El triunfo
de la Revolución Bolchevique atrajo una inmensa atención en todo el
mundo y no dejó a nadie indiferente. Las posiciones en la prensa y
literatura de la época estaban muy enfrentadas y era difícil
hacerse una idea real de qué ocurría realmente en un país tan
grande. Con el término de la guerra civil que sacudió el país, se
hicieron inmediatamente populares los viajes de intelectuales
occidentales, la mayoría convencidos comunistas o de izquierdas, con
una visión tremendamente complaciente de lo que veían y muy pocas
críticas, que deseaban conocer las bondades del nuevo sistema. En la
época, sólo unos pocos como Herbert George Wells, Arthur Koestler o
André Gide, hombres de izquierdas no obnubilados en su juicio por el
dogmatismo, se atrevieron a criticar el régimen soviético. Esto les
valió a su vez serios ataques por parte de la intelectualidad de
izquierdas occidental.
Entre los
intelectuales europeos que visitaron Rusia en las dos primeras
décadas tras la Revolución, también se cuentan un buen número de
españoles, algunos de los cuales ocuparon puestos de responsabilidad
en el gobierno de la II República, quienes publicaron las
impresiones de su viaje: Fernando de los Rios (Mi viaje a la Rusia
Soviética), Ángel Pestaña (Setenta días en Rusia,
1924, si
bien el texto narra su viaje de 1920), Isidoro Acevedo
(Impresiones de un viaje a Rusia,
1923), Julio Álvarez del Vayo (La nueva Rusia, 1926;
Rusia a los doce años, 1929), Rodolfo Llopis (Como se
forja un pueblo. La Rusia que yo he visto, 1929), Julián
Zugazagoitia (Rusia al día, 1932) y, por último, Diego
Hidalgo Durán, que ocuparía el cargo de Ministro de la Guerra y
sofocaría la Revolución de Asturias de 1934, con el libro que nos
ocupa, Un notario español en Rusia, 1929.
Para
comprender mejor al autor y el libro, es esencial conocer el contexto
histórico en que se desarrolla.
Con la
Revolución de Octubre de 1917, que supuso el triunfo bolchevique
sobre el débil gobierno provisional presidido por Kerenski, quien
tomó las riendas del país tras la abdicación del Zar Nicolás II,
se inicia el largo periodo de la dictadura comunista en Rusia. Sin
embargo, como cualquier inicio, no estaba perfectamente perfilado
desde el inicio cómo había de evolucionar ni la forma definitiva
que adoptaría. Cierto es que la Revolución fue celebrada, al menos
en los primeros tiempos, por amplios sectores de la población,
inclusive muchos no comunistas.
Las causas
son bastante claras: la Rusia zarista acababa apenas de salir de una
larga Edad Media; las condiciones de vida, sobre todo en el campo,
eran durísimas; la miseria y el analfabetismo eran rampantes; y para
rematar esto, la participación rusa en la 1ª Guerra Mundial fue
desastrosa en término de bajas humanas, de soldados sujetos a levas
forzosas y mal pertrechados. La impopularidad de este último punto
puede explicar en gran medida la caida de Kerenski. Con el fin de las
hostilidades.
Lenin
estaría al frente en estos primeros momentos revolucionarios antes
de su prematura muerte, contando con valiosos colaboradores, como un
eficientísimo Trotski que organizó el llamado Ejército Rojo para
defenderse de los elementos que se oponían al régimen bolchevique:
el Ejército Blanco. Como ocurre cuando un golpe triunfa a medias (En
octubre de 1917 los bolcheviques distaban mucho de controlar el
conjunto del país), el siguiente paso es una guerra civil. Los
enfrentamientos principales de este conflicto interno tuvieron lugar
entre 1918 y 1920, si bien algunos focos de resistencia continuaron
hasta 1922.
El comunismo
de guerra impuesto desde la Revolución, unido a la cruenta guerra
civil, pronto llevó la economía soviética al colapso. Esta
política suponía la abolición de la propiedad privada, la
planificación de la economía y una fuerte disciplina y control
férreo de los trabajadores, y tenía como prioridad el
abastecimiento de alimentos y bienes al ejército y las masas obreras
de las ciudades. Sin embargo, tenía más defectos que virtudes y los
críticos, incluso entre las filas bolcheviques, crecían por
momentos.
La rebelión
de los marinos soviéticos en la base naval de Kronstadt, en el Golfo
de Finlandia, en marzo de 1921, reclamando reformas y el fin del
monopolio del poder por los bolcheviques, fue el toque final de
atención que aceleró la adopción de medidas en el X Congreso del
Partido Bolchevique celebrado el mismo mes. Dichas medidas se
tradujeron la conocida como New Economic Policy (NEP), un paso atrás
táctico para mantenerse en el poder.
