lunes, 10 de diciembre de 2018

Cruzando el Rubicón

Nuestro estimado y Molt Honorable Quim Torra, acaba de cruzar el Rubicón. En pleno éxtasis místico, previo a ingresar por dos días en el monasterio de Monserrat para solidarizarse ayunando con los políticos presos del Procés, ha declarado su deseo de seguir el modelo esloveno para alcanzar la tan ansiada independencia. Poco importa que se la situación de la antigua Yugoslavia previa a su desintegración poco o nada tuviera que ver con la de España, que la historia balcánica no sea precisamente la más indicada para imitar, ni que se produjesen muertos; en un alarde de verdadera irresponsabilidad, Torra acaba de llamar abiertamente al enfrentamiento físico entre los mismos catalanes y con el resto de España.
En realidad, nos encontramos ante una muestra más de la desconexión con la realidad que sufre el independentismo catalán, que ha visto sistemáticamente incumplidos todos sus pronósticos y predicciones, no por culpa del "opresor y antidemócratico" Estado español, sino porque la realidad dictamina justo lo contrario. Todo el Procés se ha convertido en un circo y los payasos hacen cada vez menos gracia.
A la negativa para afrontar la realidad de los sectores más duros del Procés, hay que añadir una desunión que resulta imposible ocultar. Las alianzas contra natura y las sonrisas forzadas intentando mostrar un frente unido se han terminado. Las divergencias ya no se resuelven en privado, sino públicamente y además manteniendo posiciones separadas. Virtualmente nadie del actual ejecutivo catalán y sus todavía socios ha secundado las insensatas palabras de Torra, quien goza ya de tranquilo descanso en su celda monacal.
El actual gobierno catalán lleva camino de perder completamente el control de la situación política, económica y social. No solo no gobiernan, con el componente de gestión de la cosa pública que eso conlleva, y surgen movimientos que reclaman mejoras por parte de médicos, bomberos y otros sectores, sino que han concedido carta blanca a los Comités de Defensa de la República -pomposo nombre que puede llevar a engaño, pues se limita a encubrir a un grupo de matones que se sienten por encima de una ley que saben no les van a aplicar- que se dedican a realizar verdaderas labores de coacción y extorsión de la oposición. Que tras cargas policiales contra estos CDRs, que se habían organizado expresamente para producir altercados, se haya querido por parte del propio Govern y demás grupos independentistas con representación, pedir responsabilidad y depurar a los antidisturbios, que actuaron con corrección, en lugar de defender su actuación, es de vergüenza.
Cataluña lleva ya más de un año sin un gobierno que se preocupe de todos sus ciudadanos, con políticos evitando la acción de la justicia distribuidos por diferentes países europeos, como si sucursales del circo madre se trataran, pero sin público. Ni siquiera de Anna Gabriel, quien transmutó en niña buena de rostro cándido y virginal en su exilio Suizo, sabemos nada. 
La solución a todo este embrollo es sencilla, y más lo sería si sus protagonistas no hubieran destruido tantos puentes ni quemado todas las naves, pero es volver a la senda autonomista, que tanta prosperidad había traido y habia permitido alcanzar en todo el país unos niveles democráticos desconocidos en toda la historia de España. Resulta triste y paradójico que cuando por fin se termina con el problema del terrorismo en el país vasco, por la acción decidida de todos los demócratas, surja una fuente de conflicto en una Comunidad que se tenía por modelo de apertura y pluralidad.


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