En la serie de la Tierra Larga, el rey de la fantasía humorística, Terry Pratchett, y un reputado escritor de ciencia ficción como es Stephen Baxter, quien ya conoce bien la experiencia de ser coautor de libros con otros grandes, como Arthur C. Clarke, unieron sus esfuerzos para construir una historia que incluyera mundos paralelos, trols, almas tibetanas reencarnadas, patatas y más, mucho más.
El argumento es una mera excusa para especular sobre el desarrollo de la humanidad hacer un verdadero ejercicio de imaginación (más que interesante en términos de ciencia política) sobre qué pasaría si, de algún modo, se nos diera una suerte de segunda oportunidad, en la forma de un número interminable de mundos similares al nuestro, vacíos, libres de polución y contaminación, listos para ser habitados; todo a un paso de nosotros.
La humanidad en conjunto es sometida a un minucioso examen del que no necesariamente sale bien parada, llegando a la conclusión que deberíamos prestar mayor atención a nuestro mundo, ya que no tenemos ningún otro lugar en el que refugiarnos si lo destruimos.
A efectos de juego meramente intelectual, a nadie se le escapa, por los precedentes relativos a la historia colonial, que surgirían rápidamente problemas en relación a la soberanía sobre los nuevos territorios paralelos, así como su ejercicio. Las soluciones planteadas son ingeniosas.
El tercero de los cinco libros de la serie, "El Marte largo", da un paso más en la expansión de horizontes fisicos y mentales, penetrando con acierto en cuestiones biológicas, morales y filosóficas sobre lo que supone ser diferente, o volverse diferente, merced a la evolución. El ser humano puede llegar a lidiar bien con la diversidad, pero requiere un tiempo de adaptación, encendidos debates y, lamentablemente, errores y decisiones de las que arrepentirse. El mérito de la ciencia ficción, tratada por estos grandes del género, es invitar a la reflexión y no tomar decisiones apresuradas.
A medida que se avanza en la lectura de la serie, se aprecian algunos de los temas comunes de la ciencia ficción: el medio ambiente, la carencia de recursos, la contaminación, la guerra, el progreso y la decadencia de las civilizaciones (tema este último fascinante que está en la base del universo de “La Fundación” creado por Isaac Asimov). Estos temas conviven con preguntas más profundas relativas a nuestro papel en el universo, la razón de nuestra propia existencia y, eventualmente, que nos espera después de la frontera final.
Los autores hacen un inteligente uso de las posibilidades tecnológicas y los descubrimientos científicos de los últimos siglos, incluso si algunos siguen siendo puramente teóricos a día de hoy. La teoría de cuerdas y los múltiples modelos que conviven para intentar conciliar la física newtoniana clásica con el mundo de lo infinitamente pequeño son la base teórica que da origen a este fabuloso despliegue de imaginación.
No he podido evitar sentirme unido a unos personajes a los que he visto envejecer de libro en libro, madurando, reflexionando o, en última instancia, desapareciendo antes de tiempo; ofreciendo en todo caso una perspectiva holística que tiende a perderse en historias cuyo rango de duración es menor. La vida es cambiante y dinamica; nuestras relaciones con los demás nos cambian y los cambian, para bien o para mal.
Al final, como me resulta habitual siempre que leo historias en las que interviene Pratchett (aunque me haya ocurrido con Asimov y su “Hombre del Bicentenario”), he sentido una cierta tristeza; más bien una sensación agridulce por querer conocer más detalles y seguir con el relato, que queda necesariamente abierto, especialmente si, como es el caso, los libros se basan en las posibilidades sin fin de infinitos mundos y universos paralelos.
¿Qué obra de ciencia ficción os ha causado mayor impacto?
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