Si bien la
industria pesada y otros sectores estratégicos como el transporte,
la banca y el comercio extranjero seguían bajo un férreo control
estatal, se restableció una razonable libertad económica: se
permitió de nuevo la propiedad privada, el establecimiento de
industrias ligeras y el comercio minorista; los campesinos fueron
autorizados a cultivar y poseer tierras, así como vender los
excedentes, a la par que pagaban impuestos.
El sistema
funcionó razonablemente bien y pronto fue apreciable la mejora
económica y de las condiciones de vida de la población. Sin
embargo, los problemas de abastecimiento de productos agrarios hacia
las regiones urbanas eran periódicos, más por causa de la mala
gestión estatal que otra cosa. Por desgracia, la autocrítica nunca
fue el fuerte del comunismo y Stalin achacó la culpa a la NEP, que
finalizó bruscamente en 1928; colectivizó la agricultura y acabó
con todo vestigio de propiedad privada y libertad de comercio. La no consecución de los draconianos objetivos fijados, suponían prueba del sabotaje de los "contrarrevolucionarios", con la consecuente búsqueda de chivos expiatorios. El
terror y las hambrunas derivadas de la aplicación de los planes
quinquenales posteriores, así como el calamitoso estado real de la
economía comunista, solo se conocieron en detalle mucho más tarde.
Diego
Hidalgo llega a Rusia en este periodo relativamente feliz y pacífico
de septiembre de 1928, inconsciente ante el hecho que Stalin estaba
próximo a establecer abiertamente su régimen de terror, que había
comenzado arrinconando a sus rivales políticos. Recordemos que
Trotski en aquella época estaba "refugiado" en la capital
de la actual Kazajistán; Zinoviev y Kamenev, a pesar de sus
capitulaciones ante Stalin y "reconocimiento de errores",
acabarían siendo fusilados juntos en 1936; y Bujarin, artífice de
la NEP y abierto opositor a Stalin, sería también condenado a
muerte y fusilado en 1938 durante la Gran Purga.
Lo que
Hidalgo se encuentra al llegar a Moscú tras un periplo de varias
semanas en París para obtener un visado de entrada, tarea que le
hace desesperar por causa de la burocracia -"esa terrible
plaga de la civilización, mil veces peor que cualquiera de las de
Egipto, que todo lo paraliza y retrasa", según sus
palabras- es el canto del cisne de un ciclo que toca a su fin; y no
sólo en Rusia. El Crack del 29 será un duro golpe para el mundo
capitalista y las frágiles democracias liberales, en un mundo que
todavía no se ha recuperado del todo de los estragos causados por la
1ª Guerra Mundial. Muchos ojos se girarán con admiración hacía
una Rusia que parece un buen modelo alternativo y más firme, que en
apariencia no sufre crisis alguna en ese periodo. Hoy sabemos que
realmente no fue así.
Hidalgo
llegó bien pertrechado, hasta con un un infiernillo de gas y
medicinas, y habiendo tomado medidas de seguridad en lo relativo al
dinero que portaba, ante el convencimiento por las noticias que había
leido sobre las condiciones de vida en Rusia que se iba a encontrar
con un país falto de todo e inseguro. Una vez en la capital, se
encontró con que los comercios estaban bien surtidos, el alojamiento
era bueno y no especialmente caro, y las calles muy seguras, sin
hordas de niños famélicos al más puro estilo dickensiano.
No se le
puede culpar, puesto que esto era realmente así en los tiempos del
comunismo de guerra previo y el llega en la fase final de la NEP, que
ha logrado recuperar la maltrecha economía rusa. Ángel Pestaña,
quien sí estuvo en Moscú durante el comunismo de guerra como
representante de la CNT, narra su desengaño con lo que se encuentra.
Sus críticas al papel del estado bolchevique, debido a la miseria,
desigualdad e injusticia que encuentra, son absolutamente feroces:
"La realidad, pues, era bien desfavorable al Estado
bolchevique. Si dueño y amo absoluto de todo; único comorador y
vendedor; en sus manos cuantos medios de circulación y cambio de
productos puede poseer un país, no era capaz de entregar a cada
individuo sino el veinticinco por ciento de lo que necesitaba,
mientras que a través de todos los obstáculos que el Estado ponía
al individuo, lograba éste procurarse consus recursos el doble de lo
que aquel le entregaba, ¿no nos enseña esto y nos dice claramente
sobre la incapacidad del Estado muchísimo más que todas las
fantasías de la literatura bolchevique defendiéndolo?"
Otros
aspectos de la vida de la nueva Rusia le sorprenden gratamente. Por
un lado, la promoción de la cultura y la educación integral de los
rusos, por otro, el papel de la mujer en la nueva sociedad. La
cantidad de teatros, librerías, bibliotecas y el cultivo individual
del estudio, le llenan de alegría. Da cuenta de como la mujer se
encuentra en igualdad con el hombre y ocupa inclusive puestos de
responsabilidad, como la judicatura.
