El término
kafkiano ha pasado a la historia como definitorio de historias o
situaciones absurdas y surrealistas, que atrapan de modo inexorable a
las personas que las sufren; un halo de pesadilla de la que no se
puede escapar lo envuelve todo.
Cuando hace
un tiempo leí El Castillo,
no puede evitar experimentar una sensación de incomodidad y
desasosiego. Uno de los puntos más paradójico es la naturalidad de
los personajes con los que se cruzaba el protagonista, quienes
parecían conocer su lugar en todo momento y tener tareas y objetivos
definidos, pero entraban y salían de su camino sin aclararle gran
cosa o creándole nuevas dudas. Esa incertidumbre e inseguridad que
le atenazaba era lo que más inquietud me causaba y
llevaba largo tiempo sin experimentar una sensación semejante, hasta
que me crucé con las Memorias encontradas en una bañera
de Stanislaw Lem.
Lem
(1921-2006) es
ampliamente conocido y reconocido por su obra de ciencia ficción,
entre la que se encuentran títulos como Solaris,
El invencible,
Ciberiada y Diarios
de las Estrellas, por nombrar
unos pocos. Su producción literaria resulta, sin embargo, más
variada con títulos como El hospital de la
transfiguración, posiblemente
la más realista de sus obras, o La investigación,
combinación perfecta de investigación policiaca y thriller
psicológico.
Pero
Memorias...es un caso
realmente singular de difícil clasificación. Situados los
acontecimientos en un remoto año 3146, donde
el pasado tecnológico más reciente resulta casi desconocido a causa
de una extraña epidemia que afectó a
todos los textos impresos en papel de la tierra, nos presenta el
presunto relato de un hombre de esa pasado en uno de los pocos textos
supervivientes.
El
desdichado protagonista, presumiblemente un agente de seguridad de
algún tipo, es enviado al Edificio a
recibir las instrucciones de su misión; logrará ser prontamente
recibido por un militar de alto rango, quien le encargará una misión
especial, pero sin proporcionarle mayores detalles. La incesante
búsqueda de instrucciones o de cualquiera que sea capaz de
explicarle el cometido de su misión, le conducirá a través de
interminables corredores y despachos, tropezándose con militares,
burócratas y religiosos, quienes contribuirán a acercarle a un
estado de paranoia.
Lem logra que en medio de todo este caos, en el que la presencia de
numerosos neologismos de su propia invención no facilita el
seguimiento del texto, resulten facilmente reconocibles referencias
al capitalismo, Estados Unidos y el ambiente general de desconfianza
mutua de la Guerra Fria, con las grandes superpotencias compitiendo y
espiándose entre sí; la religión y la burocracia como elementos de
controly freno efectivo de cualquier iniciativa, también son
apreciables sin esfuerzo.
En
un contexto de fuerte censura y falta de libertades, los escritores
de los países situados tras el Telón de Acero se veían obligados a
practicar verdaderos malabarismos para
escribir cosas críticas con sus propios gobiernos. La ciencia
ficción, a diferencia de otros géneros, ofrecía un campo
relativamente seguro para esquivar la censura, por la posibilidad de
situar la acción muy lejos en el tiempo y el espacio y maquillar con
cuestiones tecnológicas sus preocupaciones políticas y sociales.
Aunque
hubiera también convencidos comunistas que creían estar mostrando
las debilidades del enemigo occidental, olvidaban
que en última instancia, todo es susceptible de interpretación y
los vicios y defectos que observaban en "el enemigo", eran
perfectamente aplicables a su propia realidad.
Es quizá una de las obras más abstrusas, oscuras y laberínticas de Lem que en nada desmerece al legado del genio de Praga; Kafka resucitado en estado puro.
Es quizá una de las obras más abstrusas, oscuras y laberínticas de Lem que en nada desmerece al legado del genio de Praga; Kafka resucitado en estado puro.
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