas que quiera a
la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad, pero quedan
como palabras vacias en sus labios. La sociedad catalana ya disponía
de estos valores, integrada en una España plenamente democrática y
plural. Durante muchos años, en comparación con el País Vasco, se
ponía el ejemplo de la convivencia y el seny catalán. Recuperarlo,
ahora que ha sido pisoteado y casi todos los puentes destruidos por
los independentistas, llevará años.
Cuanto antes se comience a
formar un gobierno que de verdad se dedique a gestionar y responder a
las demandas de los ciudadanos, en lugar de continuar con esta
siniestra necrofilia que es la "resurrección" de un procés
que está muerto y enterrado, antes se volverá a la normalidad
Gracias a lo garantista que es el actual sistema judicial español (que tanto critica la independentista huida), puede ahora la señora Rovira disfrutar de un "dulce" exilio que seguramente como bien dices, no será barato y que muy posiblemente habremos pagado, sin querer, los ciudadanos de la denostada España .
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