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Boda sintoista tradicional en el Santuario Meiji |
Amanece un nuevo día y, tras una noche de merecido descanso, una larga jornada de descubrimiento en la que pasaremos por Harajuku, Shibuya, Ginza y Asakusa. Viviremos los contrastes entre el Japón más tradicional y el más contemporáneo.
Para comenzar, nada mejor que ir a Harajuku. Este es uno de los barrios con mayor variedad de estilos de todo Tokio y epicentro de las tendencias de moda. Tras salir del metro en Omotesando contáis con varias opciones según vuestros gustos y el tiempo que haga. Si queréis ir de compras, toda la avenida del mismo nombre está plagada de tiendas, cafés y restaurantes diversos; caso de hacer mal tiempo y preferir estar a cubierto, podéis refugiaros en Omotesando Hills, un gran centro comercial a escasos tres minutos de la parada de metro.
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Parada de tren de Harajuku que linda con el parque de Yoyogi, de fondo, se aprecian parte de los 240 metros de altural del NTT Docomo Yoyogi building |
Si preferís estar al aire libre, hace un día maravilloso y pensáis que las compras se pueden hacer en otro momento, podéis hacer como nosotros y, desde Omotesando, andar en dirección al parque de
Yoyogi, conocido popularmente por los rockabillies, actuaciones de
aficionados en directo y la gran cantidad de cosplayers que lo
pueblan los fines de semana.
Llamarlo parque es un eufemismo: se
trata de un bosque en toda regla. De hecho, cuando se construyó en 1920 para honrar la memoria del emperador y la emperatriz Meiji, se plantaron 100.000 árboles, donados por el pueblo japonés. Un gran Torii flanquea la entrada del parque y da acceso al sendero principal. Uno queda totalmente inmerso en un entorno que le empequeñece y le envuelve en una sensación de paz, literalmente alejado del mundanal ruido.
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Las dimensiones del parque impresionan |
El periodo Meiji es posiblemente uno de los más emocionantes de la historia japonesa por las espectaculares transformaciones que tuvieron lugar en escasamente 50 años. La ruptura forzosa de un aislamiento voluntario que venía desde los inicios del shogunato Tokugawa fue un duro golpe para muchos japoneses y una verdadera humillación. Desde la firma del Tratado de Kanagawa en 1854 con los Estados Unidos, por el que se abren al comercio los puertos japoneses en unas condiciones tremendamente ventajosas para los norteamericanos, comienza la época de los tratados desiguales con el resto de potencias occidentales.
Pero el espíritu japonés no se doblega fácilmente y, tras el agónico final del shogunato Tokugawa, que finaliza en 1868 con la restauración del poder imperial, hasta ese momento meramente nominal, se inicia una nueva época de desarrollo con el objetivo de ponerse al nivel de los países occidentales. Se envían estudiantes japoneses a Europa, Estados Unidos y Rusia para aprender todo lo posible de las principales ramas del saber: ingeniería, arquitectura, medicina, derecho, literatura, lenguas extranjeras... Así mismo, se invita e incentiva con muy buenos sueldos a profesores extranjeros para venir a Japón a enseñar. Los resultados son espectaculares y en menos de 50 años el país poco tiene que ver con la organización cuasifeudal anterior.
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Entrada al santuario Meiji |
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Nosotros nos decidimos por tomar
uno de los senderos laterales que llevaban al Santuario Meiji (de
entrada gratuita). El santuario original fue destruido durante la 2ª Guerra Mundial y reconstruido en los primeros años de paz. No parecía que estábamos en una ciudad.
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Boda sintoista en el santuario Meiji |
Sabíamos
que no era raro que se celebraran bodas por el rito shintoista y
tuvimos la inmensa suerte de ver al menos dos de ellas en plena
procesión. Encabeza la marcha el kannushi (sacerdote), seguido del shoguji (una suerte de asistente) y las miko (sacerdotisas). Detrás están los novios vistiendo al estilo tradicional: Él con un tipo de kimono tradicional negro llamado montsuki, que consta de haori y hakama (chaqueta y pantalón); ella con un shiramuko, el tradicional kimono blanco símbolo de pureza, y cubierta por una especie de capucha llamada wataboshi, que protege un tocado especial llamado tsunokakushi.
En el camino de salida nos encontramos con una verdadera colección de barriles de sake decorativos donados por las compañías productoras que son conocidos como kazaridaru (el barril de sake normal recibe el nombre de sakedaru). El sake forma parte tradicional de los rituales y los festivales japoneses y tiene una vertiente de conexión espiritual con los dioses.
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Frente a la soledad de la estatua de Shibuya, la de la universidad de Tokio destila ternura. Fuente de la foto del profesor: Tiptoeingworld |
Tomamos el metro
y salimos en Shibuya. Tocaba una parada obligada en la estatua de
Hachiko. Posiblemente todos conozcáis ya su historia, que ha quedado
como símbolo de lealtad y amor inquebrantable hasta el final, un
valor muy apreciado en la cultura japonesa. Lo que la mayoría
desconocen es que, desde 2015 y con motivo del 80 aniversario del fallecimiento de Hachiko, hay una
estatua en la Facultad de Agricultura de la Universidad de Tokio, de la que era profesor su dueño,
en la que finalmente están juntos.