Le sobrecoge
la visita a la tumba de Lenin y el fervor místico del pueblo por el
gran caudillo, describiendo con acierto lo más profundo del alma
rusa "En el corazón de la raza eslava, mística, creyente,
soñadora, el cuerpo incorrupto de Lenin recibe, al mismo tiempo que
el homenaje de sus discípulos, de sus obreros, de los convencidos,
la adoración de los campesinos, todavía ignorantes, todavía
religiosos y necesitados de alguien a quien implorar y a quien decir
sus oraciones."
Durante su estancia de dos semanas en Moscú, Hidalgo tiene la
oportunidad de conocer a muchos rusos, algunos de los cuales habían
estado en España en el pasado y la recordaban con gran cariño, así
como españoles residentes en Rusia. Éstos le guiarán y ayudarán
en sus recorridos e investigaciones con la mayor diligencia, aunque
la imparcialidad no esté tan clara en todos los casos. La Voks (Sociedad Estatal de Relaciones Culturales con el Extranjero), donde llega recomendado, le será de gran ayuda, pero sigue dejándonos con la sensación de que le enseñaron sólo lo que querían que viera.
Por supuesto, Hidalgo no es ciego ni acrítico, y es consciente de las debilidades del sistema. Se da uenta de lo implacable que es la lucha contra la oposición (aunque no pueda imaginarse hasta qué punto), lo que como liberal debe incomodarle, y muestra sus reservas ante un eventual triunfo total del ideario comunista, que elimine no sólo la desigualdad sino también el yo, la propia individualidad. Para él, un pueblo ruso mejor educado, "será un pueblo culto, pero no un pueblo comunista".
Por supuesto, Hidalgo no es ciego ni acrítico, y es consciente de las debilidades del sistema. Se da uenta de lo implacable que es la lucha contra la oposición (aunque no pueda imaginarse hasta qué punto), lo que como liberal debe incomodarle, y muestra sus reservas ante un eventual triunfo total del ideario comunista, que elimine no sólo la desigualdad sino también el yo, la propia individualidad. Para él, un pueblo ruso mejor educado, "será un pueblo culto, pero no un pueblo comunista".
Le es autorizada una visita a un establecimiento penitenciario, que encuentra con unas
condiciones de vida aceptables y con un afán de reintegrar al
interno a la sociedad una vez cumplida su pena, para lo cual se le
enseña un oficio y se le paga por su trabajo. Es decir, se sigue, al
menos según lo que le contaban, los principios ilustrados de
proporcionalidad entre los delitos y las penas y la función de las
cárceles como instrumento para la reinserción del penado.
El motivo
oficial del viaje, al menos para conseguir el visado, era el estudio
del notariado ruso, del que pensaba dar alguna conferencia a su
vuelta. En los últimos capítulos del libro cumple con dicha misión
y descibre diferencias y similitudes. El notario ruso, cuenta con
atribuciones mucho más extensas, incluyendo el derecho marítimo, la
instrucción de causas ante los tribunales, así como la notificación
y ejecución de sentencias que éstos dicten. Se interesa así mismo
por el derecho de familia ruso, increiblemente avanzado para la época
con el reconocimiento de lo que hoy llamaríamos parejas de hecho.
Muchas son
las experiencias que deja anotadas en forma epistolar, aderezadas con
una constante vena humorística que no cae nunca en la caricatura.
Como ocurre con estancias de este tipo, su experiencia directa se
limita a la gran ciudad de Moscú y, por añadidura, el
desconocimiento del idioma ruso le impide adentrarse por sí mismo en
la realidad del país. Si bien podría pecar de demasiada buena fe,
es significativo de todos modos el cuadro de ambientes que pinta y
que no estaba destinado a durar mucho más.
El libro
conoció diversas ediciones desde su publicación inicial en 1929,
siendo traducida a otras lenguas europeas como el italiano y el
francés. En el prólogo de la edición francesa, un exultante Henri
Barbusse alaba la ecuanimidad de Hidalgo por no dejarse llevar por lo
que se contaba sobre Rusia, haber ido el mismo a comprobarlo y
escribir un libro que no es un ataque constante al movimiento
bolchevique.
La última
española previa a la guerra civil española es de 1931 y luego no
volvería a ser reeditado hasta 1985 en España (que también es la
última edición a día de hoy), con prólogo de Fernando Claudín, antiguo comunista, y
presentado por el entonces Ministro de Justicia del PSOE, Fernando Ledesma.
Considero que es hora de una nueva edición. La amenidad del texto y
lo jugoso de su fondo, por la gran cantidad de personajes que
circulan por sus hojas, lo hace ideal para redescubrir una época
histórica que cambió el mundo.
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