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Panorámica del cruce de Shibuya |
Muy próximo está
también el famosísimo cruce de Shibuya, con sus peculiares pasos de
peatones que lo atraviesan tanto en línea recta como en diagonal y
siempre están llenos de gente.
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Algunas estampas callejeras de Shibuya |
No creo
que haya mucho que añadir: tiendas, bares, restaurantes y gente por
doquier. Incluso japoneses tremendamente amables tipo guías voluntarios
con carteles que indicaban que no dudaras en preguntarles si tenías
alguna duda.
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Ginza en domingo, completamente peatonal |
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La siguiente
parada ese día fue Ginza. Sin lugar a dudas, es el distrito más
exclusivo de toda la ciudad, donde se concentran las tiendas de lujo
y los restaurantes más caros. Pasear por la avenida principal,
especialmente en domingo, cuando está cortada al tráfico, es un
verdadero lujo; se puede disfrutar sin obstáculos de la arquitectura
singular de los edificios de la zona. Para cualquiera con una cierta
afición a la arquitectura, es una ocasión para deleitarse paseando
con la cabeza bien levantada.
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Un buen ejemplo de la separación entre edificios |
Una cosa que
notaréis en los edificios, es que no se tocan. Japón es muy
conocido por la constante actividad sísmica que se ha saldado, con
el paso de los siglos, de miles de muertos, heridos y cuantiosas
pérdidas materiales. Muy conscientes de ello, su normativa de
construcción antisísmica es tremendamente rigurosa y obliga a esta
separación para que los edificios puedan oscilar durante un
terremoto y la caida de uno no produzca un efecto de castillo de
naipes con los colindantes.
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Ginza está plagado de edificios de autor. Pasear entre ellos es un espectáculo en sí mismo |
Como curiosidad,
los edificios altos están tan juntos que la demolición clásica
puede ser complicada. Por ello, han ideado un sistema de demolición
planta por planta absolutamente espectacular y más eficiente, a la
par que algo menos ruidoso y con menos polvo.
No todo es
arquitectura en Ginza, puestos a mirar un poco hacia abajo, podemos
encontrarnos con simpáticos ancianitos paseando sus golden retriever
con melena de león o un gato convertido en estrella fotográfica a
su pesar. Ya adelanto que el animal más curioso que vimos pasear a
alguien fue un buho en Osaka.
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Shin-Nakamise, primera parada de compritas |
Por la tarde nos
dirigimos al distrito de Asakusa, para visitar el templo budista
Sensoji. Os recomiendo que no vayais demasiado tarde, ya que muchas tiendas
cierran sobre las siete y el propio templo también. Saliendo en la parada de metro de Asakusa, podréis hacer algunas
compras y comer algo en la calle comercial Shin-Nakamise, una galeria cubierta que corre perpendicular a la calle Nakamise.
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Calle Nakamise con la puerta Hozomon de fondo |
La calle Nakamise es una atestada calle comercial que comienza en la puerta
Kaminarimon, la más exterior del templo, y donde encontraréis todo tipo de recuerdos. En esta primera puerta, un gran farol de papel de 4 metros cuelga del centro, mientras que dos
deidades sintoistas se situan en los extremos de la puerta: Fūjin, el
dios del viento, y Raijin, el dios de los truenos y los rayos. Si bien es verdad que el Sensoji es un templo budista, lo cierto que el eclecticismo religioso japonés hace que no sea extraño encontrar deidades y simbolos prestados recíprocamente.
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Puerta Hozomon |
La puerta Hozomon es la que da acceso al complejo interior del sensoji. Cuenta con tres inmensos faroles de papel y dos estatuas de Kongōrikishi o Niō, que son musculosas deidades protectoras de Buda. Como casi todo el templo, la puerta original, una reconstrucción a su vez de la desaparecida en un incendio en 1631, fue destruida durante la 2ª Guerra Mundial. La actual es de los años sesenta y las estatuas están inspiradas en luchadores de sumo reales de la misma época.
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El Sensoji al atardecer |
Llegados a este punto, ya podréis admirar el sensoji en todo su esplendor, con pequeñas tiendecitas para adquirir amuletos del templo. El Sensoji tiene el honor de ser el templo budista más antiguo de Tokio, al haber sido fundado el 645 DC, si bien, por las calamidades antes mencionadas y otras más, como el gran terremoto de Edo de 1923, queda bien poco de las construcciones originales y mucho de la perseverancia japonesa para reponerse ante el infortunio.
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Con la llegada del crepúsculo, el senso-ji y la torre Tokyo Skytree adquieren un aspecto fantasmagórico |
Desde Asakusa s
e tiene además una vista increible de la inmensidad de
la Tokyo Skytree y sus más de 600 metros de altura. Las vistas que ofrece desde sus miradores a 350 y 450 metros quita el aliento, pero también el precio de sus entradas (2000 yenes por el primer nivel, y otros mil para llegar al segundo desde el primero). Como capricho, vale la pena.
Ahora, a descansar. !Oyasuminasai!
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